PATRIA FINANCIERA

La Reserva Federal de los EE.UU., una especie de banco central, fue privatizada hace casi un siglo a manos de un conjunto de bancos privados internacionales. Operación de largo aliento con la reconocida mano británica por detrás y sus tradicionales socios-gerentes judíos de la diáspora, cuyo destino los ha especializado-a una porción de ellos-en las finanzas. Su naturaleza de desarraigo ha sido concurrente a moldear el perfil necesariamente desarraigado que confiere la usura y a convertirlos en profesionales de lujo. Siempre fueron detalles constitutivos y originantes del modelo requerido y la oligarquía inglesa nunca dejó de apreciarlo, viejos especialistas antropológicos en la selección de etnias para “tareas especiales” en todo el mundo. Aquellos orígenes y patrimonios, hoy están muy velados por complicadas ingenierías financieras. Pero lo cierto es que la inmensa maquinaria de fabricar ganancias financieras ilimitadas, en que se convirtió el estado norteamericano, está gobernado extraterritorialmente. Es decir esa voluntad no coincide con la patria y domicilio que la alberga. La Fed, como se la conoce, ha sido el mejor y más brillante negocio de la usura de todos los tiempos. Estos famosos salvatajes de bancos y entidades financieras de hoy y siempre, no serían otra cosa que autosalvatajes de la banca internacional de su propia pérdida. Eso sí, con dinero ajeno administrado por la Fed. Fenomenal negocio redondo. Esto, está más o menos a la vista. Ahora, poco margen les queda a los ideólogos de la usura, con respecto a las teorías no intervencionistas del estado en los mercados, en este caso financiero. Lo que sucede es que no pueden reconocer públicamente que, en este caso como en otros, no es un estado el que está tomando determinadas medidas y dando por anuladas las teorías insostenibles de libre mercado. Es un supraestado mundial o si se quiere el gobierno del mundo, el que está interviniendo.