Por Francisco Jueguen/La Nación.-
"Les doy una hora para que lo lean", les ofreció Martín Sabbatella. Mirando el dictamen de más de 1000 fojas, le hablaba a los directores de la oposición. Respaldado fielmente por los hombres del oficialismo en la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), sus palabras apuntaban a Marcelo Stubrin y Gerardo Milman. Ese miércoles la reunión en el sexto piso en el edificio que la Afsca comparte con el Boletín Oficial en Suipacha al 700 iba a tratar 60 expedientes. Pero, como había anticipado sorpresivamente Sabbatella en conferencia de prensa, sólo se habló de la adecuación de oficio de Clarín.
"Te apuesto mi Peugeot 308 a que te doy siete días y después me lo rechazás", le disparó Sabbatella a Milman tras el pedido del opositor de más tiempo para analizar la información oficial. "Si es razonable, lo apruebo", respondió el hombre de GEN. "Me estás condicionando el voto a que sea razonable", devolvió el militante de Nuevo Encuentro. Milman y Stubrin votaron en disidencia porque nunca vieron lo que denunciaba ese dictamen. Los directores oficialistas, que tampoco conocían su contenido, levantaron la mano con los ojos cerrados.
El miedo alienta a la Casa Rosada. No sólo el de la corrida cambiaria y las reservas. La corrupción acecha
El resultado de la escena en la Afsca construye una nueva ironía kirchnerista: en la lucha contra lo que Jorge Capitanich describía esa misma mañana como "grupos mediáticos concentrados ", Sabbatella representaba el monopolio de la información pública. Nadie más, sólo él, conocía la investigación y sus pruebas. Símbolos de pluralidad y transparencia.
No hay batalla cultural. Sólo pirotecnia. Y la búsqueda de una tenue cortina de humo para intentar tapar un ajuste -y la derivada conflictividad social-, los oscuros negocios presidenciales, y, ¿por qué no?, la preparación discursiva del relato para un posible acuerdo con los holdouts (un fuerte rumor que hasta ahora sólo parece querer mejorar las expectativas económicas de fin de año).
Revive así la teoría nietzscheana de un eterno retorno, pero esta vez como un ciclo súper acelerado. Mientras el sticker de "patria o buitres" se despega lentamente -ya dejó de vender políticamente-, se vuelve a un viejo enemigo: Clarín. La desprolijidad de Sabbatella parece casi intencional. Antes de declarar la adecuación de oficio debió darle la posibilidad al grupo de medios de modificar los supuestos incumplimientos. Esa arbitrariedad, que el Gobierno no ejerció en otros puntos cardinales del sistema de medios, abre a Clarín las puertas de la Justicia. Es probable entonces que, cautelar mediante, el kirchnerismo se garantice la opción de reeditar también otro viejo enemigo: aquel que combatió con los fallidos proyectos de "democratización de la Justicia".
El ataque a Clarín puede ser el principio de una gran vuelta carnero en el relato que justifique un acuerdo con los llamados fondos buitres y su poder de extorsión
La casualidad quiso que el mismo día en que se iniciaba el nuevo embate contra el Grupo Clarín los fondos buitres revelaran en una breve teleconferencia desde Nueva York la presunta ruta que siguió el dinero de Lázaro Báez -socio de Cristina Kirchner- a través de bancos en Uruguay, Bahamas, Suiza y Liechenstein. La plata, sugirieron esos millonarios, proviene de la obra pública.
El miedo alienta a la Casa Rosada. No sólo el de la corrida cambiaria y la estrechez de las reservas. El destape de la corrupción acecha en cada esquina a la figura presidencial. Para parar la bola de nieve, los rumores crecen en los pasillos de las oficinas gubernamentales. "¿Te creés que no les vamos a pagar a los fondos buitre? Claro que les vamos a pagar", dijo un ministro en estricto off the record mientras caminaba nervioso de un lado a otro en su oficina. Eso mismo recalcaron banqueros con llegada a la cúpula del oficialismo. Son rumores que inundan la City en estas jornadas calientes.
Se abre la incógnita. ¿Se trata de un intento de desplegar expectativas positivas previas a un diciembre conflictivo o realmente hay una intención de pagar a los buitres como opción para llegar con chances electorales? Serán unas vacaciones movidas: en diciembre, enero y febrero se moverán estas fichas.
Los casos de corrupción acechan la sombra de la Presidenta y los cabos sueltos aparecen gracias a los multimillonarios esfuerzos de NML
Esos dos caminos se bifurcan. En el primero, la apuesta al relato contra Clarín -como lo fue la avanzada contra el campo, Eduardo Duhalde, los empresarios, la oligarquía, entre muchos otros culpables- concentra las voluntades de los ultraoficialistas. En esa batalla, la militancia encuentra su sentido. En ese mundo discursivo, la pirotecnia ofrece a posibilidad de una nueva tapadera para el ajuste. Una devaluación anual cercana al 30% (cotización oficial), una inflación en el año que superará el 40% -que en los precios regulados por el Gobierno alcanza más del 50%- y paritarias que subieron 30%. En esta ruta, la expectativa del Gobierno es que los rumores sobre un acuerdo con los holdouts morigeren tensiones cambiarias y financieras, y una crisis social de fin de año.
Pero el ataque a Clarín -y a la libertad de expresión- puede ser el principio de una gran vuelta carnero para tapar los desbarajustes del relato oficial y opacar el camino de un acuerdo con los llamados fondos buitre y su poder de extorsión. Los casos de corrupción acechan la sombra de la Presidenta y los cabos sueltos aparecen gracias a los multimillonarios esfuerzos de NML. Un acuerdo con Paul Singer requiere nuevos (viejos) enemigos para hacer olvidar los fuegos artificiales de la Fragata Libertad o el "no pasarán" de Axel Kicillof.
Cualquier opción parece derivada de la política, plano que rige el vaivén económico de los argentinos. Ambos caminos descriptos tienen un mismo destino: que el kirchnerismo llegue a fines de 2015 con chances electorales. La Cámpora quiere a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Ella duda. Hoy creen que todo puede ser posible gracias a Clarín y a los buitres.