Por Fernando Gonzalez/El Informador.-
Me cae bien Ricardo Forster. No es el más autoritario de los intelectuales kirchneristas y demuestra cierta valentía con el sólo hecho de dejarse entrevistar por los periodistas que no piensan como él. Con eso se diferencia de una buena cantidad de energúmenos que viven en el termo invulnerable del relato K.
Doctor en filosofía, experto en Walter Benjamin, barba de rigor, 53 años.
Forster venía convirtiéndose en el referente racional del grupo Carta Abierta y estaba construyendo un camino indispensable para sobrevivir al inevitable fin de ciclo con fecha de vencimiento en 2015. Perfectamente podía mantener un tiempo más su estatus de celebrity del debate argentino, para usar la categoría que diseñó la gran Beatriz Sarlo en aquel ensayo iluminador de la década desperdiciada: Néstor Kirchner, el cálculo y la audacia. Pero el país adolescente no perdona y a Cristina se le ocurrió enaltecer a Forster con una designación que hubiera despertado la admiración del mejor estalinista: secretario de coordinación estratégica del pensamiento nacional. Un rapto de lucidez lo hubiera salvado al filósofo.
Doctor en filosofía, experto en Walter Benjamin, barba de rigor, 53 años.
Forster venía convirtiéndose en el referente racional del grupo Carta Abierta y estaba construyendo un camino indispensable para sobrevivir al inevitable fin de ciclo con fecha de vencimiento en 2015. Perfectamente podía mantener un tiempo más su estatus de celebrity del debate argentino, para usar la categoría que diseñó la gran Beatriz Sarlo en aquel ensayo iluminador de la década desperdiciada: Néstor Kirchner, el cálculo y la audacia. Pero el país adolescente no perdona y a Cristina se le ocurrió enaltecer a Forster con una designación que hubiera despertado la admiración del mejor estalinista: secretario de coordinación estratégica del pensamiento nacional. Un rapto de lucidez lo hubiera salvado al filósofo.
Secretario de Cultura, ya que Teresa Parodi es ministra. Secretario de actividades culturales, secretario promotor del debate de ideas. Cualquier denominación sensata que llevara a pensar en dinamizar la discusión nacional hubiera evitado la polémica. Y el papelón.
Pobre Forster. Nunca va a poder demostrar si es eficiente o no porque el nombre tan pomposo de su cargo supera los límites de la imaginación. Coordinar el pensamiento es algo tan contradictorio como maniatar las ideas. Y la pregunta más urgente surge directamente del insólito decreto de designación. ¿Hay pensamientos nacionales y otros que no lo son? ¿Y eso quién lo decide? ¿El Gobierno? ¿Forster? ¿Cristina? ¿Quién escribirá el digesto que indique si Sarmiento forma parte del pensamiento nacional? ¿Y Manuel Gálvez? ¿Y Leopoldo Lugones? ¿Y Roberto Arlt? ¿Y Borges, Victoria Ocampo, Cortázar serán menos nacionales que Scalabrini Ortiz, José Ingenieros, Piglia o el Gordo Soriano? ¿Habrá precios cuidados en las librerías y en los sitios web para los libros de pensamiento nacional y otro precio más caro por los impuestos oficiales para los que no sean considerados nacionales?
Daba ternura escucharlo a Forster, pocas horas después de su designación, decir que él estaba más formado en el pensamiento europeo que en el pensamiento nacional. Ya habrán recibido la desgrabación la Presidenta o alguno de sus adláteres para bajarle la línea de adoctrinamiento y evitar que siga diciendo disparates. El cargo es para coordinar con rigidez los pensamientos, no para expresar pensamientos alegremente al aire y exhibir la desnudez de las ideas flotando libremente por el planeta. Eso es laissez faire laissez passer. Y para el liberalismo no hay lugar en el paraíso vip del pensamiento nacional.
Apenas difundido el decreto anunciando la designación, a muchos se nos disparó la fantasía de George Orwell. La coordinación estratégica del pensamiento nacional conecta fácil con 1984 y aquel Gran Hermano que todo lo sabía y todo lo controlaba. El mismo que inspiró la desgracia televisiva de los realitys shows y que inspira hoy al cine de audiencia masiva como en la tragedia juvenil de Los juegos del hambre. Pero si hay algo que el pensamiento regala es la libertad de volar más allá de donde está el resto de los mortales. Las mentes más grandes de los últimos siglos se han destacado por desafiar las reglas de sus coyunturas y atravesar los límites de las ciencias. Difícil entonces coordinar burocráticamente al pensamiento, que está mucho más cerca del Orwell de Rebelión en la Granja que del Orwell fatalista de 1984.
Habrá que confiar en Forster entonces y esperar que su libertad de intelectual se imponga al espíritu represor del decreto que lo convirtió en funcionario. Un consejo sano es que relea a Arturo Jauretche, a quien dice respetar pero que no está entre los autores protagónicos de su formación. Será un alivio que pueda incluir los argumentos de quienes idearon y diseñaron su oscura secretaría en la memoria extendida del Manual de Zonceras Argentinas. El texto que Don Arturo nos legó para ponernos a salvo de algunas tristezas de nuestra historia.