En la famosa película de Ingmar Bergman, la tesis es en torno a lo preanunciado del nazismo, en hechos y comportamientos culturales y sociales de la degradada sociedad alemana de los años veinte del siglo pasado. Mirado el huevo a trasluz y a los pocos días de existencia, ya se ve la pequeña serpiente, ya está formada y se la percibe cómo va a ser ya nacida. Más allá de la validez o no de este tipo de análisis, quizás un tanto exagerado, lo cierto es que hubo alguien que si leyó esa realidad desbastada y atravesada por la miseria económica y humana y supo manipularla hacia una hecatombe. Muchas situaciones en la Argentina de hoy, guardan una analogía de preanuncios. Muchos dirigentes que se autoproclaman en un sentido honorable, son opositores pulcros y contestatarios y que esgrimen una retórica antiregiminosa, han pasado luego de escasos enjuagues a ser peores que lo denunciado. Quizás el precio de su conversión requiera de una dosis de violenta confirmación cotidiana. Un ejercicio que habría que hacer, tal vez, es mirarlos un poco a trasluz.HANNAH ARENDT
En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".
domingo, 31 de agosto de 2008
EL HUEVO DE LA SERPIENTE
En la famosa película de Ingmar Bergman, la tesis es en torno a lo preanunciado del nazismo, en hechos y comportamientos culturales y sociales de la degradada sociedad alemana de los años veinte del siglo pasado. Mirado el huevo a trasluz y a los pocos días de existencia, ya se ve la pequeña serpiente, ya está formada y se la percibe cómo va a ser ya nacida. Más allá de la validez o no de este tipo de análisis, quizás un tanto exagerado, lo cierto es que hubo alguien que si leyó esa realidad desbastada y atravesada por la miseria económica y humana y supo manipularla hacia una hecatombe. Muchas situaciones en la Argentina de hoy, guardan una analogía de preanuncios. Muchos dirigentes que se autoproclaman en un sentido honorable, son opositores pulcros y contestatarios y que esgrimen una retórica antiregiminosa, han pasado luego de escasos enjuagues a ser peores que lo denunciado. Quizás el precio de su conversión requiera de una dosis de violenta confirmación cotidiana. Un ejercicio que habría que hacer, tal vez, es mirarlos un poco a trasluz.
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