HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

miércoles, 30 de diciembre de 2009

PARA LA CONVERSIÓN MORAL, UNA ESPERANZA ACTIVA

La Plata (Buenos Aires), 30 Dic. 09 (AICA)

El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, aseguró que “la decadencia religiosa, el olvido de Dios, la falta de autenticidad de un cristianismo pregonado con ligereza pero no vivido, frustran el influjo de la salvación que podría ejercerse benéficamente sobre las realidades terrenas, sobre la vida social”.

“La sociedad argentina no experimenta hoy el influjo sanante y recreador de la salvación cristiana. La acumulación crónica de los problemas, las situaciones inveteradas de injusticia, revelan fallas morales y religiosas que se han consolidado como hechos culturales difíciles de remover. Si se trata de fallas morales y religiosas, digamos de antemano que los pastores de la Iglesia no carecemos de responsabilidad”, advirtió durante la misa de Navidad en la catedral Nuestra Señora de los Dolores. El prelado sostuvo que “la percepción social de un reciente agravamiento de esos problemas y de la incapacidad de las dirigencias para resolverlos provoca un sentimiento generalizado de crispación. Ahora recurrimos con frecuencia a esta palabra para definir un estado de irritación, de exasperación, a veces latente en la pasividad tensa y desencantada de la mayoría silenciosa, otras veces patente en la protesta bullanguera, violenta, anarquizada de grupos cada vez más activos y prepotentes. Tras señalar que “se pierde de vista muchas veces que los males que nos aquejan tienen raíces morales”, enumeró algunos de los que padece la Argentina. “La sensación de inseguridad no es meramente subjetiva; registra la proliferación del delito hasta límites intolerables y este hecho revela que la conciencia del bien y del mal se encuentra ofuscada como consecuencia del vacío espiritual o por la devastación de la droga en los autores de los crímenes, para los cuales la vida no vale nada, ni la propia ni la ajena. La ambición de poder y de dinero, los riachos subterráneos de corrupción, contrastan con la persistente miseria de sectores enteros de la población. La intolerancia política y la incapacidad para el diálogo hacen difícil la concreción de acuerdos elementales que deben sobreponerse a los intereses subalternos si de veras se desea promover el bien común”, puntualizó. El arzobispo platense agregó además que “muchos constatan también una inclinación práctica de nuestro régimen político, que siendo representativo, republicano y federal funciona como clientelístico, autocrático y unitario. La descomposición de la familia no es sólo un hecho sociológicamente constatable, sino una intención programada en algunos proyectos legislativos que proponen alterar la naturaleza del matrimonio”. También se refirió a “ciertas orientaciones educativas transmiten una concepción reductiva de la persona humana y de la sexualidad y una ideologización sectaria de la formación ciudadana, que al imponerse no respetan el derecho de los padres a que sus hijos reciban una educación conforme a sus convicciones morales y religiosas. Cada vez más se hace sentir la presencia del Estado como un temible Leviatán y sin embargo la sociedad parece huérfana de conducción; otra de las numerosas contradicciones criollas”. El prelado preguntó entonces “cómo podremos librarnos de estas calamidades, cómo puede proyectarse sobre esta realidad compleja y amenazante la esperanza de la salvación, cómo pueden insinuarse, sin ruido pero con eficacia en la sociedad argentina los valores, la gracia de la Navidad: la humildad del Dios hecho hombre, su amor por nosotros, su predilección por los pobres, los ideales de justicia, de rectitud, de verdad, la verdadera paz que es el orden de la justicia y del amor”. A modo de respuesta, recordó que “la esperanza es el término medio, pero por elevación, entre la pasividad desencantada y la agitación violenta y estéril”, pero aclaró: “una esperanza activa, fundada en la fe, que oriente los esfuerzos necesarios para hacer visibles los despuntes temporales de la salvación: no sólo la superación de la emergencia que nos aflige, sino la realización histórica, siempre postergada, de una patria digna de ese nombre, tierra de los padres en la que todos nos sintamos acogidos, donde pueda arraigar la esperanza mayor en los nuevos cielos y la nueva tierra”. Por último, monseñor Aguer señaló que “la oración es el intérprete de la esperanza”, y llamó a pedir, como una gracia de Navidad, “la conversión religiosa y moral que necesita la sociedad argentina, la sincera aceptación de Cristo como Salvador, para que podamos experimentar los efectos temporales de la salvación. Pidamos esta gracia por medio de María, ya que por ella, por su maternidad virginal y divina, nos ha nacido el Salvador”.

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