La novela del magistral escritor norteamericano y premio Nobel, John Steinbeck, ambientada durante la sequía de los años treinta, versa sobre la migración de una familia campesina empobrecida de Oklahoma, en busca de prosperidad, hacia el estado de California. La familia Joad irá desintegrándose en el camino entre su hogar, expropiado por los tentáculos latifundistas de “El Banco”, al que el padre solicita un préstamo que no logra honrar. En plena sequía y depresión, los hombres pelean por su dignidad. Todos los componentes presentes en el libro, hoy referencia de la literatura universal, fueron magníficamente expresados en la película del mismo nombre, que dirigiera John Ford y que protagonizara el joven Henry Fonda. Es notable el parecido con nuestros tiempos. La lacra de la usura que todo lo devora, la miseria y marginalidad, la guerra feroz al campo y al trabajo, los estallidos financieros que termina pagando el común de la gente, la terrible sequía, los escándalos de fin de época y la valiente resistencia de muchos mortales a su corrupción en vida. Un solo aspecto nos diferencia de aquellos tiempos: las gigantescas proporciones actuales. El tamaño de este latrocinio, con toda su secuela, no tiene parangón. Solo semejanza y un emparentado reflejo de la lucha de los pueblos, comunidades y personas por la justicia social, nos une en un recuerdo pedagógico. Las dimensiones planetarias de la epidemia del lucro incesante e infinito de la usura y todas sus pústulas, son incrementadas de acuerdo a las circunstancias de cada nación. Pensamos que la Argentina puede evitarlo, a condición de un cambio profundo en la conducción política y económica de su destino. El dudoso discurso anticapitalista de Cristina de Kirchner, cotradictorio de su permanente búsqueda de integrar la corte de los poderosos, en meses más, quizás tenga su respuesta en la cruda realidad. También hoy, a dicha respuesta se la puede encontrar en el notable aumento de la fractura social, incrementada, y reconocida, durante los últimos años de gobierno.
HANNAH ARENDT
En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".
miércoles, 17 de septiembre de 2008
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