Por Joaquín Morales Solá/La Nación.- Están buscando la fortuna de la familia Kirchner. Jueces y fiscales saben que las propiedades de Lázaro Báez son suyas sólo en lo formal. La enorme mayoría de las cosas que tiene Báez pertenecen a la familia que gobernó la Argentina durante 12 años. El juez Sebastián Casanello dispuso allanamientos más numerosos que los que indicó Leonardo Fariña en su última declaración. Ordenó revisar cada una de las casas o estancias que están a nombre de Báez.
Una tarea monumental por la dimensión patagónica de los territorios que deberán inspeccionar. La Justicia se acerca dramáticamente a los pies de Cristina Kirchner.
Sin embargo, se impone una dosis de cautela. La descripción que hizo Fariña de escondites y covachas llenos de dólares y euros corresponde a los años 2011 y 2012. Tuvieron demasiado tiempo para trasladar el dinero y para cambiar la arquitectura de los lugares, sobre todo después de que Fariña fue un testigo doblemente arrepentido ante el periodista Jorge Lanata (primero se confesó ante él y después se desdijo). Los Báez sabían que Fariña conocía la ubicación exacta de esos lugares. Hasta les sacó fotos. ¿Los dejaron tal como estaban? ¿Cometieron, acaso, la monumental chapucería de no modificar nada? Por eso, Casanello mandó allanamientos más vastos que los señalados por Fariña. Es cierto también que el dinero acumulado es mucho, muchísimo, y que no es fácil en este mundo esconder, trasladar o depositar semejantes caudales.
Es igualmente veraz que la Justicia tendría a mano otros recursos si no hubiera hallazgos importantes. Podría, por ejemplo, hacer peritajes para establecer si hubo cambios en los últimos años en las casas y estancias de Báez y dónde se hicieron.
Casanello demoró seis días los allanamientos que debieron hacerse inmediatamente después de la última declaración de Fariña. El juez asegura que le mandó el testimonio del arrepentido al fiscal Guillermo Marijuan, en un sobre cerrado, para que éste se expidiera. El fiscal estaba evidentemente crítico de las demoras de Casanello, pero Marijuan prefirió luego bajar el nivel de la sorda polémica con un elogio a la gestión del magistrado. Hay preguntas que son básicas, pero que conviene hacerlas. ¿Juez y fiscal no debieron, acaso, hablar por teléfono para agilizar los trámites? ¿Por qué procedimientos de tanto volumen político y judicial se resolvieron con el trámite antiguo de enviar un sobre y esperar una respuesta a vuelta de correo? Mientras tanto, el país y, sobre todo, los Báez ya sabían que existía la declaración de Fariña y la supuesta ubicación de los tesoros escondidos.
Una pregunta recurrente que suele hacerse la política es por qué los Kirchner habrían preferido acumular dinero en efectivo en lugar de buscar métodos más seguros. La respuesta que dan los íntimos de Néstor Kirchner es que el ex presidente desconfiaba de los bancos internacionales. Había llegado a la conclusión de que uno de los negocios de esos bancos es guardar dinero de políticos en el poder para negarles su devolución cuando han perdido el poder.
Los bancos embargan esos depósitos, por lo general, a la espera de resoluciones judiciales que no llegan nunca. "Éstos te reciben con alfombra roja cuando sos presidente y después no te dan la guita", solía repetir. Eligió, en cambio, amontonar el dinero en efectivo para luego lavarlo lentamente en el país o llevarlo a paraísos fiscales mediante un sistema de empresas que se parecen a las mamushkas rusas. Una empresa de testaferros guarda a otra empresa y así sucesivamente. Sólo en la última, cuando ya se han perdido casi todas las pistas, están los verdaderos dueños.
La otra pregunta que se hace la política es por qué los Kirchner decidieron confiar parte de su fortuna a un personaje menor como Fariña, farandulero y ostentoso. Era un semáforo encendido llamando a la investigación de la Justicia. Según el relato de antiguos confidentes de Néstor Kirchner, Fariña apareció como gestor del dinero de la poderosa familia política argentina luego de la muerte del ex presidente. Antes, Fariña visitó Olivos como amigo de los Báez, sobre todo de Martín, el hijo, y participó de algunos fulbitos con Néstor Kirchner. En esa época, Néstor prefería llevar el dinero a paraísos fiscales mediante profesionales de las finanzas. Gestión a la que le dio especial impulso después de 2008, aunque la ingeniería de obras públicas sobrefacturadas comenzó casi con su gobierno.
En 2008, los Kirchner sufrieron la primera derrota política, tras su guerra con el campo, y el ex presidente perdió en 2009, con su nombre en las boletas, las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires. Un conocido banquero y otro conocido empresario de concesiones abrían y cerraban entonces las puertas de Olivos. Un amigo del ex presidente le preguntó la razón de esas presencias. "Hay que juntar plata para después del poder", le respondió. La muerte de Néstor Kirchner cambió la política argentina y la estrategia financiera de la familia. Cristina Kirchner arrasó en las elecciones presidenciales de 2011. Comenzó el cepo al dólar y la disputa por el dólar paralelo. Cristina se enojó con todos los banqueros, amigos y enemigos. Le encargó a Lázaro Báez que se hiciera cargo de la fortuna y de su blanqueo o depósito. Báez apareció con Fariña como una inteligente solución. Cuesta imaginar, realmente, que Néstor Kirchner haya depositado parte de sus ahorros (por los que sentía una debilidad inigualable) en manos de Fariña.
Báez sí es obra de Néstor Kirchner. También Cristóbal López. Había una diferencia en el trato con ellos; Báez era un testaferro y López era un socio. Hubo estrategias igualmente diferentes entre Báez y López. Báez creyó en el discurso del microclima cristinista de que la victoria era segura en las pasadas elecciones presidenciales. No se preparó para la derrota, aun cuando Cristina también se peleó con él. Lo dejó sin obras públicas (convencida, dicen, de que robó plata de su marido) y lo expuso públicamente. Varias empresas de Báez están cerca de la bancarrota. No es que Báez no tenga plata. La tiene, pero no puede blanquearla con el pago de salarios a sus empleados. Cristina lo depositó personalmente cerca de los tribunales.
López, en cambio, sí imaginó un escenario de derrota del kirchnerismo.
En julio del año pasado, cuando ni siquiera se habían realizado las elecciones primarias, intentó cambiar el domicilio de sus empresas más vulnerables al sur del país, donde hay una justicia que él conoce, frecuenta y adula. Compró también medios de comunicación para presionar sobre un eventual gobierno de otro signo. La AFIP de la nueva administración y la Justicia le impidieron el cambio de domicilio. El error de Néstor Kirchner fue confiar en personajes tan poco presentables. Un ex empleado bancario convertido en uno de los más grandes terratenientes de la Patagonia. Un empresario del juego y del petróleo que no le devolvió al Estado el dinero que cobraba como impuesto a las naftas. Acumuló casi 8000 millones de pesos que usó para agrandar su imperio. El error de Cristina fue, además, poner todo eso en manos ineptas y torpes, muchas veces para conformar caprichos o malhumores personales.
Reclamo social
Los jueces que están son los mismos que había antes. La única diferencia es que ahora están espoleados por una sociedad que ya no sólo pide que "vayan presos", sino también que "devuelvan la plata". No es casual que Casanello haya instruido que se requisen en las propiedades de Báez todo el dinero y las joyas que se encuentren. Las encuestas han llevado el tema de la corrupción al primero o al segundo lugar entre las preocupaciones sociales.
En ese contexto, sucedieron dos escraches contra el ex hombre fuerte del cristinismo Carlos Zannini.
Los funcionarios cristinistas más conocidos (Julio De Vido, Amado Boudou, Aníbal Fernández, entre varios más) llevan una vida de virtual prisión domiciliaria. No pueden salir de sus casas, ni en Río Gallegos ni, mucho menos, en la Capital. La situación incluye a la ex presidenta, que sólo se mueve en el espacio público rodeada por una guardia de corps de La Cámpora.
Vale la pena repetir que el método del escrache es repudiable, lo haga quien lo haga. Zannini vivió un verdadero infierno, sobre todo en el avión. En la cancha de Boca estaba, al menos, con custodia. En el avión era una persona sola e indefensa, acosada y hostigada por una mayoría enardecida. Un verdadero espectáculo fascista. Zannini no es inocente de nada, pero todavía está la Justicia, que deberá resolver si hay pruebas para declararlo culpable. Aunque el kirchnerismo inventó el método del escrache a enemigos reales o supuestos (quien esto escribe fue víctima varias veces de ese método), el detestable recurso debe terminar si es que la civilización no comenzó a derrumbarse en el país. El propio presidente Macri debería repudiar públicamente los escraches y hacer un llamado para que no se repitan. Es el momento de probar que el cambio consiste en algo más que otra política económica.