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| Realismo mágico: Arturo Borda, pintor y escritor boliviano. |
Ayer, en San Luis, la presidenta Cristina Kirchner volvió a protagonizar un espectáculo lamentable, que tranquilamente podría haber formado parte de alguna novela del género realismo mágico. Concretamente, en una ignota localidad que no llega a los 300 habitantes, con la excusa de inaugurar una planta de chacinados que en nada cambiará la estructura productiva subdesarrollada que se extiende a lo largo y ancho el país, la primera mandataria prefirió dedicar su tiempo para referirse, nuevamente, a las bondades de la carne de cerdo. VER MÁS
Así, lejos de demostrar dotes de estadista, lo que implicaría confrontar ideas y argumentos, en momentos en que se producía el primer paro nacional en nueve años, optó por hablar vaguedades y hasta transformó en una cuestión de Estado el conflicto protagonizado por una adolescente, militante de La Cámpora, a la que no le permiten crear un centro de estudiantes en su colegio. Desde hace tiempo, la primera mandataria habla como si viviéramos en Suiza cuando hay ciudades como La Plata -donde nació, estudió y se casó la propia Cristina Kirchner- que en su periferia tiene 130 asentamientos donde miles de personas viven en condiciones infrahumanas. Allí, prácticamente, nadie conoce lo que es la carne de cerdo. Es más: se están detectando, como lo viene alertando este diario desde hace más de un año, altos niveles de desnutrición infantil, en lo que constituye una realidad muy parecida a la que se vivía en 2001, en lo que fue la peor crisis de la historia.
Así, lejos de demostrar dotes de estadista, lo que implicaría confrontar ideas y argumentos, en momentos en que se producía el primer paro nacional en nueve años, optó por hablar vaguedades y hasta transformó en una cuestión de Estado el conflicto protagonizado por una adolescente, militante de La Cámpora, a la que no le permiten crear un centro de estudiantes en su colegio. Desde hace tiempo, la primera mandataria habla como si viviéramos en Suiza cuando hay ciudades como La Plata -donde nació, estudió y se casó la propia Cristina Kirchner- que en su periferia tiene 130 asentamientos donde miles de personas viven en condiciones infrahumanas. Allí, prácticamente, nadie conoce lo que es la carne de cerdo. Es más: se están detectando, como lo viene alertando este diario desde hace más de un año, altos niveles de desnutrición infantil, en lo que constituye una realidad muy parecida a la que se vivía en 2001, en lo que fue la peor crisis de la historia.
En otras palabras, en un país que tiene la capacidad productiva para alimentar a 300 millones de habitantes, hay chicos que, desde los primeros meses de vida, están condenados a tener sus facultades intelectuales disminuidas al no tener las posibilidades de ingerir las proteínas necesarias que garanticen el normal desarrollo de su cerebro.
Ante este panorama, resulta tragicómico de que la Presidenta siga insistiendo en la necesidad de “defender el modelo”. ¿De qué modelo está hablando? ¿Del modelo que consiste en entregar y vender a precio vil tierras fiscales estratégicas, en recursos naturales, a magnates extranjeros? ¿Del modelo de megaminería que permite que un puñado de firmas multinacionales roben los recursos del subsuelo, contaminen algunas las reservas de agua dulce más importantes del mundo y dejen poco y nada al fisco? ¿Del modelo que les cobra impuestos a las Ganancias a trabajadores que ganan más de 5.800 pesos para pagar la fraudulenta deuda externa, y hacer negocios con los fondos buitres y la banca internacional?
