Por Guillermo Cherashny/El Informador.-
Las revelaciones del periodista Hugo Alconada Mon en La Nación sobre las actividades hoteleras de la viuda de Néstor Kirchner no dejan de sorprender, ya que generan novedades muy seguidas. Por ejemplo, el descubrimiento de que hay un nuevo hotel Las Dunas, que se suma al Alto Calafate, gerenciados ambos por Lázaro Báez y su empresa constructora Austral.
Y queda el tercero, que es Los Sauces, administrado por el también constructor Juan Carlos Relats, quien falleció en el día de ayer llevándose importantes secretos a la tumba. En los tres casos, los gerenciadores les garantizaban a los hoteles una cantidad de habitaciones que podían ser ocupadas o no pero que eran pagadas por los dos empresarios, que curiosamente resultaban adjudicatarios masivos de obras públicas nacionales y provinciales. De este modo, los establecimientos turísticos daban ganancias que después servían para justificar el enriquecimiento patrimonial del matrimonio presidencial y, en los últimos años, el de la propia primera mandataria.
La gente ya ni se asombra
Es decir que NCK, desde la función pública, como intendente de Río Gallegos y luego gobernador de Santa Cruz, desde 1991 hasta el 2003 multiplicó su fortuna, que antes de asumir el primer cargo se componía de 22 departamentos. Todos ellos logró comprarlos en remates públicos por ejecuciones judiciales, en su carácter de abogado de una financiera que litigaba aplicando la 1050, circular célebre del BCRA de Alfredo Martínez de Hoz durante el proceso militar, que hoy tanto condena la presidente. Pero la compra de los hoteles en cuestión se produjo mientras Kirchner ejerció la presidencia de la Nación hasta fines del 2007 y también durante la primera presidencia de Cristina Fernández.
Hasta las últimas notas de Alconada Mon, se sabía que la familia Relats le garantizaba al matrimonio presidencial habitaciones pagas del hotel Los sauces.
Ahora se descubre que Báez garantizaba las otras plazas, además de Aerolíneas Argentinas. Todo esto significa que se compraron con fondos desconocidos tres hoteles y luego aparecieron empresas constructoras que le garantizaban el pago de gran parte de sus habitaciones para que dejaran ganancias legales y justificar así el enriquecimiento patrimonial. Como dirían en el interior del país, es como tener “el chancho, la máquina de fabricar chorizos y las ganas de comer”. Se trata de una ingeniosa maniobra financiera orquestada por el ex presidente fallecido en un hecho que no guarda precedentes con ninguno de los presidentes que nuestro país tuvo desde 1860 hasta nuestros días. En esta catarata de informaciones con fechas y montos precisos, aparece una grabación telefónica donde un empleado de Báez le habla por celular a Diego Rodríguez, hermano de la actual ministra de seguridad Cecilia Rodríguez, en la que le dice que Báez necesitaba lavar 300 millones de dólares.
De éstos, los que lavó Federico Elaskar, unos 80 millones de dólares, eran una parte importante y los 220 millones de dólares restantes se habrían lavado por otras “cuevas” de la city. Lo más interesante es que estas verdades fueron descubiertas por el fiscal José María Campagnoli, recientemente suspendido en sus funciones, lo cual agrava la situación pero no al punto de lo que ocurriría en cualquier país de América Latina, donde enjuiciarían a la presidente. Es que la capacidad de asombro de los argentinos no tiene límites, igual que la paciencia de vastos sectores de la población, que están indignados. Pero la gran mayoría toma este destape con una normalidad que sorprende.
