HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL DISCURSO DETRÁS DEL DISCURSO; LO QUE DIJO, LO QUE INSINUÓ Y EL ESBOZO DE UN "NUEVO MODELO K"


La presidenta Cristina Kirchner habló de temas que hasta ahora eran considerados tabú: la inflación, la devaluación, los enojos con empresas que no reinvierten y las peleas con los sindicatos. Por qué los industriales quedaron fascinados y los politólogos hablan de "una nueva Cristina". Algo debe estar cambiando en los ideólogos del modelo K, empezando por la propia Cristina Kirchner.

Este martes, en la conferencia anual de la Unión Industrial Argentina, se refirió a varios temas que hasta ahora eran considerados tabú, mostrando así un fuerte mensaje de cambio y de disposición a corregir distorsiones.

Uno de ellos, que causó la sorpresa generalizada, es cuando pronunció la palabra "inflación".

Y no sólo eso, sino que además admitió que había recurrido a la política cambiaria como forma de contener el alza de precios.

Además, justificó los recortes a los subsidios y mostró una inédita preocupación por el equilibrio de las cuentas del Estado.

También señaló la reinversión de utilidades empresariales como factor principal de crecimiento.

Ratificó su deseo de que los sindicatos y las empresas confluyan en un diálogo social, de manera de evitar la conflictividad y además de que los pedidos no comprometan la marcha de la economía.

Para tranquilidad de la audiencia, ratificó que no le parece un momento apropiado para impulsar una ley que imponga el reparto de ganancias empresarias entre los empleados, sino que este tema debe ser tratado por cada uno de los sectores en paritarias.

Y, como si esto fuese poco, negó los rumores sobre una prohibición de remisión de utilidades al exterior.

Su mala relación con la dirigencia de la CGT quedó en absoluta evidencia, incluso hasta en los pequeños detalles.

Cristina llamó a José Ignacio de Mendiguren, presidente de la UIA, como "mi amigo el Vasco", en tanto que a Hugo Moyano no lo mencionó por su nombre.

Incluso, tuvo un dejo irónico cuando preguntó si se encontraba en el auditorio, cuando se había retirado justo antes de que ella comenzara su discurso.

En definitiva, el discurso y la forma de actuar de la Presidenta marcan un punto de inflexión, al mostrar que la agenda gubernamental se preocupa por atender muchos de los reclamos históricos del establishment.

El aplauso final y los comentarios del auditorio son prueba de ello.

"Fue positivo y marcó cómo van a ser los próximos años de su gestión", decía al final de la jornada Luis Pagani, presidente de Arcor.

Mientras que Cristiano Rattazzi, titular de Fiat -que calificó al discurso de "muy bueno, al plantear no sólo problemas sino también soluciones"-, destacó el hecho de que "incluso habló de la inflación, un tema que nunca había mencionado".

"Visto desde el lado industrial, el discurso de la Presidenta fue música para los oídos", coincidían en destacar los hombres de negocios reunidos en el convite.

¿Una "nueva Cristina"?
"Lo que ella llama ‘sintonía fina' es, en definitiva, un reconocimiento no explícito de que existían desajustes previos, que tenían que ver con inflación alta, baja inversión, dólar atrasado y problemas importantes con el gasto público", observa Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía.

El analista destaca la cantidad de veces que la Presidenta mencionó las palabras "competitividad" y "productividad", que antes no solían formar parte del "relato" oficial.

Reforzando esa sensación de un cambio de actitud, Cristina finalizó su discurso garantizando una disposición al diálogo para tratar todos los temas que traen preocupación a los empresarios.

Así, los politólogos ven, al analizar el "entrelíneas" de sus dichos, a una "nueva Cristina" de cara al segundo mandato.

"Está retomando un discurso parecido al del momento post muerte de Kirchner. Es decir, menos imperativo, menos emocional y más dialoguista. Y si bien ratifica los ejes conceptuales del modelo también los flexibiliza para adaptarlos a la nueva situación", señala la politóloga Graciela Römer.

En la misma línea, Julio Burdman, de la consultora Analytica, ve al nuevo tono discursivo como parte integrante de una serie de mensajes que empezaron con los recortes tarifarios y la austeridad demostrada en la reestructuración de Aerolíneas Argentinas.

"Ella es conciente de que se encuentra en un momento excepcional en cuanto a su fortaleza política. Y que es ahora cuando tiene que aprovechar para tomar medidas antipáticas. Lo está haciendo todo junto", expresa Burdman.

En tanto que Jorge Giacobbe, un politólogo que conoce en profundidad las internas del peronismo, no duda en calificar a la nueva etapa de Cristina como "un vuelco hacia la ética de la responsabilidad".

"Ahora ella habla de temas que hasta hace meses no le preocupaban y se muestra dispuesta a tomar medidas difíciles", señala Giacobbe, quien sostiene que la mayor oposición a este cambio vendrá desde el seno del propio peronismo.

La palabra inflación deja de estar "proscripta"
Uno de los pasajes más "jugosos" de la alocución presidencial fue el referido a la inflación y al tipo de cambio.

Reconoció que la velocidad a la que aumenta el dólar en la Argentina probablemente no sea "con la intensidad que querrían todos los exportadores".

Pero advirtió que la ganancia de competitividad por la vía de hacer subir al billete verde más de prisa cuenta con la limitación que supone el "contagio" a los precios.

"Que no me vengan a hablar de inflación después, porque si yo no tengo controlado también al tipo de cambio.... vamos muchachos, dos más dos es cuatro. Y todos sabemos que termina referenciando los precios de los bienes y servicios en dólares", expresó la Presidenta.

Su pedido recurrente para con los empresarios fue el de reinvertir utilidades y no procurar competitividad por los favores del Estado.

"Pongámonos de acuerdo, porque no se puede tener la chancha, los 20 y la máquina de hacer chorizos. Hay que tener un adecuado timing de cómo se manejan cada una de esas variables. Y quiero aclararles que nuestro modelo es de crecimiento, no de metas de inflación".

En definitiva, se distanció de quienes reclaman acelerar la devaluación como forma de recuperar competitividad.

También aseguró que el ritmo de suba de la divisa estadounidense será paulatino y no tendrá pausas, a diferencia de lo que ocurre en otros países de la región, donde los movimientos de apreciación y depreciación "son como un serrucho".

"Su descripción de la realidad muestra un cambio importante. Rechazó el proyecto de reparto de ganancias, habló de inflación pero a su vez puso límites a la devaluación", analiza Römer.

Para Gastón Rossi, socio del ex ministro Martín Lousteau en la consultora LCG, su referencia a la suba de precios, junto con la nueva política tarifaria, marcan una recién adquirida preocupación por el desequilibrio fiscal.

"Lo de la Presidenta fue un reconocimiento solapado de que haber tomado a la inflación como un problema menor tuvo un gran costo. Porque implicó convalidar aumentos salariales por encima de la suba de precios y atrasar al tipo de cambio", observa Rossi.

Pase de factura
El discurso no estuvo exento de "pases de facturas" a los empresarios.

Por cada ejemplo al que elogiaba como compromiso de inversión y generación de empleo, la Presidenta señaló también casos dignos de "censura".

Destacó que, gracias a los cruces de datos que realiza la AFIP, se descubrió que firmas que habían pedido créditos con tasa subsidiada habían utilizado el dinero para comprar dólares y sacarlos del país mediante el método de compraventa de bonos, conocido como "contado con liqui" (¿alguna compañía líder azucarera quizas?..).

Y también hizo referencia a una empresa que en 2010, a pesar de haber tenido utilidades 31% superiores a las de 2008, invirtió un 35% menos que ese año.

El enojo de Cristina se hizo evidente cuando señaló que además se trataba de una industria que recibía subsidios en materia energética.

Aquí aparece, quizás, el único punto en el que los industriales mantienen algún matiz de diferencia con el Gobierno.

De Mendiguren reconoció que hay que invertir más, pero reclamó incentivos: "Todos los países del mundo que pretenden promover la reinversión desgravan las utilidades invertidas. Y eso es algo que nos está faltando y que hace tiempo reclamamos".

Enemigo íntimo

Finalmente, la Presidenta no eludió uno de los temas calientes de la actualidad nacional: la creciente conflictividad sindical y su propio malestar por posturas que ha adoptado la dirigencia de la CGT.

No sólo rechazó de plano uno de los proyectos favoritos de Moyano (la ley del reparto de ganancias) sino que fustigó la conflictividad causada por enfrentamientos sindicales internos.

Fue uno de los pasajes más aplaudidos por los ejecutivos de negocios.

"En su momento, al Gobierno le sirvió un Moyano fuerte negociando salarios. Ahora necesita moderación y entonces un Moyano fuerte y autónomo ya no es tan funcional", observa Beresnztein, de Poliarquía.

De todas formas, los analistas no creen que la situación llegue al punto en el que exista un choque entre el Ejecutivo y la CGT.

"La coyuntura no da como para un enfrentamiento. El Gobierno no puede encarar las paritarias y moderar los salarios con un Moyano en contra", analiza Burdman.

Pero lo importante es que los propios sindicalistas ratifican esta creencia.

"El discurso de la Presidenta fue muy logrado, y nosotros no queremos confrontar con ella", dice, explícito, Eduardo Berrozpe, dirigente sindical de La Bancaria y hombre cercano al moyanismo.

En cuanto al reparto de las ganancias, admitió que, como instó la Presidenta, el tema se pueda hablar no a nivel general sino para casos particulares cuando se negocien las paritarias por sector.

En definitiva, el discurso de ayer fue interpretado como un adelanto de las políticas que adoptará el nuevo Gobierno a partir del 10 de diciembre, con ratificación de algunos postulados y con notorios cambios de tono en otros temas.

Hay sin embargo, algunos aspectos que ya forman parte inherente del estilo K y que parecen difíciles de cambiar. Como la defensa de los modales de algunos funcionarios que han sido objeto de críticas (es ahí cuando a muchos presentes les vino a la mente el rostro de Moreno).

Como lo dejó en claro la Presidenta: "Me hablan sobre cuidar los modales y las formas. Es cierto, pero es un poco la fuerza la que define las cosas, no seamos ingenuos. Las sonrisitas están bien, pero con mucha fuerza y mucha firmeza".

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