HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

lunes, 24 de enero de 2011

VÍCTOR 
LAPEGNA

PRODUCCIÓN Y CONSUMO: UN DILEMA ARGENTINO

"Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente. Se nos alentó a consumir sin producir. Nuestro pueblo no carece de alimentos sino de educación y por eso tenemos pauperismo mental. En realidad nuestro pueblo argentino se muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de ignorancia en el arte de hacer bien las cosas. Sobre todo se muere de pereza, es decir de abundancia. Quieren pan sin trabajo, viven del maná del Estado y eso les mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición. El origen de la riqueza son el trabajo y el capital, ¿qué duda cabe de que la ociosidad es el manantial de la miseria? La ociosidad es el gran enemigo del pueblo en las provincias argentinas”. Juan Bautista Alberdi, Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina, 1856
“Debe trabajar el hombre para ganarse su pan / pues la miseria en su afán de castigar de algún modo / golpea en la puerta de todos y entra en la del haragán”. José Hernández, Martín Fierro, 1872
“Siempre en todas partes, han existido los que producen y los que sólo consumen. El régimen justicialista había lanzado una “consigna negra” para los parásitos: “cada argentino debe producir, por lo menos, lo que consume”. La organización del Pueblo, el trabajo organizado irá cerrando el cerco alrededor de los que consumen sin producir”. Juan Domingo Perón, La Fuerza es el Derecho de las Bestias, 1956
“La Argentina está muy preparada para consumir y mucho menos para producir. Hay que ir a una revolución hacia la producción. Las clases medias, en las que me incluyo, viven una gran decadencia cultural y educativa. No hay una cultura del esfuerzo”. Gerardo Della Paolera, La Nación, 23/01/2011
Las citas de Alberdi, Hernández, Perón y Della Paolera – quienes, pese a las diferencias temporales y conceptuales que los separan, coinciden en su lúcido interés por los asuntos de la Patria - marcan el carácter dilemático de la relación entre consumo y producción en la Argentina de ayer y hoy.
Para abordar ese dilema conviene tratar de esbozar la respuesta a estas dos preguntas:
• ¿Cuánto, qué y quienes producen en la Argentina actual?
• ¿Cuánto, qué y quienes consumen en la Argentina actual?

La Situación de la Producción de los Argentinos
El valor actual del Producto Bruto Interno (PBI) en la Argentina llega a unos 8.000 dólares por año y por persona y en el 2010 registró un aumento interanual de casi el 9 por ciento.
Se considera que los factores principales de ese crecimiento fueron los siguientes:
1. Producción agrícola, con una cosecha récord (en especial en soja);
2. Orientación expansiva de la política económica (fiscal, monetaria y de ingresos);
3. Contexto internacional favorable, con Brasil creciendo a tasas sorprendentes y traccionando al sector industrial argentino y China empujando la demanda de commodities en un ambiente de precios altos.
4. Clima de estabilidad financiera que garantiza un escenario sin grandes riesgos de sobresaltos, gracias a la alta oferta privada de dólares y la baja probabilidad de default soberano en el corto plazo.
Los trabajadores – según el concepto justicialista que reconoce una sola clase de hombres, los que trabajan – ocupados en las que son las principales actividades productivas por su incidencia en el valor total del PBI, aún incluyendo todos los eslabones de la cadena insumo/producto que abarcan esas actividades, suman un porcentaje menor del total de personas que integramos la Población Económicamente Activa (PEA) de nuestro país.
Estos someros datos acerca de quienes producen en la Argentina dicen bastante acerca de la cantidad del trabajo argentino y, sobre todo, acerca de su calidad, considerando por un lado su productividad en términos del valor creado por cada trabajador en una unidad de tiempo y por el otro la medida en que la actividad laboral se corresponda con la dignidad debida a toda persona por el sólo hecho de ser tal.
Según los datos del INDEC – con las justificadas dudas que suscita la credibilidad de sus mediciones – el desempleo es del 7,5 por ciento y según estimaciones confiables, el trabajo informal o “en negro” llega a un 36 por ciento de los asalariados
Si a ese 43,5 por ciento se suman las personas que no forman parte del universo productivo por motivos estructurales (jubilados, menores, estudiantes, enfermos, etc.) y los trabajadores ocupados en empleos de baja productividad (como el empleo doméstico, entre otros), se constata que una gran proporción de los argentinos no “producen lo que consumen”.

La Situación del Consumo de los Argentinos
Una faceta de la dramática dualidad económica y social que divide a los argentinos es que pocos perciben mucho más de lo que pueden gastar en consumo y muchos perciben menos de lo que necesitan para pagar consumos vitales.
Un signo de esa dualidad es la brecha per cápita que separa al 10 por ciento de los hogares más ricos (que obtienen el 29,5 por ciento del ingreso total) frente a la misma porción de hogares pobres (que sólo recibieron el 1,7 por ciento del ingreso total), que fue de 21,45 veces.
Otra señal de dualidad económica y social es el coeficiente de Gini - que mide el grado de desigualdad en la percepción de ingresos y en el cual 0 es el nivel de mayor igualdad y 1 el de mayor desigualdad – que en la Argentina de 2010 llegó al 0,40 para los ingresos per cápita de los hogares, mientras que en los países europeos desarrollados apenas alcanza un 0,25 o 0,30.
En cuanto a la tasa de pobreza, si se la calcula conforme a los verdaderos precios de la Canasta Básica Alimentaria (que duplican a los registrados por el INDEC), asciende al 23 por ciento de la población (9,2 millones de personas)
Aunque según el INDEC el ingreso promedio de los casi 6 millones de trabajadores del sector privado durante el tercer trimestre del 2010 habría sido de 3.939 pesos mensuales, el dato no parece ajustarse a la realidad en el caso del sector privado informal, en el que los salarios crecieron este año un 23 por ciento (según datos oficiales), mientras los precios de los alimentos crecieron un 34 por ciento.
A propósito de ello cabe tener en cuenta que los trabajadores no registrados en el tercer trimestre de 2010 eran un 36 por ciento del total y que los alimentos representan una fracción mayoritaria de la canasta de consumo de los sectores de menores recursos, mayormente concentrados en el sector informal del mercado laboral.
En cuanto al consumo privado, variable que representa casi un 60 por ciento de la demanda global, en el 2010 registró un aumento del 8,3 por ciento, mientras que el consumo público, de mucha menor importancia que el privado, creció casi un 10 por ciento.
Si ese crecimiento del consumo privado se desagrega, se percibe la existencia de una marcada brecha entre las cantidades físicas de bienes vendidos y su valor en pesos deducida la inflación, lo que lleva a suponer que estamos ante un cambio cualitativo y estructural del consumo popular.
Por un lado, el consumo de los sectores de ingresos medios-bajos y bajos se orientó a comprar mayor cantidad de bienes sustitutos más baratos y de mucha menor calidad, a través del conjunto de planes sociales y asignaciones de subsidios al consumo de los más necesitados.
Por el otro, los sectores con mayores ingresos (que incluyen a algunos segmentos obreros como por ejemplo los petroleros, cuyos salarios son de unos 17.000 mensuales, así como a buena parte de los productores rurales) baten records de compras de autos nuevos (incluso los de alta gama), de electrodomésticos y de equipos de televisión, audio e informática, de viajes al exterior y gastos en turismo.
Esas compras dan cuenta del nivel de ingresos que tienen esos sectores medios-altos y altos, pero también de cierta compulsión a consumir para cubrirse de la inflación, en un entorno de inestabilidad.
Un signo de ello es que esas compras, realizadas en buena medida mediante el uso masivo del “dinero plástico” y la demanda de préstamos personales de corto plazo asociados al mismo, contrastan con el hecho que no haya un significativo repunte el crédito hipotecario, pese a que en muchos casos las tasas de interés se sitúan por debajo del índice de inflación real.
Otra señal de comportamientos compulsivos antiinflacionarios, es que los ahorros que los argentinos tienen bajo el colchón, en cajas de seguridad o en el exterior ya suman 140.408 millones de dólares, de acuerdo a las estimaciones de la balanza de pagos difundidas por el INDEC y de ese total, en los primeros nueve meses de 2010, salieron fuera del sistema casi 7.000 millones de dólares.
La mencionada dualidad que registra la cantidad y calidad del consumo entre los diversos sectores en el plano individual, se acentúa en el caso de los que se podrían llamar consumos sociales, como es el caso del acceso a bienes que expresan derechos difusos, como la educación, la seguridad, la salud o el transporte; en los que se registra una muy marcada la disparidad en la cantidad y calidad de este tipo de bienes a los que se tiene acceso, según sean los niveles de ingresos de los sectores sociales.
Un primer ejemplo de lo expuesto lo tomamos de un reciente estudio acerca de “Deserción, desigualdad y calidad educativa”, del doctor Alieto Aldo Guadagni, en el que se aborda la cuestión educativa, clave de la productividad y de la justicia social en este siglo XXI.
Se dice ahí que en la Argentina de hoy “existen cada vez más evidencias que el sistema educacional, no solo el secundario sino también el primario y el inicial, avanza hacia la consolidación de un modelo organizativo de carácter dual”.
Agrega que “no existe igualdad de oportunidades, ni entre regiones ni entre niveles socioeconómicos de la población, lo cual agrava aún más el gran problema de una deficiencia generalizada en la calidad educacional argentina”.
Por último, se da cuenta de que, “por cada 100 niños que ingresan a la escuela primaria nada menos que 75 lo hacen en escuelas estatales y apenas 25 en privadas; sin embargo a la hora de graduarse en la universidad 70 de cada 100 graduados provienen de escuelas privadas. Esto es así porque de cada 100 niños que ingresan a la escuela primaría publica llegarán a graduarse apenas 5,6, mientras que en el caso de los niños que ha cursado en escuelas privadas se graduaran nada menos que 38 cada 100”.
En otro plano, aunque la inseguridad afecta por igual a todos los sectores sociales, es obvio que quienes pueden pagar vigiladores privados o instalar gadgets preventivos en sus domicilios y ámbitos de trabajo pueden verse menos amenazados por el delito que aquellos que no pueden solventar ese tipo de consumos.
En materia de salud salta a la vista que existe una marcada diferencia entre los sectores de la población que pueden consumir las prestaciones sanitarias que brindan los servicios privados y las obras sociales de mayor calidad, respecto de quienes sólo pueden consumir los servicios de los efectores públicos de salud.
Por último, son evidentes las diferencias entre quienes se transportan en un automóvil particular, un taxi o un remise y quienes están forzados a consumir los servicios públicos de transporte, en buena parte de los cuales se impone a los consumidores tener que viajar más como animales que como personas.
Matizando lo antedicho y como un indicativo de mejoras sociales registradas en el quinquenio 2004/2009, debe reconocerse que datos del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) indican que los hogares con carencias, que en el año 2004 eran el 51 por ciento del total, en 2009 habían bajado al 44 por ciento. El mayor avance en este campo se produjo en agua corriente (el déficit bajó de 19 a 10 por el ciento) y el menor en el acceso a la red de gas (de 22 a 19 por ciento), que obliga a pagarlo más caro en garrafas. En cuanto al déficit de conexión a la red cloacal, bajó de 41 a 32 por ciento en el mismo período, pero se mantuvo casi constante en las villas (de 77 a 75 por ciento).

Asignaturas Pendientes en la Producción y el Consumo
La descripción de la situación actual de la producción y el consumo en la Argentina confirma la idea básica que quisimos marcar mediante las cuatro citas con las que se inicia este artículo.
El camino que conduzca a hacer realidad aquel apotegma según el cual “cada argentino debe producir, por lo menos, lo que consume” tendría que ser un tema central del debate de ideas en el que debería consistir la campaña política en vistas a los comicios de octubre próximo, en los que hemos de elegir un nuevo presidente.
En esa perspectiva es alentador el compromiso asumido por Eduardo Duhalde en una carta dirigida a los argentinos que se distribuyó en el acto de proclamación de su candidatura presidencial, que plantea lo siguiente.
“Sabemos y podemos construir una nueva matriz industrial que amplíe y sustente el camino abierto por las cadenas agroalimentaria, automotriz y siderúrgica, fuentes principales de nuestro potente crecimiento económico, al que hemos de armonizar con la calidad ambiental y la integración y justicia social, generando pleno empleo con trabajos estables, creadores de valor y por ello bien pagos, conducente a que cada argentino produzca el doble de lo que consume”.
En este punto tendemos a coincidir con las ideas de Rajiv Bantra, economista indio residente en Estados Unidos, en cuanto plantea que el estímulo de la demanda debe basarse más en la capacidad de compra de los salarios que en el endeudamiento de los consumidores, para evitar recaer en crisis como la que estalló en septiembre de 2008.
Por último, con esta nota quisimos hacer un aporte a ese debate aún pendiente y con el mismo espíritu terminamos reproduciendo dos párrafos de un reportaje a Gustavo Grobocopatel que publicó el diario Perfil, que nos resultan ilustrativos acerca de nuestras asignaturas pendientes en cuanto a la relación entre producción y consumo.
“Hoy día no es “exportar más valor agregado”, como se dice vulgarmente, sino “exportar productos que incluyan a más gente en la cadena”. Creo que estos son los términos más apropiados para definir este tema. ¿Por qué? Porque es necesario generar puestos de trabajo y mano de obra calificada aquí en Argentina. Debemos dar más trabajo a la gente. Fundamentalmente, en el interior. Si no logramos transformar este proceso en estos próximos años en algo de este tipo, que revierta el sentido de las migraciones y permita desarrollar el interior, esta oportunidad que tenemos ahora habrá pasado de largo. Que la soja valga mucho y que tengamos éxito puede ser pasajero si no nos capitalizamos en generar este desarrollo en el interior”

Buenos Aires, 22 de enero 2011

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