HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

miércoles, 17 de octubre de 2012

CRISTINA KIRCHNER TIENE QUE DEJAR DE DEFINIRSE COMO PERONISTA



El 17 de octubre de 1945 marcó un antes y un después en la historia de nuestro país. El Día de la Lealtad significó el quiebre de una nación que mantenía una estructura económica agroexportadora, y que era dirigida por una oligarquía terrateniente que recurría al \"fraude patriótico\" para mantenerse en el poder, para pasar a ser una nación de perfil industrialista, que dio la posibilidad a millones de argentinos de tener un empleo digno. Los trabajadores pudieron así ascender en la escala social a partir de su propio esfuerzo y sacrificio, algo que el propio Perón definió como la “comunidad organizada”. El cambio fue radical. En pocos años (menos del tiempo que el kirchnerismo está en el poder), los excluidos, los migrantes que venían del interior del país y vivían hacinados en los suburbios de los grandes centros urbanos, se transformaron en obreros que no sólo comenzaron a percibir beneficios como el aguinaldo y las vacaciones pagas, sino que aprendieron un oficio y cumplieron el sueño de que sus hijos estudiaran en la universidad y llegaran a ser profesionales.
Se fue constituyendo así una verdadera clase media, reduciéndose los niveles de pobreza e indigencia a cifras irrisorias. Hace 60 años (que en términos históricos equivale a un pestañeo), la Argentina era la gran potencia del Cono Sur. Y esto fue gracias a políticas activas y planes estratégicos que llevaron a que se abrieran miles de fábricas y se le diera valor agregado a la economía como nunca antes hasta ese momento, creando fuentes de empleo genuinas que pusieron al país en la senda del desarrollo sostenido. Es más, hasta la actividad agropecuaria tuvo etapas de esplendor, al punto que los campos estaban rebosantes de trigo, y pudimos darnos el privilegio de ayudar a nuestros hermanos europeos, regalándoles toneladas de alimentos para que pudieran afrontar la crisis de posguerra. El gobierno kirchnerista, que asumió en mayo de 2003, siguió el camino absolutamente contrario al que emprendió Perón. En lugar de aprovechar un contexto internacional extremadamente favorable, que permitió tener un crecimiento macroeconómico muy importante durante ocho años, se apeló a incrementar de forma exponencial las formas más infames del clientelismo político. Hay millones de compatriotas que, en pleno siglo XXI, viven en peores condiciones que durante la Década Infame y dependen de los punteros políticos que discrecionalmente reparten las dádivas miserables del Estado, como si fuesen compadritos del siglo pasado. Y esto no hace más que condenar a millones de compatriotas a vivir en la pobreza, sin brindarles la más minima posibilidad de ascender socialmente. El Gobierno K, asimismo, está repleto de personajes que, en los años ‘70, fueron echados de la Plaza de Mayo por el propio Perón, llamándolos “estúpidos” e “imberbes”. Y no era para menos, ya que el viejo líder se daba cuenta de que el rumbo que estos personajes querían darle a su gobierno nada tenía que ver con el proyecto peronista. Los hechos posteriores a la muerte de quien fue tres veces presidente de los argentinos le dieron la razón, ya que la conducción de los Montoneros -varios de cuyos integrantes hoy ocupan cargos de primera línea en la administración K- fue absolutamente funcional al golpe militar de 1976, cuando faltaban pocos meses para las elecciones presidenciales. No por casualidad todos ellos se salvaron de la salvaje represión de la dictadura, y hasta sellaron un acuerdo político con el nefasto Emilio Massera. Por todo este cúmulo de situaciones, de una vez por todas Cristina Kirchner y sus acólitos seguidores -y aplaudidores- tienen que dejar de llamarse peronistas. Al igual que Carlos Menem, que le puso bandera de remate al país en los ‘90 camuflándose como justicialista, el kirchnerismo nada tiene que ver con los ideales ni el legado de Perón. Son otra cosa, absolutamente distinta, mezcla de un izquierdismo a la violeta combinado con una política económica conservadora, cómplice de la entrega y el saqueo de nuestros recursos naturales que vienen realizando desde hace décadas distintos intereses transnacionales. 

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