HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

domingo, 24 de junio de 2012

COMO RUCCI Y UBALDINI



Hugo Moyano no imaginaba situaciones como las vividas esta semana. La Gendarmería amenazante, el adelanto del secretario de Seguridad de utilizar al Ejército, la judicialización del reclamo y la inminencia de la primera concentración obrera de cuestionamiento al Gobierno en Plaza de Mayo sólo fueron posibles por la impericia de las autoridades, que con sus acciones escalaron el conflicto. Pareciera que, como hace unas décadas, primó la idea de “agudizar las contradicciones”. Aunque situaciones como las que cada vez con mayor intensidad van a comenzar a vivirse puedan parecer novedosas después de una larga etapa de relato y pensamiento únicos, en la historia del peronismo y el sindicalismo esto tiene antecedentes muy marcados. Siempre convivieron –juntos o enfrentados– dos sectores con visiones y expectativas muy distintas. Uno, priorizando la defensa de los intereses obreros. El otro, poniendo por encima de cualquier otra cosa la “buena relación” con el poder, sea cual fuere. Debo reconocer que, en ciertas etapas, los límites entre ambos fueron un tanto difusos. VER MÁS


Así ocurrió, por ejemplo, a fines de los 60, cuando mi padre enfrentó a los sectores “participacionistas” y puso como condición para asumir la conducción de la central obrera el “trabajar para el retorno de Perón a la Argentina”. Así ocurrió también a fines de los 70 cuando, en plena dictadura, Saúl Ubaldini enfrentó la política de destrucción de la economía nacional y la cárcel de muchos gremialistas y debió lidiar con dirigentes colaboracionistas, deseosos de mantener su buena relación con generales y coroneles. La consecuencia fue casi siempre “el quiebre de la CGT”. En esos momentos fueron CGT Brasil y CGT Azopardo. La década menemista no fue una excepción. El avance neoliberal requería una dirigencia obrera “flexible, moderna, comprensiva”. Y la obtuvo con gran parte de los dirigentes que hoy acompañan al oficialismo. Desde allí provocaron juntos el despido de miles y miles de trabajadores, preparando las condiciones para la crisis futura. El breve período de De la Rúa no fue excepción; la flexibilización laboral Banelco tuvo como cómplices a los mismos protagonistas.

¿Qué tiene de novedoso entonces que hoy sea una realidad similar? Nada. Hugo Moyano expresa en esta etapa lo que expresaban Rucci, Lorenzo Miguel y Ubaldini en las anteriores. La conducción de un movimiento obrero que percibe que desde el Gobierno ya no hay nada que pueda significarle nuevas conquistas y bienestar futuro. Por el contrario, la decisión que se ha tomado es ajustar a través del salario, y en la memoria de los trabajadores se sabe que esas situaciones sólo se enfrentan con lucha, en la calle. Así enseñó la historia.

El Gobierno intenta explicar la situación con falso asombro. No se le puede hacer esto a un gobierno nacional y popular, dicen. Siguen reivindicando medidas que fueron efectivas hace varios años. En esos tiempos piloteaba la situación Néstor Kirchner y lo acompañaban un gabinete, gobernadores, intendentes y las estructuras del peronismo. Hoy lo reemplazan Cristina, Mariotto, Moreno, Berni. Sin gabinete, con el evidente descontento de intendentes y gobernadores, y con un PJ desarticulado, reemplazado por la frescura y la vitalidad de La Cámpora. No es lo mismo.

Siempre convivieron dos sectores con visiones y expectativas muy distintas en el sindicalismo argentino. Me falta decir que, más allá de predominios o equilibrios circunstanciales, los que se ubican al frente de los legítimos reclamos de los trabajadores terminan imponiéndose. Y así será otra vez.

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