A falta de luto, bueno es el pánico. |
Por Enrique Guillermo Avogadro/Tribuna de Periodistas.-
Los dos hechos más políticamente relevantes, sin ignorar la ruptura de Cambiemos en la Provincia de Córdoba, fueron sin duda la insólita e ilegal presentación del Juez Alejo Ramos Padilla ante la Comisión de Libre Expresión de la Cámara de Diputados, y el viaje de Cristina Elisabet Fernández a Cuba para, según dijo, acompañar a su hija Florencia Kirchner durante su internación médica en la isla.
El magistrado federal de Dolores, pese a que la causa se encuentra bajo secreto del sumario por su propia decisión, expuso cínicamente ante los legisladores que integran una comisión ajena al tema, las supuestas pruebas de la presunta red de inteligencia ilegal que investiga.
Su confesa pertenencia a Justicia Legítima, la organización que el kirchnerismo parió mientras intentaba la “democratización” del Poder Judicial, se suma a su clara incompetencia, toda vez que los eventuales delitos se habrían cometido en la Capital Federal, y desnuda la maniobra de los procesados en la “causa de los cuadernos” para embarrar la cancha y, si resulta posible, desplazar al Juez Claudio Bonadio y al Fiscal Carlos Stornelli, quienes terminarán por llevarlos a todos a la cárcel.
El otro acontecimiento llamativo fue la salida del país de la ex Presidente. Las redes sociales explotaron ante la posibilidad de una fuga, ya que la dictadura comunista caribeña no ha firmado un tratado de extradición con la Argentina; a riesgo de equivocarme malamente, desde ya aclaro que descreo que ese sea el motivo del viaje.
Por el video que grabó para difundir su preocupación por la salud de su hija y culpar a la Justicia por la “persecución feroz” que le ha provocado estas complicaciones psicológicas, pienso que otra es la razón. Me parece que, convencida que la muerte de su marido en 2010 fue el factor que permitió su reelección al año siguiente, está intentando reemplazar el mágico luto del vestidito negro por las irreprimibles lágrimas de una madre acongojada.
Eduardo Valdes, el ex Embajador ante el Vaticano reconvertido en su vocero, explicó a la prensa que Florencia padece de ataques de pánico, productos de su temor a ser detenida en cualquier momento; sería razonable que los padeciera, ya que es la única de la familia que carece de fueros. Pero no atribuyó, claro, ninguna responsabilidad a Cristina por ello.
Olvidó así que a la joven no sólo se le encontraron inexplicables US$ 5 millones en efectivo, sino que sus padres, como tantos otros de estos delincuentes hicieron con sus hijos (por ejemplo, Julio de Vido, Lázaro Báez o Cristóbal López), la incluyeron en los directorios de las empresas a través de las cuales lavaban dinero. Claramente, no hay un acoso judicial sino, meramente, varias causas judiciales en las que está siendo investigada por delitos comunes.
Hay preguntas que están flotando en el aire, y que Bonadio insiste en no responder: ¿quién autorizó a Florencia a salir del país?, ¿no existe, en su caso, el peligro de fuga? Sospechosamente, tanto él como sus colegas también ignoran el reclamo ciudadano para que citen a prestar declaración a Enrique y Sebastián Eskenazi y a Jorge Brito, a quienes se continúa extrañando en Comodoro Py; ¿por qué será que los protegen tanto?
Hubo otro hecho que, si no fuera tan lamentable, sería de una comicidad inigualable: la anunciada candidatura presidencial del ex Gobernador Daniel Scioli, el mayor saqueador que recuerda la Provincia de Buenos Aires. Los muertos y damnificados por las inundaciones de La Plata, el sideral crecimiento de las villas de emergencia en el Conurbano, la proliferación de la droga durante su gobierno, y la inusitada riqueza que se le atribuye en Balcarce, Carmelo (ROU), Estados Unidos e Italia debieran recomendarle cultivar un bajo perfil; tal vez, su lanzamiento se deba, precisamente, a la alta probabilidad de su pronto encarcelamiento.
El cambalache político argentino, como se ve, da para todo, hasta para que Roberto Lavagna, pretendiendo que olvidemos su pasado, se ofrezca como la gran esperanza del peronismo, siempre propenso a indultar a los peores ladrones.