Por Carlos Tórtora/El Informador.-
La jornada de violencia protagonizada ayer por la hinchada de Boca frente al Obelisco ratificó que en el país ingresó en un ciclo de violencia social cuya evolución es impredecible.
Con el conflicto salarial de las policías provinciales aún abierto y los temores de saqueos que recorren casi todas las grandes ciudades, la actividad política está prácticamente paralizada. Es obvio que el gobierno, mientras va negociando con las policías provinciales, apuesta a que el paso del tiempo y la cercanía de las fiestas diluyan las protestas -y sobre todo los saqueos. Con la crisis abierta, tampoco en el oficialismo se puede realizar un control de daños más o menos aceptable. Pero sí es obvio que detrás del endurecimiento del discurso de CFK en los 30 años del aniversario de la democracia, el núcleo duro del cristinismo está tomando la iniciativa.
Aumenta la importancia en Olivos del general César Milani y de Sergio Berni, los mariscales de la inteligencia y la represión, así como también de Fernando Chino Navarro, Diana Conti y Carlos Kunkel. En suma, la tibia primavera planteada por Jorge Capitanich habría sido sólo un amague postelectoral. En Olivos nadie cree ni quiere una liga de gobernadores que tarde o temprano limitaría a La Cámpora y al círculo presidencial. O sea -y como suele ocurrir-, la crisis está siendo capitalizada por los halcones. Y las palomas, que renacieron con la derrota electoral del oficialismo, ahora se baten en retirada.
Frenado
Uno de los dirigentes más perjudicados por el conflicto policial y los saqueos es Sergio Massa. Necesitado de construir en el primer semestre del 2014 una estructura territorial nacional, Massa se lanzó a recorrer las provincias para otorgar franquicias locales. Pero esta difícil empresa se topó con la parálisis que esta situación provoca y que puede prolongarse aún más tiempo. Ante semejante convulsión y con gobernadores seriamente jaqueados, como por ejemplo José Alperovich, en las filas del PJ reina la especulación y nadie quiere tomar la iniciativa. El problema de Massa es evitar el riesgo de denarvaizarse, es decir, quedar circunscrito a la posesión de un aparato provincial sin alianzas ni proyección nacional.
El carisma del tigrense puede servirle para superar éste y otros peligros. Pero la realidad es que el huracán que el pasado 27 de octubre amenazaba con llevarse puesta a casi toda la política nacional se fue convirtiendo en una suave brisa. El massismo crece pero moderadamente y en algunos aspectos su expansión está prácticamente detenida. Esto no quiere decir que los otros protagonistas avancen demasiado. Daniel Scioli, maestro de la escuela ajedrecística rusa, descubrió su nuevo juego: esperar que Jorge Capitanich se desgaste para que haya un candidato presidencial menos y lo mismo con el que lo siga como hombre fuerte del gobierno. El gobernador estaría convencido de que todos los esfuerzos del cristinismo para revitalizarse terminarán en serios fracasos que fortalecerían su candidatura.