HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

jueves, 19 de junio de 2014

EL "PÉNDULO" DE CRISTINA KIRCHNER: su necesidad de mostrar señales "market friendly" mientras expande el gasto Nac&Pop


   Por Fernando Gutierrez/iProfesional.- Contener salarios y, a la vez, inyectar millones al mercado para fogonear consumo. Cobrarle impuesto a las Ganancias a más trabajadores y, al mismo tiempo, hacer que el gasto público crezca al 42%. Medidas de ajuste conviven con otras de "desajuste". ¿Contradicciones o parte de la esencia k?
A pesar de que ya lleva seis años y medio en el poder, Cristina Kirchner sigue resultando impredecible para la mayoría de los politólogos, economistas y empresarios. Es así que, mientras algunos destacan que ha tomado actitudes "ortodoxas" con su cuidado por las reservas del Banco Central y sus gestos "market friendly" (acuerdo con Repsol, Club de Paris, resolución de juicios en el Ciadi, nuevo índice de precios), otros se quejan amargamente por su tendencia populista a expandir el gasto público, aun cuando la inflación mantiene niveles alarmantes. Como ambas tendencias conviven dentro de la política del Gobierno, se plantea la confusión y la incertidumbre sobre qué esperar en el futuro próximo. ¿Cuál es, en definitiva, el verdadero "modelo" de Cristina? ¿Es el que trata de contener los aumentos de salarios, como se vio en estas paritarias? ¿O es el que apunta a inyectar mucho dinero al mercado para fogonear el consumo? ¿Es el que muestra responsabilidad fiscal, hasta el punto de cobrarle cada vez a más asalariados el Impuesto a las Ganancias?¿ O el que se empeña en que el gasto público crezca a un ritmo del 42%, con ingresos que lo hacen al 35%? ¿Es el que pretende dinamizar la actividad privada con créditos subsidiados? ¿O el que perjudica la producción nacional atrasando el dólar o pisando importaciones? Estos interrogantes que reflejan esas dualidades, proliferan y los hay de todo tipo. Como "jactarse" de prescindir de los mercado internacionales de crédito y, al mismo tiempo, festejar el haber acordado con el Club de Paris que implica, además del capital, el pago de u$s3.700 millones por intereses y punitorios. O su última "cadena oficial", en la que se refirió al fallo adverso de la Corte de los Estados Unidos. En esta ocasión -y pese a los pronósticos más agoreros- dedicó buena parte de su discurso a criticar duramente el proceder de los fondos buitres cuidándose de no referirse a la decisión de los jueces cuando, en situaciones anteriores, disparó con inusual dureza, incluso amenazando con no cumplir con sus sentencias. 


La política del péndulo 

La lista puede continuar hasta el infinito. Y la dificultad de responder estas preguntas ha llevado a que se generalizara la idea de que existe un "choque de modelos": uno liderado por el titular del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, y otro comandado por el ministro de economía, Axel Kicillof. Esto hace que uno presione por cuidar las reservas y controlar la inflación, mientras que el otro esté más preocupado por mantener el gasto público "a full". "La campaña para bajar el gasto público me da escalofríos. Algunos políticos de la oposición, analistas, banqueros e industriales piden que se baje. Yo viví la década del 90 y el objetivo central era ese. Esa política viene dictada por los organismos multilaterales de crédito y la más rancia ortodoxia", disparó Kicillof hace unos días, dejando bien en claro su forma de pensar. Un extenso anecdotario sobre supuestas peleas, "serruchadas de piso" y amagues de renuncias alientan la idea del "choque de modelos". Sin embargo, es probable que los funcionarios K que han salido a desmentir las disidencias entre ambos hasta tengan algo de razón. A fin de cuentas, como lo expresó explícitamente un inusual comunicado emitido hace algunas semanas por el Banco Central, no hay ninguna medida importante que no haya sido ordenada por Cristina. Lo cierto es que, antes del salto devaluatorio de enero (ese que, según Carta Abierta, fue impulsado por las fuerzas conspiradoras), la Presidenta había tenido una extensa reunión con Fábrega. Y, como el propio titular del Banco Central reconoció luego en su única alocución pública, la devaluación no fue forzada por el mercado, sino que fue una decisión adoptada junto con Cristina tras haber repasado la realidad de ese momento. En palabras del propio titular del Central, el salto del tipo de cambio respondió a "una demanda por mejorar la competitividad de los exportadores".

 De la misma manera, fue la Presidenta -y no Kicillof- quien alentó la seguidilla de anuncios con medidas de "inclusión social" que hagan de contrapeso al enfriamiento de la economía real. Al decir del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, estas iniciativas -entre las que destaca el ajuste nominal del 40% en la Asignación Universal por Hijo, "tienden a potenciar el consumo". Y cuantificó en $35.000 millones el desembolso de la Anses para junio. Esos pagos "alcanzarán a 7,5 millones de beneficiarios, incrementarán su poder de compra y vigorizarán la perspectiva de crecimiento de la economía", expresó. En definitiva, tanto las medidas para ordenar las cuentas de la economía como aquellas otras que apuntan a expandir el gasto, conviven en el ideario kirchnerista. Sólo que, dependiendo de cuál sea el temor que más afecte a la Presidenta en un momento dado en particular, privilegiará más la disciplina financiera o la expansión de ese gasto. El tenor del "apriete" monetario de los últimos meses lleva a entender que, ahora, el "péndulo" de Cristina se orientó más al objetivo de cuidar las reservas. Más aun, tras el revés sufrido con los fondos buitres. "Toda la discusión hoy pasa por defenderlas a rajatabla. El esquema económico se ha reducido a esa discusión, una especie de consigna de ‘defendámoslas porque si siguen cayendo como antes de la devaluación no se llega a terminar el mandato´", grafica Alfonso Prat Gay. En la misma línea, el economista Nicolás Dujovne señala: "El Gobierno eligió este año que caigan los salarios reales para estabilizar las reservas. Así que la Argentina va andar vegetando por una recesión". 

 ¿Discusiones irrelevantes? 

Roberto Lavagna cree que la posible pelea entre Kicillof y Fábrega "es una discusión inútil", porque está centrada en cuestiones como, por ejemplo, cuál debe ser el nivel de tasas de interés. "Esto no es lo que vaya a resolver los problemas del país", expresó. En su opinión, "lo que se ha logrado solamente es ganar algo de tiempo". Y dejó entrever su preocupación por el nivel de deuda que le quedará a la próxima administración. Otros analistas apuntan a la polémica sobre el dólar. Es decir, si se impondrá la visión de un tipo de cambio atrasado -que incentive el consumo interno y mejore el humor social- o uno alto, que favorezca a una industria castigada por la pérdida de competitividad. "Es una discusión sin sentido, porque ya no queda margen como para que haya una devaluación exitosa, en términos reales", remarca. Es que si mueven el dólar, esa suba se contagia al resto de los precios y esto neutraliza el repunte del tipo cambio pensado para ganar competitividad. "Esto ocurre porque el problema de fondo es el déficit fiscal más que el tipo de cambio", argumenta el economista José Luis Espert. Desde su punto de vista -sea cual fuere el movimiento que adopte el "péndulo" kirchnerista- el resultado será siempre el mismo: una transferencia de recursos desde el sector privado al Estado. "Nadie se va a animar a criticar el tema de fondo, que es la forma en que ha crecido la nómina salarial del Estado; hoy no hay un argumento válido que explique por qué una empresa privada echa gente y el Estado no lo hace", señala. También el economista Tomás Bulat destaca que el ajuste del sector privado está directamente ligado a la negativa del Estado a ordenar sus cuentas. "Las empresas, cuyos ajustes están determinados ya no sólo por la caída de ventas, sino por las restricciones de importaciones, cortes de energía, regulaciones sin fin, se encuentran con niveles de rentabilidad muy bajos. El ajuste empresario, junto con el de los trabajadores, se ha convertido en un círculo vicioso difícil de romper", afirma Bulat. 

 La apuesta a la continuidad 

Quienes analizan al Ejecutivo con un foco más político que económico no dudan en que aquellos que creen que habrá cambios drásticos están errando el diagnóstico. "Este Gobierno no cambia. A veces toma medidas de pragmatismo económico impuestas por la necesidad, pero se ve con claridad que no hay una intención real de hacer modificaciones profundas", afirma el politólogo Rosendo Fraga. Y agrega que, en estos momentos -como en otros aparentes puntos de inflexión ocurridos durante la gestión de Cristina- se ha generado una expectativa injustificada sobre un nuevo rumbo económico. Su diagnóstico es que, más que "irse bien", el objetivo de la actual política económica es el de ayudar a preservar un espacio de poder para luego del 2015. En la misma línea, Sergio Berensztein, ex titular de la consultora Poliarquía, argumenta que el objetivo de Cristina será el cuidado de la estabilidad económica pero pagando el menor costo político posible. "En el acto del 25 de mayo, la Presidenta le dijo a su gente que estaba dispuesta a seguir peleando, manifestó una vocación proyectiva del kirchnerismo". Y se observa cierta contradicción entre su mito de transformación nacional y el margen acotado en el que se tiene que mover en el final de su gestión. Esa caracterización de la actitud dual de Cristina no es algo que los analistas vean necesariamente como una mala estrategia. A fin de cuentas, forma parte de las tradiciones políticas argentinas el hecho de que un gobierno, en su etapa final, trate de minimizar los ajustes. Será parte del "legado K", la "herencia" de déficit fiscal, un abultado stock de títulos a pagar por el Banco Central, una agenda más nutrida de pagos de deuda a organismos internacionales, más una extensa lista de distorsiones provocadas por regulaciones y controles de cambio. Y posiblemente, lo más importante, los coletazos de lo que surja de la disputa con los fondos buitres. 

 Los economistas que chicanean al Gobierno por la aplicación de un "ajuste a medias y sin convicción" posiblemente no tengan en cuenta que -para avanzar en un cambio profundo- primero hay que estar convencido de que existe un fuerte consenso social para hacerlo. Como afirma en un artículo Eduardo Levy Yeyati, sólo en momentos de crisis -como la hiperinflación de 1989- se generó un consenso a favor de profundas modificaciones. "El cambio implica incertidumbre y riesgo personal, y el votante promedio suele preferir riesgos más controlados", afirma el analista. Es algo que parece haber entendido bien el ministro Kicillof. Tuvo, en su momento, que tragarse el "sapo" de la devaluación y la contracción monetaria, pero sabe que el discurso del gasto público elevado sigue teniendo una gran mayoría de seguidores. "¿Cuál es el rubro que quieren recortar? ¿Qué parte les molesta? No me llama la atención que este reclamo venga del sector financiero que siempre ha sido enemigo del gasto público. El pago de la deuda externa está dentro del gasto público y eso no piden que se corte", provocó el ministro. En el fondo, su intuición política es correcta. Como cuando decidió acordar con el Club de París, para luego expandir ese gasto público y criticar a los cultores del ajuste. Esa dualidad es, ni más ni menos, parte de la esencia de la fórmula kirchnerista.

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