NINGUNA LEY PUEDE CONVERTIR AL MAL EN BIEN, A LA MENTIRA EN VERDAD O A LA MUERTE EN VIDA.
Víctor E. Lapegna
Buenos Aires, 14 de julio 2010
Estoy por la familia basada en el matrimonio de hombre y mujer, por la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural y en contra del consumo de paco, cocaína, heroína, marihuana, efedrina u otras drogas prohibidas e incluso, siendo fumador, tiendo a estar en favor de la prohibición del tabaco.
Asumo esa posición porque quiero defender la vida y tengo la fundada convicción de que el aborto, la eutanasia o el consumo de drogas favorecen la muerte y que debilitar a la familia, que es el núcleo esencial de la convivencia humana, tal y como es por naturaleza, también va contra la vida.
Por eso discrepo con el sofisma disfrazado de verdad con el que encubren la mentira quienes hoy dicen: “La ley que autoriza el matrimonio homosexual no obliga a nadie a casarse con una persona del mismo sexo”.
Mañana dirán “La ley que autoriza el aborto no obliga a nadie a matar a una criatura en el vientre de su madre”, o “La ley que autoriza la eutanasia no obliga a nadie a matar a un enfermo terminal”, o “La ley que autoriza a las drogas que estaban prohibidas no obliga a nadie a morir por consumirlas”.
La ley que autoriza un “matrimonio” entre homosexuales y debilita a la familia natural, así como eventuales leyes que autoricen el aborto o la eutanasia (que serían tanto o más criminales que las leyes con la que el régimen nazi autorizó el asesinato en masa de judíos, católicos, gitanos, eslavos, opositores políticos y…homosexuales) o una ley que autoricen drogas hoy prohibidas, que lejos de favorecer la libertad avalaría la esclavitud; van en contra de la vida.
El daño que causarían esas leyes no reside en que obliguen a nadie a hacer lo que ellas autorizan, sino en que autorizan a algunos a hacer algo que es malo en sí mismo y ninguna ley puede convertir al mal en bien, a la mentira en verdad o a la muerte en vida.
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