El Papa Francisco encabeza el Sínodo.Foto:EFE |
Y pidió a los 258 padres sinodales presentes en la primera sesión hablar con celo pastoral y doctrinal, sabiduría y franqueza "poniendo siempre delante de nuestros ojos el bien de la Iglesia, de las familias y la ley suprema". Foto:Archivo Más notas para entender este tema El Papa, en el inicio del Sínodo: "Una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma" Polémica en Chile por una frase del Papa En un libro, 11 cardenales se plantan contra las reformas de Francisco Al margen de destacar que el sínodo "no es un Parlamento", sino un "espacio protegido en el que la Iglesia experimenta la acción del Espíritu Santo", Francisco llamó a tener coraje apostólico, humildad evangélica y oración confiada. Al explicar el coraje apostólico, advirtió del "endurecimiento de algunos corazones que, pese a las buenas intenciones, alejan las personas de Dios". Y al hablar de la humildad evangélica, recordó que ésta "lleva a no apuntar el dedo contra los otros para juzgarlos, sino a tenderles la mano para volver a levantarlos, sin nunca sentirse superiores a ellos", en una frase que pareció apuntar a los sectores más intransigentes, que se oponen por ejemplo a cualquier apertura a las personas heridas, como los divorciados vueltos a casar, uno de los temas que más dividen en el sínodo.
La apertura de los trabajos de la asamblea de obispos de todo el mundo, que tuvo lugar en el aula del Sínodo del Vaticano, fue precedida por la invocación del Espíritu Santo, cantado por el coro de la Capilla Sixtina, que fue también entonado por los padres sinodales. Entre ellos hay cinco argentinos: Pedro María Laxague, obispo auxiliar de Bahía Blanca, José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal argentina, el cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires (electos por la conferencia episcopal); el arzobispo Víctor Manuel Fernández, rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina, nombrado por el Papa; y el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, titular de un dicasterio de la curia romana.
Más allá de las polémicas por la "salida del armario" del alto prelado del Vaticano que confesó ser gay -ya expulsado de sus funciones- y de un ambiente de tensión parecido al de un cónclave, en su breve discurso de apertura el Papa urgió a todos a alcanzar un clima de oración. "La oración confiada es la acción del corazón cuando se abre a Dios, cuando hacemos callar todos nuestros humores para escuchar la suave voz de Dios que habla en el silencio", dijo. "Sin escuchar a Dios todas nuestras palabras serán tan sólo 'palabras' que no sacian y no sirven", agregó. "Sin dejarnos guiar por el Espíritu todas nuestras decisiones serán tan sólo 'decoraciones' que en vez de exaltar el Evangelio lo recubren y ocultan", advirtió, como siempre sin pelos en la lengua.
Francisco, que más allá de la votación a la que será sometido un informe final, el sábado 24 de octubre, tendrá la última palabra, exhortó, finalmente al mismo Espíritu Santo "a guiarnos, a iluminarnos, a poner ante nuestros ojos no nuestras opiniones personales, sino la fe en Dios, la fidelidad al magisterio, el bien de la Iglesia y la salud de las almas".