Por Julio Blanck/Clarín.-
Máximo Kirchner fracasó en un primer intento para ablandar al ex ministro. Pero Emilio Monzó entró en contacto con él.
Máximo Kirchner lo llamó por teléfono. Juan Cabandié lo intentó en persona. El jefe de La Cámpora y uno de sus subalternos notorios trataron de acercarse a Alberto Fernández buscando taladrar las defensas de Florencio Randazzo. Quieren ablandarlo y pescar sus votos. En el primer intento rebotaron con la misma fuerza que los impulsaba. Así lo cuentan en núcleo del randazzismo.
¿De qué estamos hablando? De 525.293 votos conseguidos por Randazzo, según el escrutinio provisorio en la provincia de Buenos Aires. Significan el 5,9% del total. Una fortuna, si se considera que Esteban Bullrich aventajó a Cristina Kirchner en ese recuento incompleto por apenas 6.933 boletas. Fue 34.19% a 34,11%. Menos que casi nada.
El escrutinio definitivo estará en diez días. La agencia de noticias Paco Urondo, que expresa la posición ultra K, publicó ayer que Cristina terminaría ganando por 0,04% según datos del Correo y de la empresa Indra.
Una ventaja final de alrededor de 35.000 votos sobre un total cercano a los 9.500.000. Sería menos de lo que consiguieron Daniel Scioli o Aníbal Fernández en las elecciones presidenciales y de gobernador en 2015. Se le pueden poner muchos nombres a esa posible ventaja, pero es difícil llamarla victoria.
La carrera hacia octubre es la carrera de Cambiemos y de Cristina por capturar los votos que se desplacen desde terceras fuerzas, en un escenario aumentado de polarización. En esa línea está la operación sobre Randazzo, a quien la ex Presidenta había despreciado negándole la competencia en las PASO, cuando el cálculo de sus posibilidades estaba más informado por la soberbia y el voluntarismo que por el conocimiento del estado de ánimo del electorado.
Además de la gestión reservada y por ahora estéril de Máximo y Cabandié ante Alberto Fernández, ladero de Néstor Kirchner en los tiempos dorados y ahora jefe de campaña de Randazzo, la jugada tiene un costado público. Empezó por denigrar a Randazzo por su decisión de presentar lista propia. De eso se encargaron los portavoces mediáticos de Cristina en la larga noche de estupor y furia del domingo. Ayer siguió con el pedido de “un gesto histórico” del ex ministro renunciando a la candidatura en octubre.
El que habló fue Walter Festa, intendente camporista de Moreno, que volvió a ganar ampliamente en su municipio aunque Cristina sacó el domingo 3,3% menos que él mismo cuando fue elegido intendente hace dos años y Cambiemos creció allí 4,1% en el mismo período.
“El adversario es Macri. Hay que hacer el esfuerzo para estar todos juntos. Dividir no tiene sentido. Esperamos que la gente que le quiso poner un freno a Macri acompañe con su voto a Unidad Ciudadana” declaró el jefe municipal en la radio FutuRock FM.
Randazzo le mandó contestar por Florencia Casamiquela, su compañera en la boleta para senador. En la misma emisora ella retrucó: “quisiera pedirle a Festa y a quienes piensan como él que tenga el gesto histórico de honrar las banderas de toda la vida”. Y se despachó contra “este tipo de construcción autoritaria” en la que las listas de la provincia de Buenos Aires “la confeccionan un puñado de porteños en un departamento de Recoleta”. Lindo comienzo para un intento de reconciliación imposible.
“Vamos a defender cada voto que conseguimos el domingo. Los votantes nuestros no son exitistas, sabían que no teníamos expectativa de ganar pero sí de empezar a poner del pie al peronismo” decía anoche Randazzo.
Pero sería equivocarse feo suponer que Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y sus operadores políticos solamente se sentarán a ver cómo la necesidad de Cristina choca contra la furia de su ex ministro por el destrato que le prodigan.
El Gobierno no irá solamente por el voto de Sergio Massa en la Provincia. También hará lo que esté a su alcance para llevarse algunos votos de Randazzo, pero sobre todo para que se queden donde están.
Ya entró en operaciones Emilio Monzó, quien hace más de diez años integraba el equipo de Randazzo en la gobernación bonaerense de Felipe Solá. Hubo una primera conversación, en la que el presidente de la Cámara de Diputados –estudios diversos en mano- le confirmó a su amigo lo que parecía obvio: que sus votos hubiesen sido sobre todo de Cristina si él no hubiese estado en las PASO. El aliento del Gobierno a la jugada de Randazzo pudo haber sido discreto, pero fue importante e innegable.
Por cuerda separada el jefe de Gabinete provincial, Federico Salvai, se ocupará de que los intendentes que acompañan la aventura de Randazzo “tengan todo lo que necesiten” para afrontar la campaña hacia octubre. Fondos, realización y anuncios de obras, esas menudencias. “No los vamos a dejar solos” les prometió Salvai a los atribulados jefes municipales del randazzismo, todos derrotados el domingo.
Los intendentes –los de Randazzo, los de Massa, todos- necesitan defender sus votos locales en octubre. Está cantado que las van a repartir junto con las de candidatos a senador que no sean los de la fuerza que integran. Corte de boletas para todos y todas. De eso se trata la contraprestación.
A estas cosas en la Casa Rosada las llaman “tirarle el Estado encima” a los ultra K en la campaña. Estos muchachos tienen buenas maneras, pero puestos a construir y defender poder son gente de temer.