Por Fernando Gonzalez/El Cronista.-
No se suicidó: lo mataron. Cinco palabras le bastaron a la jueza Sandra Arroyo Salgado para volver a conmover a los argentinos y avanzar en la hipótesis más temida.
El suicidio es una tragedia pero transita los caminos de la debacle personal. Habla de la debilidad del ser humano y de las frustraciones pero se aleja de los laberintos oscuros del poder.
En cambio un asesinato es otra cosa. Si la ex esposa del fiscal Alberto Nisman y sus peritos llegan a tener razón, las sospechas sobre la consolidación de un estado mafioso en la Argentina crecerán hasta poner contra la pared al Gobierno, a la Justicia y a las fuerzas de seguridad además de los servicios de inteligencia.
Por lo pronto, ha quedado severamente cuestionada la investigación de la fiscal Fein y de todos los funcionarios que participaron de la secuencia desprolija que transcurrió entre la noche del 18 de enero y la madrugada siguiente en el departamento de Le Parc.
Las palabras de Arroyo Salgado recorren el mundo y le agregan un toque siniestro a la denuncia de Nisman, que volvió a recobrar potencia luego de la apelación del fiscal Pollicita y la decisión que debe tomar la Cámara Federal sobre la supuesta responsabilidad de la Presidenta en el cada vez mas incomprensible pacto con Irán para resolver el caso AMIA.