Por Juan Manuel Barca/iProfesional.-
El oficialismo temía que la manifestación se convirtiera en el principio de una escalada de reclamos. Sin embargo, pese al despliegue logístico, el nivel de convocatoria estuvo lejos del que se alcanzó en mayo pasado, cuando las centrales obreras sorprendieron al macrismo con un acto multitudinario.
Iban a poner "toda la carne al asador". La meta era convocar unas 200.000 personas frente al Congreso para enviar un mensaje a los legisladores y al Gobierno.
Pero a veces las expectativas pueden convertirse en un arma de doble filo.
Eso es lo que deben estar pensando por estas horas los dirigentes de la CGT y los miembros de movimientos sociales, luego de la movilización de este viernes en la que el escenario y las calles parecen haberle quedado grandes.
Por empezar, las tomas aéreas no mostraron una Plaza de los dos Congresos abarrotada. En efecto, la concurrencia sindical fue bastante ajustada, pese a la veintena de organizaciones confederadas presentes.
De ahí que el grueso de la protesta lo aportó el "triunvirato piquetero", integrado por la CTEP, Barrios de Pie y CCC.
Dichas organizaciones fueron las impulsoras de la medida en apoyo a la Ley de Emergencia Social, con media sanción en Senado y en rechazo a las suspensiones y despidos.
En cambio, el sindicalismo fue generoso en recursos -aportó el escenario, los equipos y hasta el atril con la sigla "CGT"- y garantizó la presencia abrumadora de dirigentes sindicales sobre el palco, cosa de dejar en claro sobre quién recayó la conducción política.
Pero semejante despliegue -fue la primera acción conjunta entre la CGT y los piqueteros- estuvo lejos de superar el antecedente del 29 de mayo, cuando las centrales sorprendieron al Gobierno con un acto multitudinario por la ley antidespidos. La vara, por cierto, había quedado muy alta.
Hasta hace poco, las autoridades temían que la manifestación se convirtiera en el principio de una escalada, en momentos que el equipo de Mauricio Macri busca aplacar los ánimos y recrear un clima de "reencuentro" para las fiestas.
Críticas "light"
El tono de los discursos tampoco elevó demasiado la temperatura del ambiente político.
Horas antes, el líder de la CCC, Juan Carlos Alderete, había comparado la situación social con "un caldo de cultivo" en el que "algún trasnochado puede empujar desmanes".
Mientras que sobre el escenario, la dirigencia reclamó "respuestas concretas" y que "cumplan las promesas de campaña".
Si bien hubo advertencias sobre un fin de año conflictivo, lo cierto es que nadie se atrevió a abandonar el diálogo iniciado en las mesas abiertas por el Ejecutivo.
Carlos Acuña, integrante del triunvirato de la CGT, fue el primero en tomar la palabra y le envió un mensaje claro al Gobierno. "Se terminaron los tiempos que tenían para gobernar, queremos respuestas ya", exigió.
"El deterioro económico está golpeando la puerta de nuestros hogares y nada permite asegurar que vamos a tener en el futuro inmediato una solución: los indicadores económicos no dan ninguna tranquilidad", apuntó Juan Carlos Schmid, miembro del triunvirato de la CGT.
Los líderes barriales, en tanto, fueron quienes se encargaron de exponer la situación social de la manera más cruda. "Vuelve los comedores, los chiquitos desnutridos, porque cae el consumo de leche y carne", señaló Daniel Ménendez, de Barrios de Pie.
El dirigente aprovechó además las últimas cifras oficiales sobre empleo, que muestran la pérdida de más de 120.000 puestos de trabajo, para pedirle a Macri que reflexione y no vete la Ley de Emergencia Social.
Con todo, los cuestionamientos no empañaron el balance "optimista" de la jornada por parte del oficialismo. Por el contrario, los funcionarios anticiparon que persistirán en su estrategia "dialoguista".
"Todo lo exigido es lo que hemos hablado. La marcha no cambia nada porque el diálogo ya existe", señaló una fuente de la jefatura de Gabinete.
Así se refirió a las charlas que sostiene el gabinete económico -integrado por la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley; el de Trabajo, Jorge Triaca y el coordinador técnico, Mario Quintana- con el "triunvirato piquetero" y la central obrera.
La próxima reunión será el miércoles. Se trata del segundo encuentro de la mesa del diálogo, en donde la cúpula gremial intentará que funcionarios y empresarios se comprometan a no realizar suspensiones y despidos por tres meses.
Sin la multitud que prometían movilizar, los metalúrgicos se manifestaron con pancartas que rezaban "basta de despidos" y "por la defensa de la industria nacional".
En tanto, con una columna menos numerosa que otras, los camioneros se ubicaron al costado del escenario.
El secretario adjunto del gremio, Pablo Moyano, fue uno de los que criticó la decisión de la cúpula de suspender el anunciado paro para acordar la discusión de un bono con el sector privado en la mesa del diálogo.
Luego de aquellos cortocircuitos, adoptó un perfil bajo. Y el viernes lo ratificó ya que fue uno de los pocos secretarios de la central obrera que no subió al palco.
Además de su ausencia, se notó la de su padre: todavía no hay quien reemplace la contundencia de sus palabras para enviar mensajes políticos.
Protesta pacífica
Desde las 12 del mediodía, las terminales de Constitución y Retiro, así como las principales arterias del centro comenzaron a colmarse de manifestantes. Todo anunciaba un día complicado para el tránsito con la llegada de delegaciones de los movimientos del conurbano bonaerense.
Pero pasadas unas horas, el tráfico fue desviado y la circulación fue menos traumática de lo esperado.
Colaboró con ello el hecho de que las agrupaciones piqueteras no realizaron cortes en accesos a la Capital y rutas, como los que acostumbra a efectuar la izquierda.
La otra señal del clima de "paz social" que se respiraba en las calles provino de la propia policía. Al igual que las organizaciones, las fuerzas de seguridad tampoco saturaron la vía pública y, en cambio, siguieron de cerca la marcha con una presencia modesta de efectivos.
En la Plaza del Congreso los integrantes de los movimientos sociales de desocupados y cooperativistas se ubicaron sobre Avenida Rivadavia. Entre ellos estaba la CTEP, una organización que nuclea al Movimiento Evita, Seamos Libres, Patria Grande, el Movimiento La Dignidad y el Movimiento de Trabajadores Excluidos, liderado por un hombre del Papa Francisco.
La columna fue encabezada por una hilera de obreros con mezcladoras de cementos y carretillas. Son los instrumentos que utilizan para construir viviendas sociales con los fondos públicos, pero ahora denuncian que ya no les alcanza con $2.000 por semana.
"Empecé hace dos semanas a trabajar con la CTEP en la construcción porque la obra en la que estaba cerró y nos echó a todos", dijo a iProfesional Pablo Giménez, un ayudante de obra de 31 años y con 5 hijos, oriundo de Florencio Varela.
A unos metros, un Papá Noel peronista se dejaba sacar fotos con su árbol de navidad viviente, decorado con carteles en reclamo de salario social complementario, aumento del progresar, 1 millón de nuevos empleos y reapertura de paritarias. Puntos que en su mayoría plantea la Ley de Emergencia Social.
Mientras que los afiliados a los distintos gremios de la CGT ocuparon Hipólito Yrigoyen. Por aquella avenida se desplegaron Dragado y Balizamiento, los estatales de UPCN, los choferes de UTA, los panaderos, Obras Sanitarias, petroleros privados, marítimos, Luz y Fuerza.
También se hicieron presentes representantes de municipales, cerveceros, calzado, judiciales, caucho, empleados de estaciones de servicio, los de comercio, sanidad, gastronómicos, alimentación, y obreros de la construcción.
Los bancarios encabezaron la columna de la Corriente Federal de Trabajadores en el centro de la Plaza de los Congresos, detrás de la cual se alinearon los lecheros (ATILRA), curtidores, farmaceúticos y otros sindicatos menos numerosos.
De conjunto, se vivió una jornada sin sobresaltos. Casi como si el Gobierno supiera de antemano el resultado.