Le tocó a Néstor Kirchner. Podría haber sido otro. Con la mayoría de los dirigentes del descolorido arco político argentino, hubiera sido prácticamente lo mismo. El fenómeno de la licuación de la política, reconoce una trayectoria más extensa que el mero período Kirchner. Quizás su origen haya que buscarlo a la muerte de Perón o en el golpe anticonstitucional del 24 de marzo de 1976. El horizonte político argentino viene de una larga, lenta y letal agonía. No ha habido sustitución, ni trasvasamiento, al menos no verificable allí. Poca dedicación y aspiración a la política como bien común, durante demasiado tiempo. Hoy no se destaca ningún dirigente, como verdaderamente distinto. Que suene o parezca distinto, al menos. Y eso se percibe en la sociedad desde hace mucho, es más, décadas. Hoy, un joven de veinte años no ha escuchado y visto por sus propios medios, otra cosa que esto. No tiene posibilidad de comparar con nada, observado por el, que lo mejore. Salvo que se la cuenten, que suele no ser lo mismo. A uno de treinta años, le puede pasar más o menos lo mismo. La picardía, la viveza y la hijaputez, se destacan como dudosas virtudes allí donde antes existían otros valores. Le tocó a Néstor Kirchner usufructuar este vacío y se ha adueñado de esa ventaja. Hoy no existe oposición y no se avizora en el horizonte ningún caballo trayendo un criollo a mandar. Por ahora. Como el pueblo argentino siempre sorprende, y existen notorios hechos de resistencia a la acedia reinante, no sería extraño que se produzca, inesperada y milagrosamente, una salida del laberinto. Por arriba, como corresponde. Hay honrosas excepciones, dentro de la dirigencia, que podrían ayudar a cambiar la situación. Se debaten entre animarse y no morir en el intento. En estos momentos y en torno a la descalificación política oficial puede más, y es determinante, el propio desgobierno, que todos los actos contestatarios de una “oposición” sin sustancia ni consistencia y que suele parecerse bastante a lo criticado.
HANNAH ARENDT
En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".
viernes, 19 de septiembre de 2008
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