Por Carlos Pagni/La Nación.- En la aritmética electoral del domingo pasado están cifradas algunas características del mapa político que serán determinantes para el juego de poder después de octubre. Además de empezar a delinearse la disputa por la sucesión del año 2019, se advierten las coordenadas de una encrucijada más inmediata: la capacidad de la Casa Rosada para conseguir en el Congreso algunas reformas decisivas.
Una de las novedades tiene que ver con la crisis del peronismo. No sólo Cambiemos conquistó provincias inesperadas, como La Pampa, San Luis o Entre Ríos. Aquellas en las que el PJ alcanzó sus mejores marcas, Tucumán o Formosa, por ejemplo, están lideradas por dirigentes como Jorge Manzur o Gildo Insfrán, con pésima imagen en el resto del país.
Es una dificultad adicional a las que ya tiene ese partido para formular un proyecto de poder para dentro de dos años.
Las dos figuras en condiciones de amenazar la reelección de Mauricio Macri tuvieron resultados desparejos. Juan Manuel Urtubey se impuso en Salta. Pero la suya no fue una marcha triunfal. Hizo rivalizar seis listas entre sí, consiguió un modesto 37,9%, y fue derrotado, por décimas, en la capital. Juan Schiaretti, en Córdoba, perdió. Debe estar arrepentido de haber rechazado, siguiendo un consejo de José Manuel de la Sota, la alianza que le había ofrecido el Presidente. Desde aquel desaire, Macri se puso al frente de la campaña cordobesa. Debe haber sentido un regocijo adicional con el resultado. Placeres calabreses.
Las de San Luis y La Pampa fueron dos victorias que también se celebraron en Olivos con singular algarabía. Los Rodríguez Saá, igual que Carlos Verna, son algo más que opositores. Son antimacristas. Ni Rogelio Frigerio, que sabe de memoria todas las estrofas de la Marcha Peronista, pudo ingresar jamás a esas provincias. Verna sufrió una humillación adicional. En su feudo ganó Martín Maquieyra, un dirigente juvenil.
Macri podría aspirar en octubre a que su ola se extienda a la provincia de Santa Fe. El PJ superó allí a Cambiemos por 74 centésimos. Pero es dudoso que el kirchnerista Agustín Rossi pueda retener los votos de su rival interna, Alejandra Rodenas, que fueron el 9,75% de toda la elección.
La otra cara de este panorama es que los gobernadores que perdieron van a aplicar en estos meses todos sus recursos a revertir el resultado. Y no sólo los que fracasaron. Cristina Kirchner instruyó el lunes a sus jefes territoriales a sembrar de obstáculos la campaña de Esteban Bullrich. El peronismo que Macri enfrentó en agosto no es el mismo que enfrentará en octubre. El pronóstico se extiende a los neuquinos y los socialistas de Santa Fe.
El éxito de Cambiemos revela también su contextura. Sus alegrías provienen de las grandes ciudades. El interior del interior le resulta muchísimo más esquivo. Es una peculiaridad consustancial a su base sociológica. Se trata de una coalición destinada a ocupar la vacante que han dejado los dos partidos del siglo XX que mejor interpretaron la clase media. El radicalismo y el socialismo. Pero puede haber otro factor que delimite esa frontera. Cierto menosprecio por la política que se sostiene en estructuras. Cambiemos llega hasta donde llegan las redes sociales.
Las elecciones primarias inauguraron una nueva física para las relaciones federales. En la negociación con los gobernadores, Macri ejercía la presión del envío o la retención de los recursos. Podía "rigorear" durante la renegociación de alguna deuda. Desde el domingo tiene otra palanca. Hay provincias como Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Neuquén, San Luis o La Pampa, en las que puede amenazar con construir a un candidato que desplace al actual gobernador. Puede amenazar con la alternancia. La Casa Rosada discutirá las reformas que enviará al Congreso desde esta nueva plataforma. No hará un acuerdo general. Serán transacciones bilaterales, celebradas en un confesionario.
Los primeros en tomar nota del nuevo cuadro de poder fueron, como siempre, algunos sindicalistas. Ayer se consolidó una liga de gremios dialoguistas, liderados por Antonio "Coco" Cassia y Oscar Mangone. Se reúnen con la excusa de hablar sobre política energética. Pero se ve la hilacha del acuerdo: en el grupo está José Luis Lingeri. Y, hasta donde se sabe, el cloro no es un combustible.
La unidad sindical está en problemas. La movilización del martes próximo quedó fuera de contexto. Son cada vez menos los que fantasean con un paro general. Anteayer Jorge Triaca disertó sobre robotización en la Universidad Torcuato Di Tella. Olvidó anunciar que, desde el domingo pasado, la primera en robotizarse será la CGT.
En la Capital Federal, Elisa Carrió obtuvo un triunfo impresionante. Con un premio adicional: el PJ superó a Martín Lousteau. Una satisfacción para Horacio Rodríguez Larreta y su proyecto de reelección. Y para Macri, quien se sirvió de Carrió para escarmentar al radicalismo porteño por su indisciplina.
El resultado sembró una nueva incógnita. ¿Cómo aplicará Carrió el gran capital acumulado? La primera respuesta la dio ella misma. Y no estuvo destinada a Ricardo Lorenzetti. "Lilita" emitió un tuit poniéndose a disposición de María Eugenia Vidal, quien había prescindido de ella en la provincia. ¿Altruismo o pase de facturas? Minucias. Lo relevante es desentrañar si Carrió está viendo el 49,55% del domingo como un trampolín para 2019.
La provincia de Buenos Aires sigue siendo el gran campo de batalla. Es probable que Cambiemos haya perdido por muy poco. Sin embargo, superó su propio récord. Bullrich obtuvo 3.046.000 votos, 17.000 más que los que registró Macri en la primera vuelta, hace dos años. Mejoró la marca del Presidente en el conurbano, es decir, en la primera y en la tercera sección electoral. Y retrocedió en el interior. ¿Habrá que revisar, entonces, la hipótesis según la cual, retirando los subsidios, el Gobierno perdería votos bonaerenses?
Bullrich puede mejorar su performance en octubre. Según todas las encuestas, la mayoría de los votantes de Sergio Massa ha tenido siempre como segunda opción al oficialismo. Ahora que la postulación de Massa perdió verosimilitud, es probable que sufra una fuga hacia Cambiemos.
El caso de Florencio Randazzo sigue la misma lógica, pero en provecho de la señora de Kirchner. La elección de senador es, de facto, un ballottage.
Quiere decir que María Eugenia Vidal y Federico Salvai, máximos responsables de la campaña bonaerense del Gobierno, al menos hasta que acepten la oferta de Carrió, deberán socavar a Massa y potenciar a Randazzo. Lo primero es más fácil que lo segundo.
La estrategia se basa en las orientaciones generales del voto. Pero también tiene un soporte territorial. Macri tal vez rescate la sugerencia que formuló Emilio Monzó a mediados del año pasado: seducir a los intendentes peronistas.
El Gobierno tratará de aflojar el vínculo entre los alcaldes del Frente Renovador y su candidato a senador. De las diez comunas que controla ese grupo, Massa sólo ganó en Tigre, donde gobierna su antiguo pupilo Julio Zamora, y en General Pinto, donde Alexis Guerrera le aportó 2726 votos. En el resto de las intendencias perdió. Desde el comando oficialista intentarán ahora seducir a esos jefes territoriales para que promuevan el corte de boleta a favor de Bullrich, dejando a Massa librado a su suerte.
El sacrificio de Massa es otro placer que quiere darse Macri. El verdugo ya fue seleccionado: es el ministro de Gobierno de Vidal, Joaquín de la Torre. Líder de San Miguel, donde ganó Bullrich, De la Torre procede de las filas del Frente Renovador. Le bastará con relatar su historia de éxito ante sus viejos compañeros.
Cristina Kirchner consiguió el domingo 400.000 votos menos que los que Daniel Scioli había sacado en la primera vuelta del año 2015. Randazzo obtuvo 500.000. La presunción de que hay una relación entre esos dos caudales se refuerza con otros indicios. Cambiemos sacó las mayores diferencias respecto del kirchnerismo allí donde los candidatos de Randazzo hicieron sus mejores elecciones: Ameghino, Chivilcoy, Castelli, General Belgrano.
Se entiende, entonces, que el Gobierno pretenda sostener al ex ministro del Interior. La ex presidenta pretende, por supuesto, lo contrario.
Para lograr su propósito, el oficialismo debe persuadir a los dos intendentes que acompañaron a Randazzo en el conurbano. Gabriel Katopodis, de San Martín, y Juan Zabaleta, de Hurlingham. Con Zabaleta tal vez sea demasiado tarde. Está en conversaciones con Cristina Kirchner. La ex presidenta amplió la gama de sus interlocutores de manera sorprendente. Son las ansias de poder. Sólo falta que llame a Héctor Magnetto. Vamos por todo.