LABERINTO POLÍTICO
Randazzo y el peligro de la propia trampa
Se ha dicho hasta el cansancio. Los ataques de Florencio Randazzo a la prensa no sólo reeditan una pelea antigua. También instalan uno de los ejes de lo que vendrá. De aquí a octubre. Y tal vez después.
El Gobierno volvió a desplegar artillería que conoce bien. Porque sabe cómo manejarla y porque ya lo hizo antes. Poco hay de nuevo en que el kirchnerismo construya enemigos para articular el propio discurso. Lo ha hecho siempre: con el FMI, con la oposición, con los empresarios, con la Iglesia y con el campo. Sin embargo, hay una particularidad del embate de esta semana en el que conviene detenerse. Randazzo llevó las habituales críticas a la prensa a un extremo jamás explorado. El ministro acusó a los medios de "atentar contra la democracia" y de haber " condicionado a todos los gobiernos" desde 1983 por haber publicado las denuncias de irregularidades en el escrutinio provisorio de las primarias. Nunca antes los cuestionamientos a la prensa se habían expresado con tanta virulencia. Nunca habían llegado tan lejos. Decir que dos diarios ponen en riesgo un sistema de gobierno (y una forma de vida) porque publican denuncias sobre irregularidades en el recuento de votos en una elección es extremo. La idea que subyace a ese razonamiento es extrema. Y los extremos no son sin riesgos.
Construir el discurso político desde ideas extremas tiene una contracara tan evidente como ineludible. La palabra dicha desde el extremo no sólo anula el debate. También mutila el margen para corregir, retroceder y moderar. El discurso se torna poderoso. Tanto como para condicionar la acción y volverse contraproducente.
En este punto, sirven los ejemplos. Habían pasado pocas horas del triunfo aplastante de Cristina Kirchner en las primarias. Parado sobre esa plataforma inmejorable, Gabriel Mariotto reclamó a la Justicia que declare la validez de la obligación que estableció el artículo 161 de la ley de medios para que los grupos de medios vendan parte de sus licencias.
En el camino del extremo, el Gobierno también se recorta la posibilidad de capitalizar coyunturas positivas. Una vez más, la frontera entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial (uno de los pilares del sistema democrático por el que bien vela Randazzo), quedó desdibujado. Tanto que Mariotto, a la vez máxima autoridad de los servicios de comunicación y candidato a vicegobernador bonaerense, tuvo que desdecirse enseguida. Era tarde.
La pregunta se impone. ¿Qué espacio le queda al Gobierno para instalar discusiones que juzga necesarias si lo hace con sentencias lapidarias y descalificadoras?¿En qué medida el Gobierno se acota las posibilidades de no sólo discutir, sino también transformar la realidad?
En el camino del extremo, el Gobierno también se recorta la posibilidad de capitalizar coyunturas positivas. Fue lo que le pasó a Randazzo esta semana. La conferencia del martes había sido convocada para comunicar el resultado del escrutinio definitivo. Los números no sólo servían como réplica a las denuncias de irregularidades (aunque no alcanzaran para invalidarlas), sino que también daban cuenta de un triunfo aún más arrasador de Cristina Kirchner.
Pero esos datos quedaron absolutamente eclipsados por la diatriba del ministro. El foco dejó de apuntar a la incontrastable contundencia de los números para posarse en el desproporcionado ataque de Randazzo. El propio ministro pareció notar la desinteligencia cuando intentó retroceder. "No fue mi intención ofender a nadie", dijo. Una vez más, era demasiado tarde.
Suele ocurrir. Cuando la opción es por los extremos, las alternativas se esfuman. El Gobierno volvió a optar por ese camino estrecho, que hoy parece funcionar. Pero que en cualquier momento puede volverse un callejón sin salida.