HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

sábado, 1 de agosto de 2015

FRANCISCO Y LA CULTURA DEL ENCUENTRO

    Por AICA.- Conferencia de monseñor Eduardo Eliseo Martín, arzobispo de Rosario en la Asociación de Empleados de Comercio de Rosario (29 de julio de 2015). 

 El cristianismo como acontecimiento que tiene la forma de un encuentro humano. 

 1. Tenemos que partir, para comprender esta insistencia del Santo Padre en propiciar una cultura del encuentro de la naturaleza misma del cristianismo. ¿Cómo definir el cristianismo? ¿Qué categoría podrá expresar más exhaustivamente su naturaleza? Se ha intentado reducir al cristianismo a una doctrina, o una moral, o un culto desnaturalizándolo por completo, transmitiendo con ello una caricatura del mismo. Sin embargo es frecuente esta caracterización. “Una insidiosa deslealtad cultural ha hecho posible, en parte por la ambigüedad y la fragilidad de los cristianos, la difusión de una vaga idea del cristianismo como discurso, doctrina y, por consiguiente incluso fábula o moraleja”. No; el cristianismo es ante todo un hecho, un acontecimiento que tiene la forma de encuentro humano. Dice el Documento de Aparecida en el Nº243, (documento en el que tuvo decisiva participación el Cardenal Bergoglio como responsable de la redacción del mismo): “El acontecimiento de Jesucristo es, por tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo: “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva (Benedicto XVI; Francisco Eg. 7) y el número siguiente dice: “la naturaleza misma del cristianismo consiste, por tanto, en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo. Esa es la hermosa experiencia de aquellos primeros discípulos que, encontrando a Jesús, quedaron fascinados y llenos de estupor ante la excepcionalidad de quienes les hablaba, ante el modo como los trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus corazones “. (Ap. 244)
El Papa Francisco dirá en su Exhortación apostólica EG.Nº12 (Documento programático de su pontificado) “No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que llevan al centro del Evangelio: “No se comienza a ser cristiano… sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona… y en su discurso a miembros del movimiento Comunión y Liberación, el 7 de marzo de este año les expresaba: “Todo en nuestra vida, hoy como en tiempos de Jesús, comienza en un encuentro. Un encuentro con este hombre, el carpintero de Nazaret, un hombre como todos y, al mismo tiempo, diverso. Pensemos en el Evangelio de San Juan, allí donde relata el primer encuentro de los discípulos con Jesús (Jn.1,35-42). Andrés, Juan, Simón se sintieron mirados en lo más profundo, conmovidos íntimamente, y esto suscitó en ellos una sorpresa, un estupor que, inmediatamente, les hizo sentirse unidos a El… - 


El testimonio personal de Francisco: 

"La fe, para mí, nace de un encuentro con Jesús. Un encuentro personal, que ha tocado mi corazón y ha dado una dirección y un nuevo sentido a mi existencia…Pero al mismo tiempo es un encuentro que fue posible gracias a la comunidad de fe en la que viví…Sin la Iglesia -créame-, no habría sido capaz de encontrar a Jesús, siendo consciente de que el inmenso don de la fe se conserva en los frágiles odres de barro de nuestra humanidad” (carta a Eugenio Scalfari, sept. 4 de 2013). 2. El papel de la misericordia en la dinámica del encuentro: No se puede comprender esta dinámica del encuentro que suscita el estupor y la adhesión sin la misericordia. Sólo quien ha sido acariciado por la ternura de la misericordia conoce verdaderamente al Señor. El lugar privilegiado del encuentro es la caricia de la misericordia de Jesucristo en mi pecado. Y, por eso, algunas veces, me han oído decir que el puesto, el lugar privilegiado del encuentro con Jesucristo es mi pecado. (discurso al Mov. Comunión y liberación; marzo de 2015) ¿Por qué dice esto el Santo Padre? ¿De dónde esta afirmación tan audaz? A primera vista nos puede escandalizar, pero si Jesucristo vino para encontrarse con los pecadores, él no vino por los justos; por otra parte todos somos pecadores. La liturgia de la Vigilia Pascual, en esta misma línea afirma bellamente: “Oh feliz culpa que mereció tan gran redentor”. Nuestro Pecado es el lugar privilegiado, que cuando lo pones delante de Jesucristo experimentas las entrañas más fecundas de Dios: el ser misericordia, el abajarse hasta nuestra miseria y perdonarnos. (ídem) 3. La Iglesia, encuentro con Jesucristo hoy: Surge alguna otra pregunta. ¿Cómo se da hoy el encuentro con Jesucristo?.

El citado documento de Aparecida nos dice: 

“Maestro…¿Dónde te encontramos de manera adecuada para abrir un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad? ¿Cuáles son los lugares, las personas, los dones que nos hablan de Ti, nos ponen en comunión contigo y nos permiten ser discípulos y misioneros tuyos? (AP.245). La Iglesia como lugar del encuentro con Jesucristo: Escribía ya el Cardenal Jorge Bergoglio al prólogo del libro “Por qué la Iglesia”: La Iglesia siguiendo la Palabra de Dios afirma que “Llevamos un tesoro en vasija de barro”(2Cor 4,6-9). Los acondicionamientos humanos son elementos para la encarnación de lo divino que quiere hacerse presente a través de lo humano. Y justamente esta humanidad de la Iglesia es la que permite, ahora como hace dos mil años, vivir un encuentro concreto con el Dios hecho carne, poder vivir una experiencia, una verificación de la pretensión de Jesucristo de estar presente entre nosotros”. Y al finalizar el prólogo dice: “El Papa y el P.G nos han dejado un pueblo, una Iglesia viva, a través de la cual quien busca realmente la respuesta a su anhelo de verdad y felicidad, puede hoy como hace dos mil años – vivir un encuentro fascinante, una experiencia verdadera, una realización de su humanidad.” 2- Origen de la moral cristiana: Consecuencia del Encuentro con Jesús Decimos siempre que el obrar sigue al ser, que la moral es consecuencia y siempre consecuencia. Es una dimensión secundaria, en el sentido que viene después, no es lo primero sino una consecuencia del encuentro con Jesús. Escuchen lo que al respecto dice el Papa Francisco cuando el encuentro de Jesús con San Pedro luego que lo negara tres veces delante de los servidores de la casa de Caifás, y después de la resurrección, Jesús le preguntó a Pedro si lo amaba; “Pedro responde; “Si”; ese sí no era el resultado de la fuerza de voluntad, no venía sólo de la decisión del hombre Simón: venía ante todo de la Gracia, era el “primerear”, el preceder de la gracia. Y más adelante: “La moral cristiana no es el esfuerzo titánico, voluntarista de quien decide ser coherente y lo logra, una especie de desafío solitario ante el mundo…La moral cristiana es respuesta, es la respuesta conmovida ante una misericordia sorprendente, imprevisible, incluso “injusta” según los criterios humanos, de uno que me conoce, me estima, me abraza, me llama de nuevo, espera en mi, espera de mi: La moral cristiana no es no caer jamás, sino levantarme siempre, gracias a su mano que me toma.”(Papa Francisco, Discurso al Movimiento Comunión y Liberación San. Pedro 07/03/15).

 A raíz del encuentro en Jesucristo en la comunidad cristiana “el hombre de hoy puede verificar… que esta vida corresponde a las exigencias más radicales del corazón, que permite encarar las circunstancias y los problemas cotidianos con una mirada y en una postura cien veces más realista y verdadera, que permite experimentar, desde ya en esta tierra, el “Ciento por uno “(Mc10,30) en el amor, en el trabajo, en la vida social, hasta en el dolor y el sufrimiento”.( Por qué ……Pag.7) Así como la experiencia de la misericordia en el encuentro con Cristo nos hace capaces de un bien mayor; así ha de ser el camino de la Iglesia, de una Iglesia que vive de la misericordia del Señor, se hace ella misericordia, y no se queda, se convierte en una Iglesia en salida: “Y el llamado de la Iglesia es también éste: dejar que se manifieste la gran misericordia de Dios…El camino de la Iglesia es precisamente el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que lo piden con corazón sincero; el camino de la Iglesia es precisamente, el de salir del propio recinto para ir a buscar ( encuentro) a lo lejanos en la periferias esenciales de la existencia; es el adoptar integralmente la lógica de Dios, que es la misericordia. En resumen, el encuentro con Jesucristo es la Iglesia es para el Papa Francisco el encuentro fundante, el encuentro decisivo que puede generar un nuevo modo de relacionarnos, un nuevo modo de vivir las relaciones con los demás, con Dios y con los hermanos. Es el encuentro con Jesucristo lo que funda una cultura del encuentro desde la raíz. Todo lo demás viene por añadidura: “Busquen el Reino de dios y su justicia y lo demás se dará por añadidura”. La fe que nace del encuentro con Jesucristo ha de hacerse cultura para llegar a su madurez. San Juan Pablo II decía que “una fe que no se hace cultura es una fe que no ha sido plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida” 3. La cultura del encuentro Porque la fe es encuentro con Jesús, el camino de la Iglesia es salir al encuentro de los alejados, es salir a las periferias esenciales de la existencia. Así como el Verbo de Dios se hizo el último de todos y el servidor de todos; así como Jesucristo salvó la distancia y se hizo tan cercano que se hizo uno de nosotros, también nosotros debemos hacer lo mismo. Tenemos que encontrar a los demás. Debemos ir al encuentro de todos, sin hacer acepción de personas. Y lo debemos hacer dice Francisco “sin negociar nuestra pertenencia” (a los mov). 18 de mayo de 2013). .-

El encuentro con los pobres

 Por donde empezar? Jesucristo se hizo el último de todos, el más pobre de todos. Es lógico que debamos empezar por el encuentro con los pobres. En varias ocasiones el Papa se refiere a lo que es noticia: la caída de un banco, un escándalo, pero no un vagabundo muerto de frío. En varias ocasiones ha relatado el “midrash” judío de siglos pasados que explicaba que la torre de babel se fue construyendo con ladrillos que valían mucho, pues costaba hacerlos; si se le caía un ladrillo a un obrero, éste era castigado, si se caía un obrero no pasaba nada. Francisco nos invita a salir en dos direcciones: hacia Dios por la oración, y hacia el prójimo por el servicio. Lo que va a certificar la autenticidad de nuestra oración es si nos hemos encontrado con el pobre. ¿Cuándo uno se encuentra con el pobre?: cuando lo miras a los ojos, cuando le tocás su mano. Si sólo soltaste la moneda no te encontraste con él. Es claro, fuerte y profético el llamado del Papa a resolver las causas estructurales de la pobreza: Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad [173], no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales. (EG 202) Y un poco más adelante nos dice: .- Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos. (EG 204) .-


En el seno del pueblo


 La cultura del encuentro se gesta, se vive, se desarrolla en el seno de un pueblo. En el seno del pueblo fiel de Dios, en el pueblo en general, o en los pueblos. En la EG, en la parte referente al bien común el Papa Francisco valora la categoría de ciudadano; pero es más ser pueblo: “En cada nación, los habitantes desarrollan la dimensión social de sus vidas configurándose como ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como masa arrastrada por las fuerzas dominantes. Recordemos que «el ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral» [180]. Pero convertirse en pueblo es todavía más, y requiere un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada. Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo hasta desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armonía.” (EG n. 220) En la construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad el Papa nos ofrece cuatro principios que brotan de los grandes postulados de la DSI. Qué significa la paz para Francisco: no es un irenismo o una mera ausencia de violencia lograda por la imposición de un sector sobre los otros. Tampoco una paz para justificar una organización social que silencie a los más pobres para sostener estilos de vida para una minoría feliz. Se construye cada día en la instauración de un orden querido por Dios que comporta una justicia más perfecta entre los hombres. Una paz que es fruto del desarrollo de todos. .- El tiempo es superior al espacio. Nos capacita para trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Uno de los pecados que a veces se advierten en la actividad sociopolítica consiste en privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos. Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad. (EG 223) A este respecto el Papa se pregunta acerca de quienes en el mundo de hoy se preocupan realmente por generar procesos que construyan pueblo, más que por obtener resultados inmediatos que producen rédito político fácil, rápido y efímero. .- La unidad prevalece sobre el conflicto. Los conflictos hay que asumirlos y no quedarnos entrampados en ellos. Hay que aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en eslabón de un nuevo proceso, de nodo de desarrollar la comunión en las diferencias. Esta comunión la facilitan esas grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y miran a los demás en su dignidad más profunda. Este principio es esencial para la construcción de la amistad social. .- La realidad es más importante que la idea. “La idea desconectada de la realidad origina idealismos y nominalismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento. Hay que pasar del nominalismo formal a la objetividad armoniosa. De otro modo, se manipula la verdad, así como se suplanta la gimnasia por la cosmética [185]. Hay políticos —e incluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena a la gente. (EG 232) .-

El todo es superior a las partes.

Y también es más que la mera suma de ellas. “El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad. Tanto la acción pastoral como la acción política procuran recoger en ese poliedro lo mejor de cada uno. Allí entran los pobres su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades. Aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse. Es la conjunción de los pueblos que, en el orden universal, conservan su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos. (EG 236) .- El valor del diálogo social para contribuir a la paz Al anunciar a Jesucristo, que es la paz en persona (cf. Ef. 2,14), la nueva evangelización anima a todo bautizado a ser instrumento de pacificación y testimonio creíble de una vida reconciliada [187]. Es hora de saber cómo diseñar, en una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones. El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite. No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural. (EG 239). Cuánto tenemos que aprender lo argentinos de estas palabras del Santo Padre, que ciertamente son dichas para todos, pero han nacido de su experiencia como un hombre que pertenece a nuestro pueblo. Dice Diego Fares en su libro Papa Francisco. La cultura del encuentro, que “Cultura del encuentro, para nosotros, argentinos, es cultura del reencuentro…Políticamente, nuestros desencuentros, tan acentuados y tristemente repetidos, tienen que hacernos abrir los ojos a la raíz amarga que produce esta cizaña: la soberbia de pensar en “nuestra parte de La herencia” despreciando a nuestro hermano diferente; esto atenta contra una patria que nos dice: “hijos, todo lo mío es de ustedes”. Sólo la experiencia existencial del don inmenso que significa vivir en la Argentina, cultivado como trigo bueno allí mismo donde crece la cizaña del desencuentro, puede llevarnos a desterrar esa soberbia oligárquica de los que creen que la parte es mayor que el todo. (pág. 60)

 Sírvanos como síntesis estas palabras de Francisco a los obispos: 

 “Tengan el valor de ir contracorriente de esta cultura eficientista, de esta cultura del descarte. El encuentro y la acogida de todos, la solidaridad, es una palabra que la están escondiendo en esta cultura, casi una mala palabra, la solidaridad y la fraternidad, son elementos que hacen nuestra civilización verdaderamente humana. Ser servidores de la comunión y de la cultura del encuentro. Los quisiera casi obsesionados en este sentido. Y hacerlo sin ser presuntuosos, imponiendo «nuestra verdad», más bien guiados por la certeza humilde y feliz de quien ha sido encontrado, alcanzado y transformado por la Verdad que es Cristo, y no puede dejar de proclamarla (cf. Pc 24,13-35).” (27/7/13). Y el deseo, y pedido a Dios de que haya más políticos comprometidos con el bien común: ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos. ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social. (E.G 205) Que este testimonio luminoso y comprometido del Papa Francisco nos anime a ser artífices de esta cultura del encuentro en nuestra patria, comprometiendo en ello nuestras vidas. Termino con una alocución del Papa que explica la diferencia entre colaborar y comprometerse. Lo expuso en la Academia pontificia de ciencias, y sin ningún problema se basó en un cuento de Landriscina. La vaca colabora con la leche para hacer el queso para el sándwich, pero el chanco se compromete con su vida para el jamón del sándwich. Colaborar está bien, pero no basta, tenemos que comprometernos, tenemos que dar la vida para el bien de los demás.

 Mons. Eduardo Eliseo Martín, arzobispo de Rosario

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