“El que se pone nervioso por cualquier cosa termina con los cables pelados, y el que está imponiéndose a los gritos o con nervios o con autoridad, en el fondo se la creyó, se creyó que es el patrón del mundo y no es así; somos todos hijos de Dios”, expresó entre otros conceptos el pasado viernes 27, el cardenal Jorge Mario Bergoglio, en el santuario de San Pantaleón, con motivo de las fiestas patronales del barrio de Mataderos.
En la homilía de la misa que presidió en el santuario, el arzobispo de Buenos Aires fue desgranando las diversas conductas humanas que fueron mencionadas por Jesús en el conocido sermón de la montaña, el sermón de las Bienaventuranzas, en donde proclamó la paz y la felicidad para quienes “siguen el camino de los consejos evangélicos, un camino que cuesta entenderlo porque parece un camino al revés”.
“A veces -expresó el cardenal Bergoglio- uno se pregunta “cómo pueden ser felices los que lloran, porque el Señor dijo ‘felices los que lloran, porque esos serán consolados’. El que no sintió alguna vez en la vida la tristeza, la angustia, el dolor nunca va a conocer la caricia del consuelo; es tan linda la caricia del consuelo. Uno podría decir que una maldición, gitana o no gitana, que le puede desear a otro sería ‘Ojalá que no puedas llorar nunca’. Pobre el hombre o la mujer que tenga el corazón de piedra y no pueda llorar. Por eso felices los que lloran porque tienen capacidad de conmoverse, tienen capacidad de percibir desde su corazón, tanto dolor suelto, tanto dolor que tiene en su propia vida. Esos serán felices, porque serán consolados por la tierna mano del Padre Dios que los consuela y los acaricia”.
Seguidamente el purpurado porteño habló de la paciencia. “Felices los pacientes. Nosotros que somos impacientes, nerviosos, que por cualquier cosa nos quejamos, cuántas veces andamos a los gritos. Bajemos el tono hacia la paciencia; nos impacientamos, cualquier cosa nos hace explotar. Miremos a esas mujeres que son madres, madrazas, buenas madres y miremos la paciencia que tienen para con sus hijos; cómo los van acompañando a lo largo de la vida. La paciencia frente al dolor. El que se pone nervioso por cualquier cosa termina con los cables pelados. Entonces no hay que ponerse nervioso. Además, el que está exigiendo, imponiéndose a los gritos o con nervios o con autoridad en el fondo se la creyó, se creyó que es el patrón del mundo y no es así; somos todos hijos de Dios.
“Por eso el Señor nos dice que el camino es el de la paciencia; es el camino que usó Jesús, el de la paciencia. Ya de chiquito, cuando era un niño de pecho tuvo que aguantar el destierro y después la calumnia, la difamación, la desinformación, de todos sus enemigos; tuvo que aguantar un tribunal injusto y se la bancó. Tuvo que aguantar la cruz y eso con amor. El Señor de la paciencia. Entonces Jesús nos dice: Felices los pacientes porque el que tenga paciencia va a heredar la tierra. Todos lo van a querer, todos lo van a amar, la paciencia del que escucha y del que aguanta porque para muchas cosas hay que tener aguante.
Después habló de la justicia. “Felices los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados. Felices esos hombres y mujeres que no toleran una injusticia. Felices esos hombres y mujeres que no toleran que al hermano o a la hermana le hagan una injusticia, que le roben la vida, que lo sometan, que lo esclavicen. Felices porque serán saciados de una gran justicia: la justicia que sólo viene de Dios”.
Respecto de la misericordia, el primado argentino se expresó así: “Felices los misericordiosos porque obtendrán misericordia. Feliz aquel que sabe perdonar, que tiene misericordia para los demás, que no anda condenando a cada rato a todo el mundo. Todos nosotros necesitamos que Dios nos tenga misericordia y por eso lo pedimos al comenzar la misa: “Señor ten piedad de nosotros”. Tené misericordia de nosotros porque todos tenemos fallas y necesitamos que Él nos perdone, pero si nosotros no la tenemos con los demás no seremos felices. Abramos nuestros corazones a la misericordia de Dios o al revés, abrimos nuestro corazón porque nos damos cuenta de toda la misericordia que Dios tiene con nosotros. Le decimos continuamente en el Padrenuestro: Perdoná nuestras ofensas, pero no solo eso, sino que además decimos: Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Esa es la misericordia. El camino de la misericordia es el camino del perdón, de hacerse el distraído frente al camino de las ofensas y no el de la venganza.
“Felices los que trabajan por la paz -continuó el cardenal Begoglio- porque serán llamados hijos de Dios. Los que siembran cizaña no pueden ser felices. Los que siembran paz, son misericordiosos y pacientes serán llamados hijos de Dios. Porque nuestro Dios siembra paz; sembró a su Hijo entre nosotros que nos dio la paz. Por este camino vamos a tener la felicidad”. Y luego se refirió a ese salmo que dice: “Feliz el hombre que no sigue el consejo del impío, el consejo malo que dice ‘devolvésela, pegale, insultá’, eso no sirve; ni tampoco el ‘coimeá, robá, a ver cómo podemos hacer caer a éste o a aquél’, sino que es feliz el hombre que se alegra en la ley del Señor y la medita día y noche. Y la ley del Señor son estas bienaventuranzas que hemos escuchado”.
“Hoy, en el día del Santo Patrono, pidámosle la gracia de tener un corazón despojado, la gracia de poder llorar, la gracia de la paciencia, la gracia de luchar y trabajar por la justicia, la gracia de ser misericordiosos, la gracia de trabajar por la paz, de sembrar paz y no guerra ni pelea, porque éste es el camino que nos va a hacer felices”, concluyó el arzobispo porteño.+