Por Enrique Valiente Noailles/La Nación.-
La política argentina se encuentra todavía en tránsito del mito al logos. No termina de generar una base común de racionalidad y un lenguaje que le permita diseñar de común acuerdo un futuro. Gracias a ello es que algo así como "el relato" puede ocupar un lugar primordial, y es gracias a ello que se puede seguir intentando apelar a las emociones y a los símbolos que rozan lo sobrenatural. En esa frontera mítica la repetición de un mantra pesa más que la realidad. Y una foto pesa más que un tratado argumental.
En esta campaña se está haciendo evidente el tráfico de emociones con el que se busca impactar a la población. En ese marco puede leerse la visita al Papa en Brasil por parte de la Presidenta y su candidato ungido, llevada a cabo, dicho sea de paso, en plena veda electoral. Tal como la Presidenta, líder de una teocracia laica, impuso sus manos sobre un candidato ignoto, buscando volcar sobre él parte de su caudal político, los dos repitieron el gesto y fueron a intentar obtener también del Papa un derrame de su inmenso prestigio.
No deja de ser una explotación del pensamiento mágico esta política de la mera proximidad, de la yuxtaposición, del contagio epidérmico, del colocarse a la sombra de otro más poderoso para adquirir su gracia y, con ello, el voto y el favor popular. De allí la búsqueda fetichista de una foto con Francisco y su utilización inmediata posterior en afiches callejeros, junto a la frase: "Nunca se desanimen, no dejen que la esperanza se apague". Esa frase bajo la foto busca ser identificada con los protagonistas de la imagen y es la evidencia concluyente de este pillaje de símbolos.
Mucho más delicado y bastante inédito es, por otra parte, el tema de la utilización política de la enfermedad para generar compasión y empatía. Como cualquier persona desesperada, quien se viera afectado de una enfermedad grave podría querer visitar al Papa para invocar alguna forma de protección o alguna esperanza de curación.
Pero otra cosa muy diferente es producir específicamente un spot publicitario de campaña centrado en la alusión a la propia enfermedad. Esto le da otro cariz a la cuestión y la emparienta con la manipulación de las significaciones.
En efecto, se trata del uso de la desdicha para extraer un beneficio, tanto moral como electoral. Ocurre que, tal como los muertos tienden a mejorar su perfil moral al trasponer la frontera, en virtud de haberles acontecido una desgracia, también sobre las personas que son víctimas de alguna desdicha de este tipo desciende una mirada benigna y piadosa. La gente agradece secretamente que, como un pararrayos, sea otro el que absorba las fatalidades de la vida que circulan por encima de nuestras cabezas. Esa gratitud se intercambia en reconocimiento y el mensaje electoral adicional es el de alguien que puede sobreponerse a la desgracia.
Pero extraer un beneficio del sufrimiento está en el límite de una estrategia de campaña. Hay que tener un estómago considerable como para utilizarse a sí mismo y convertir al propio dolor en un objeto de manipulación. Todo ello sin tener en cuenta que cuando uno juega con símbolos es inútil pretender dominar sus efectos, porque por naturaleza nos exceden. Por eso podrían también funcionar en contra.
En todo caso, los afiches posteriores confirman que la razón por la cual la Presidenta llevó a su candidato fue la utilización política del evento. No hay más que recordar la gélida felicitación ante su designación para comprender que el cambio de actitud del Gobierno frente a Francisco es un simulacro, producto de los reflejos políticos y de la comprensión de que si no se puede con él es mejor unirse a él. Pero queda claro también que es producto de la intuición de que el Papa podía convertirse en una cantera de la cual extraer votos adicionales. Sabemos, desde Marx, que la historia que se repite se convierte en farsa. Sin embargo, la repetición de una farsa no necesariamente se convierte en historia.
HANNAH ARENDT
En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".
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