Por Analía Argento*/El Cronista.- Mientras en Belén y en Tel Aviv el Papa Francisco pedía paz y diálogo, la presencia significativa de la Presidenta de la Nación disimulaba en la Catedral Metropolitana ausencias llamativas. Excepto los representantes kirchneristas y Federico Pinedo (del PRO), no hubo miembros del Poder Legislativo por la oposición. Sin embargo, mucho más extraña fue la ausencia de los jueces de la Corte Suprema de Justicia, evidente aún más cuando por la Ciudad sí estuvo el presidente del Tribunal Superior, Luis Lozano. El dato no es menor por dos razones: primero porque ayer se conmemoró una fecha Patria y en segundo lugar porque en la Corte prefirieron no hacer declaraciones al respecto.
Cristina Fernández por primera vez no mudó el Tedeum porque la entronización de Jorge Bergoglio como Papa Francisco cambió la relación entre los dos. Ayer ella fue por primera vez en sus Presidencias y sin Néstor Kirchner, junto a quien escuchó en 2007 la homilía que les molestó. El protocolo indicó, como cortesía, que Mauricio Macri se sentara sin Juliana Awada quien quedó en la primera fila junto a la vicejefa María Eugenia Vidal y el jefe de gabinete Horacio Rodríguez Larreta.
Hubo otros gestos: la Presidenta leyó la oración por la paz y, visiblemente conmovida, su voz se quebró al recitar: Donde haya odio, pongamos amor; donde haya ofensa, pongamos perdón. Casi lloró al finalizar.
Antes, monseñor Mario Poli, arzobispo de Buenos AIres, había pronunciado una homilía que contabilizó diez menciones al sustantivo diálogo. Citó permanentemente al Papa Francisco: Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo mi respuesta siempre es la misma: Diálogo, diálogo, diálogo, arrancó. Subrayó que escuchar al otro ha sido el camino para superar desencuentros, divergencias y enfrentamientos en la Argentina y remarcó que así surgió la Constitución pero también el Estado de derecho y los códigos de leyes, justo cuando el Gobierno impulsa cambios en ese sentido sin consenso opositor ni de todos los sectores involucrados. Quizás la frase más fuerte haya sido: O se apuesta por la cultura del encuentro o todos perdemos. Y quizás para que no pareciera un mensaje con una única destinataria teniendo en cuenta los últimos roces entre los obispos y Cristina y el malentendido con la carta enviada por el Papa aclaró que la cuestión nos compromete a todos y repitió rallentando su voz: A todos.
Las señales no fueron exclusivas de Cristina ni del cardenal Poli. Antes de la emoción de la Presidenta y del mensaje del prelado, a la vista de todos se ventilaban o tejían otras cuestiones caseras: Amado Boudou entre los últimos en llegar se mostró sonriente y buscó saludar efusivamente a todos los que pudo. Por el contrario, el jefe del Ejército, César Milani, fue evitado por la mayoría de los asistentes, a excepción del ministro de Defensa, Agustín Rossi, quien se detuvo unos minutos a su lado. Hasta las cámaras de televisión a cargo de la transmisión oficial lo evitaron. También quedó en evidencia la pelea por la sucesión: el gobernador Daniel Scioli llegó apenas antes que Cristina y mantuvo un bajo perfil; afuera de la Catedral, el gobernador Sergio Urribarri desplegó su campaña hacia el 2015 y el ministro Florencio Randazzo, otro aspirante a la Presidencia, se quedó en las escalinatas dando entrevistas hasta que se cerraron las puertas de la Catedral.
Eso sí, antes de partir, Cristina estrechó fuerte la mano de Macri con quien sí retomó el diálogo no hace mucho.
*Editora de Política
y Opinión