HAY HUMO EN TUS OJOS

El look industrialista que pretende exhibir el gobierno de Cristina, no deja de ser un mero discurso que nada tiene que ver con la realidad. La esforzada mejora industrial que vivió el país, proviene de la dificultosa sustitución de las importaciones que por efecto cascada generó el fin de la convertibilidad. Nada planificado por los Kirchner. Reactivación relativizada por la despareja relación con Brasil, el notorio auge y presencia de China en la región y fundamentalmente por una acción comprometida y notoriamente anti-industrial, que todos los gobiernos desde el golpe de 1976 exhiben abierta o embozadamente. El énfasis, cada vez mayor, puesto en la exportación de materia prima, da una idea del verdadero diseño “industrial” argentino. Cada vez que se mueve una tuerca en la Argentina, aunque más no sea para cambiarla de lugar, el gobierno nacional y la prensa oficial hacen mucho ruido, fuegos artificiales y abundante humo para que parezcan más chimeneas encendidas. Hay gente que todavía intenta creer, de buena onda, que la Argentina de pronto y vaya a saber por que misterios insondables de la cábala, de buenas a primeras se “reindustrializó”. El ejemplo de la “reactivación” automotriz es un claro dato de la conversión de la Argentina industrial y agro exportadora, en una proveedora de materias primas con factorías de ensamble industrial o de autopartes, a la manera de las maquiladoras mexicanas. El modelo no podía ser más perverso. No se lo podemos achacar a los Kirchner exclusivamente. Las empresas automotrices internacionales que arman autos en la Argentina, “exportan” a 84 países. Más del cincuenta por ciento de la producción va al mercado “externo” y pretenden hacerlo llegar a un 85 % para el bicentenario. A pesar de la promocionada imagen que nos ofrece el gobierno de un mercado laboral en crecimiento basado en la creación de empleo industrial, el auténtico motor del “empleo” es el de los sectores de servicios. No solo eso. De una reciente investigación, efectuada por Sel Consultores, del mercado laboral argentino se desprende taxativamente que de las diez empresas, la mayoría extranjeras, que más empleados tienen, solo una, la argentina Arcor, produce bienes. El resto son empresas especializadas en servicios de recursos humanos, telecomunicaciones y multimedios. De todas maneras, Arcor está décimo en este ranking con 11.000 empleados contra el primero, Manpower, con 26.000 contratos. En el verdadero escenario de la producción en nuestra patria, se comprueba que solo hay explotación de los recursos naturales. El sector servicios en la economía es por naturaleza, débil, y no es el dinamizador de las variables estructurales. El turismo, la gastronomía y parte del comercio, no son generadores de empleo estable. La realidad nos muestra la marcada tendencia hacia el empleo temporario. Además, por más que lo nieguen, el breve período de bonanza, la primavera industrial post-2001, se ha desacelerando. A lo largo de los últimos treinta años no ha habido continuidad laboral en la memoria generacional. Son demasiados años de cultura no industrial. Para ser más exactos, no productiva. Por lo tanto en la emergencia y dada la discontinuidad, no se pudo conseguir operarios jóvenes con nociones elementales, ni siquiera de hábito. Período en el que más de un empresario industrial, tubo que recurrir a reemplear a los viejos y ya sabios obreros metalúrgicos, para cubrir aquella demanda. Cada tanto cuando esta realidad de la Argentina desindustrializada, desocupada y desnacionalizada toma renovado estado público y es muy notoria la creación de empleos y remuneraciones chatarra, aparece un discurso y algunos artificios industrialistas. Lo triste, es que hoy, habiéndose hundido tanto la industria nacional por desaparición, parece que ahora van por la producción agropecuaria también.