HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

domingo, 24 de junio de 2012

REALISMO MÁGICO

Quizá no habría mandatario municipal, provincial o nacional que resistiría un juicio político por semejantes acusaciones en ningún país del mundo. Pero la farsa de Paraguay es un hecho. Acaso nos quedamos perplejos, como Aureliano Buendía el día que su padre lo llevó a conocer el hielo, aunque el asombro de hoy no es de maravilla, sino de vergüenza e indignación: Paraguay sigue sumergido en el realismo mágico y su ejemplo también es un intento de retener a toda la región en el más profundo atraso social e institucional. La corriente señalada como realismo mágico (Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez y tantos más) reunió las orillas de lo que se supone verdadero y de lo que se supone fantástico, y de esa confluencia aparecieron relatos que retrataron la profundidad de la tragedia y de la esperanza latinoamericanas. VER MÁS

Además, les dieron voz a esos hombres que nunca habían tenido voz; casualmente, gente del pueblo. Y cuando el pueblo no tiene voz, sólo hablan unos pocos, los que se sienten dueños de la historia, del presente y del después. A eso apuntó también el realismo mágico.
Es difícil entender que a esta altura de la historia, que se vive en el presente a cada instante televisado (el viernes se demostró el valor de contar con una señal continental regional como Telesur: por momentos, no era posible seguir el desarrollo de la situación a través de otros canales), se haya producido un hecho tan patético como la voraz destitución de Fernando Lugo como presidente de Paraguay.
La acusación era tan ridícula, tan pueril, que parecía un juego, una práctica de colegiales ensayando destituir a un presidente.
El cargo principal era por la muerte de 17 personas en un desalojo de una estancia, hecho ocurrido hace una semana y que hasta ahora no ha comenzado a ser investigado.
Otro de los cinco puntos lo acusaba de haber autorizado una reunión de jóvenes latinoamericanos de izquierda en un cuartel.
¡Ay!
Quizá no haya mandatario municipal, provincial o nacional que resistiera un juicio político por semejantes acusaciones en ningún país del mundo. Pero la farsa de Paraguay es un hecho.
Incluso, un dirigente del Partido Colorado, el que sostuvo la dictadura de Alfredo Stroessner, advirtió, antes de la votación, de una posible resistencia militar; y a la convocatoria de cancilleres de la Unasur la llamó “comunidad internacional entre comillas”, es decir, el mismo desprecio con que en la dictadura de Videla se hablaba de los que ponían el ojo en la ilegalidad argentina de entonces.
Claro, hay razones de este golpe de las que no se habla a cara descubierta, como los intereses de un terrateniente, productor sojero y candidato a presidente. Mientras tanto, la actitud de Lugo de resignación es un acto de contribución a la paz, pero no a la verdad ni a la justicia.
La banda presidencial cruzada en el pecho del nuevo presidente, Federico Franco (casualmente, el que inició la acusación), fue el sueño que algunos argentinos quisieron ver en 2008, con el tibio mendocino Cleto Cobos. Pero esta vez, en Paraguay, prosperó.
Es uno de los hechos más significativos de América latina, o al menos de Sudamérica, en el siglo 21, siglo que aparece como la hora en la que finalmente brille el sol americano, tan intenso, pero tan cegado por las fuerzas opresoras de los países poderosos y de los que, desde adentro, sólo piensan en su negocio y en sus fortunas.
Si vamos a ser una región defendiendo su lugar en el mundo, lo de Paraguay no puede ser una anécdota. El hielo ya no nos deslumbra.

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