Por Diario HOY.- Estaba previsto ayer que la presidenta Cristina Kirchner volviera a encabezar un acto en el Conurbano bonaerense. Concretamente, iba a estar en Florencio Varela, una localidad con importantes bolsones de marginalidad extrema, donde campean las formas más infames del clientelismo político. El acto se pasó para hoy. El motivo que se esgrimió desde la Casa Rosada fue una supuesta alerta climática y la posibilidad de que se desatará una fuerte tormenta.
Nada ello ocurrió: no cayó ni siquiera una gota. Según se informó oficialmente, está previsto que CFK, en caso de que hoy finalmente se haga presente en el Conurbano, anuncie el primer pago de los subsidios de míseros 600 pesos del mal llamado Plan Progresar destinado a los jóvenes de entre 18 y 25 años que no estudian ni trabajan.
Es decir, puro asistencialismo y clientelismo que en nada contribuye a la necesidad de recrear y fomentar la cultura del trabajo que tanto se necesita en nuestro país.
En definitiva, esta es la matriz de los 10 años del gobierno K, que ha decidido subsidiar la marginalidad, condenando a los pobres a seguir siendo pobres, siendo la presidenta una suerte de “compadrita” que reparte los recursos del Estado como si fuese su propio dinero.
Desterrar la marginalidad
La única forma de desterrar la marginalidad es cambiando las bases de un sistema económico que, para colmo de males, genera cada vez más inflación y, por ende, hace que se incremente de forma exponencial la pobreza.
La propia génesis del programa Progresar demuestra el absoluto fracaso del gobierno K. Los chicos que hoy tiene 18 años, cuando Néstor Kirchner llegó a la Casa Rosada tenían entre 7 y 8 años. Por ello, cabe preguntarse: ¿qué ha hecho el gobierno para que este chico no termine en la marginalidad?, ¿ha generado condiciones para que sus padres tuviesen un trabajo digno?, ¿le ha permitido
acceder a una sistema educativo estatal de calidad, de modo darle las herramientas para insertarlo en el sistema? Nada de esto hizo el kirchnerismo.
Por eso, mas que hijos del neoliberalismo (como los denominó la Presidenta cuando anunció este plan), el millón de chicos que no estudian ni trabajan en la Argentina son los hijos legítimos del kirchnerismo.
Es cierto que, desde que los Kirchner llegaron a la casa Rosada, aumentaron escandalosamente su patrimonio en más de un 100%. Pero no crea, estimado lector/a, que lo que reparte la primera mandataria es parte de su propio peculio. Lo que ella distribuye, a diestra y siniestra, son los impuestos que pagamos todos los ciudadanos. Y lo hace de forma tal que, producto del clientelismo, el estado presta servicios cada vez más deficientes, pese a tener una carga tributaria similar a la que tienen los países desarrollados.
Los subsidios que se otorgan en el transporte y energía también se reparten con un criterio de discrecionalidad que aterra, al punto que los sectores más pudientes pagan tarifas irrisorias.
Sin control
Los recursos que salen del Estado sin ningún tipo de control también sirvieron para que los amigos del poder hicieran oscuros negocios. Así fue como, por ejemplo, se destinaron más de 1200 millones de pesos para la Fundación Madres de Plaza de Mayo para hacer viviendas sociales. Y el resultado fue que un parricida, Sergio Schoklender, mano derecha de Hebe de Bonafini, se terminó haciendo millonario y las casas nunca se hicieron. La propia Hebe, al ser la autoridad máxima de la institución, no pudo estar ajena al escándalo. Y si tanto ella como su exhijo del alma no está presos, es producto de la manipulación que el gobierno hace de la Justicia, utilizando para ello personajes nefastos como lo es polémico magistrado Norberto Oyarbide.
En definitiva, los miles y miles de millones de dólares en concepto de subsidios que se destinaron en la última década, terminaron –en gran parte- en el agujero negro de la corrupción.
El año pasado, esta caja sumó la friolera suma de 134 mil millones de pesos, un 34,4% más que en 2012. Y para 2014 se prevé un gasto mucho mayor, pero no hay fuentes de financiamiento para sostenerlo.
Una década en el poder, como la que tuvieron los K, es tiempo más que suficiente para cambiar la historia de un país. Y más si se tiene en cuenta que durante gran parte de su estadía en la Casa Rosada, la Argentina tuvo importantes excedentes económicos generados por una situación internacional inmejorable. El viento de cola ya pasó, pero es mentira que la Argentina no tiene salida. Cuenta, en su territorio, con recursos naturales y humanos más que suficientes para retomar el camino del desarrollo. Pero, para ello, es necesario que los más capaces se involucren y que la oposición se pongan los pantalones largos, dejando de lado la politiquería, para plantear planes realmente alternativos al régimen vigente.
Otra locura K
El diputado Héctor Recalde (FPV), que traicionó al líder de la CGT Hugo Moyano y tienen a su hijo malgastando recursos en Aerolíneas Argentinas, ayer presentó un alocado proyecto que modifica las leyes de Lealtad Comercial, Abastecimiento y de Defensa del Consumidor.
La iniciativa habilita al Poder Ejecutivo a declarar “de utilidad pública y sujetos a expropiación” y a “intervenir y disponer la venta” de bienes para evitar el desabastecimiento haya o no “caso de urgente necesidad pública”. El proyecto de Recalde fue suscripto también por otros catorce diputados oficialistas.
Esta iniciativa, que atrasa 60 años, sólo puede ser producto de una mente afiebrada. Tanto la inflación, como el desabastecimiento que está asociado a este flagelo económico, son consecuencia de los desaguisados cometidos por el kirchnerismo que, en la última década, ha desbastado el aparato productivo. Además, en un sistema capitalista, querer dirigir la economía mediante aprietes y amenazas, es un método que no resiste el menor análisis.