INFIERNO

Emir Sader, columnista de Le Monde Diplomatique en su primer edición del mes de octubre, afirma una verdad que en general se tiende a velar en un fárrago de información tremendista, pero no develadora : “Se configuró en el modelo neoliberal la hegemonía del capital financiero especulativo, haciendo que más del 90% de los movimientos económicos se dieran no en la esfera de la producción o del comercio de bienes, sino en la compra y venta de papeles en la Bolsa de Valores o de las deudas públicas de los gobiernos." Por otro lado Ignacio Ramonet del diario Le Monde de París, nos asegura que: “La esfera financiera llegó a representar más de 250.000 billones de euros, o sea seis veces el monto total de la riqueza real mundial.” Los casinos tienen millones de pequeños cómplices que le dan sustento y vida: los jugadores que diariamente le creen. Cada tanto uno es “favorecido” por la diosa fortuna como para que el mecanismo genere entusiasmo y esperanza. Este es el universo al que se la rinde pleitesía desde hace muchas décadas en la Argentina. Se ha trabajado para ello y así estamos, mal que le pese a todos los discursos y argumentaciones del progresismo, el cual fue diseñado precisamente con ese fin. Es la carga ideológica necesaria que la usura requiere, para poder operar bajo el manto de razones supuestamente humanas. El pago de la multiplicación de una deuda espúrea, no puede figurar como parte del plan del gobierno de nadie. El matrimonio presidencial no tiene ninguna intención de enfrentarse, abandonar o al menos correrse de la lógica perversa que nos han impuesto hace años en la forma de una pesada losa sobre nuestras cabezas. Es más. Pertenecen a ese mundo, lo han alimentado y alimentan puntualmente. Ya aparecen los eternos salvadores de la patria, con fórmulas económicas que todas tienden a velar y lateralizar la auténtica naturaleza del modelo. Algunos de ellos desde posiciones “críticas”, argumentan sus nuevos conchabos como un sacrificio patriótico final e impostergable. Los últimos tiempos de esta gestión, nos tienen reservados espectáculos alucinantes en los hechos y conductas verdaderamente patéticos. Lo terrible de esta pesadilla, es que no estamos viendo una película de terror clase z, que en algún momento termina con un café en el bar de la esquina. Lo padecemos en carne propia todos los días.