HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

martes, 16 de diciembre de 2008

PRENSA LIBRE

En Mountazer al Zaidi nos sentimos orgullosos y confirmados como personas dignas de serlo. Este joven periodista iraquí es hoy emblema mundial de la dignidad y valentía de los pueblos postergados del planeta. Sorpresiva manifestación no considerada por los servicios de seguridad norteamericanos y menos por el propio Bush, el cual está teniendo un final grotesco. Interesante actitud a imitar y de hecho ya recorre el mundo el testimonio de la eficacia “zapatista”. La contundencia del acto de sacarse el o los zapatos para reafirmar en forma contundente lo que se siente, piensa y dice en determinado momento, ha quedado demostrada en ejemplos de la historia moderna. Al menos dos para nosotros, este sería el tercero. El primero es muy conocido y lo protagonizó el otrora comisario político del ejercito rojo en la batalla de Stalingrado contra los nazis, Nikita Krushev. Ya como primer ministro de la Unión Soviética y para hacerse oír en las Naciones Unidas se sacó un zapato y empezó a golpearlo con furia sobre el pupitre desde donde dirigía un discurso a la Asamblea General del organismo. Esto ocurrió el 13 de octubre de 1960 y es recordado como un entretenido y destacado incidente de la guerra fría. El otro es mucho menos conocido, pero no menos importante y quizás más genuino. Muchos argentinos pudimos ser protagonistas de los sucesos que motivaron el siguiente zapatazo. Juan Domingo Perón hablaba desde el balcón en Plaza de Mayo. Abajo, entre la multitud había mucha tensión porque un grupo importante le contestaba de forma insistente e irreverente. Las columnas de Montoneros se habían dado cita para enfrentar a Perón en su plaza, ni más ni menos. Hasta que el General Perón los trató en pleno discurso de “estúpidos imberbes”. Fue la señal inequívoca para que el grupo se retirara. No sin incidentes. En la retaguardia de su columna desalojando la plaza, se sucedieron una serie de corridas, quema de banderas, trompadas y palazos. La bronca del común de la gente allí presente era inenarrable. Un hombre mayor, en medio del tumulto y con toda su bronca a cuestas se sacó los zapatos y arremetió contra los imberbes descargando los proyectiles que había seleccionado. Inolvidable.

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