Por Pablo Sirvén/La Nación.-
Si hay algo en lo que involuntariamente el kirchnerismo lo entrenó con rigor prusiano durante doce largos años es a recibir cascotes sin parar y no reaccionar. Nunca se le eriza el pelo, jamás le sube a su cara el más mínimo rubor y su tono monocorde no conoce de las más ínfima alteración por mucho que lo provoquen. En la mesa nocturna de Mirtha Legrand, Daniel Scioli volvió a hacer gala de su gélido temple de Capitán Frío al dejar simplemente resbalar por su blindada apariencia el duro cuestionamiento al que lo sometió otro de los comensales, Marcelo Salinas -el padre del chico que mató al ladrón que entró en su casa-, por su manifiesta inoperancia en materia de seguridad durante los ocho años que estuvo al frente de la gobernación bonaerense.
Acostumbrado a llegar muy lejos aún con tan extraordinaria economía de recursos -si Cristina Kirchner hubiese tratado tan sólo con un poco más de cariño su candidatura presidencial hoy muy probablemente ocuparía el lugar de Mauricio Macri- frizó el mal momento con ese circunstancial contendiente y preparó su fortaleza resiliente para el mucho más peligroso e inesperado combate de fondo, nada menos que con su poderosa anfitriona televisiva.
Acostumbrado a llegar muy lejos aún con tan extraordinaria economía de recursos -si Cristina Kirchner hubiese tratado tan sólo con un poco más de cariño su candidatura presidencial hoy muy probablemente ocuparía el lugar de Mauricio Macri- frizó el mal momento con ese circunstancial contendiente y preparó su fortaleza resiliente para el mucho más peligroso e inesperado combate de fondo, nada menos que con su poderosa anfitriona televisiva.
El fragmento de un documental autopromocional y de tono épico, cuya emisión en el transcurso del programa el mismísimo Scioli impuso como condición para concurrir, fue la piedra del escándalo.
El ex candidato presidencial sabe contrarrestar con su temperamento polar cualquier tipo de adversidad. Por eso, aunque una vez más fue debidamente cascoteado por la dinámica del episodio y sus infinitas repercusiones, se salió con la suya: no sólo el spot sciolístico se vio a los postres de la legranesca velada, sino que en la semana fue reproducido por distintas señales que se hicieron eco de los chisporroteos entre el ex motonauta y la diva nutricia. Crónica pasó entero el documental de casi 50 minutos y Scioli lo subió a la Web.
Con tal de tenerlo una vez más sentado a su mesa, Legrand le dio poder de veto y de selección a Scioli para el armado de la mesa, aunque le siguió haciendo ruido emitir su autoglorificación audiovisual. Ya estando en el set, el ex gobernador le dijo a la anfitriona que si le molestaba tanto no lo pasara.
Sin embargo, Lautaro Mauro -el operador que lo acompaña a todas partes y que el jueves previo a la segunda vuelta lo sacó abruptamente de Intratables para llevarlo al estudio de ShowMatch donde fue vivado como virtual presidente- se ubicó estratégicamente en el control del estudio y les taladró la cabeza a los técnicos para que el trailer fuera al aire, en tanto mascullaba por lo bajo contra Salinas por sus insolencias contra su poderoso amigo.
Y aunque lo logró, se fastidió de que se emitiera después de la medianoche. Scioli, en cambio, más pragmático, quedó contento con que se pasara de todos modos. Pero a posteriori la chingó cuando dijo que había llevado ese material a pedido de la producción.
Chiquita Legrand -que le tiene paciencia y cariño por tantos años de amistad al punto de haberlo recibido en su casa antes de algún programa cuando un inseguro Daniel pretendía acordar el temario de lo que iba a hablar en público- estalló y salió a desmentirlo.
Nada se informó de los móviles que se esconden detrás de la difusión de ese documental: ¿acaso busca Scioli reinstalar su figura en el escenario político con vistas a conseguir una pole position en las elecciones del año que viene? ¿Procura ser bisagra entre el kirchnerismo residual y el pejotismo de buena letra que quiere dar vuelta la página cuanto antes y todavía no encuentra cómo? ¿O, al igual que Cristina Kirchner, pero en versión menos áspera y cero histriónica, abre su edulcorado paraguas -"con fe, con esperanza, con optimismo"- por si los negros nubarrones judiciales que se ciernen sobre su entorno se convierten en tormentón?
La mentada autoelegía del ex piloto acuático es funcional, además, a una operación mediática del kirchnerismo que ya circula por las redes sociales: la instalación del próximo 15 de noviembre como "Día Nacional de la Mentira", en conmemoración del primer aniversario del debate presidencial. La idea es escrachar al presidente Macri por todas aquellas promesas que hizo y no cumplió.
La película de Scioli, que también proyectan algunos municipios K, contiene recurrentes imágenes de ese debate. En el Gobierno todavía piensan si conviene o no salir a neutralizar esa campaña con sus afilados equipos que se manejan como peces en el mar de las redes sociales.
Scioli, a su manera, cree haber ganado: su panfleto autobombo se viralizó y ayudó a instalar mejor el hash K #dianacionaldelamentira, reciclado de una vieja idea del mismo signo partidario. En 2011, cuando estaban en el poder, impulsaron el #diainternacionaldelamentira, pero el 28 de agosto, aniversario de la fundación del diario Clarín, al que tomaron como enemigo preferido sólo desde que estalló el conflicto con el campo, en 2008.
Con su estilo apocado de Chance Gardiner -el inefable jardinero encarnado en el cine por Peter Sellers, que con sus balbuceos y metáforas botánicas llegaba a influir hasta al presidente de los Estados Unidos-, Daniel Scioli vuelve a avanzar siempre en medio de misterios insondables.