HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

domingo, 19 de agosto de 2012

ARMAS Y DROGAS, RESPONSABILIDAD COMPARTIDA


La batalla del poeta mejicano Javier Sicilia para denunciar que Estados Unidos también es responsable de las miles de víctimas que la guerra contra el narcotráfico provoca en México es una tarea loable, pero difícilmente provoque el impacto buscado. La batalla del poeta mejicano Javier Sicilia para denunciar que Estados Unidos también es responsable de las miles de víctimas que la guerra contra el narcotráfico provoca en México es una tarea loable, pero difícilmente provoque el impacto buscado. Dos razones son las que alejan a Sicilia de su objetivo en la Caravana de la Paz –una marcha de nueve mil kilómetros que empezó el 12 de agosto en San Diego y terminará el mes próximo en Washington–, que busca crear conciencia sobre que Estados Unidos influye en la producción y el tráfico de drogas, por ser el mayor consumidor de estupefacientes del mundo y por alimentar a los carteles del narcotráfico con sus políticas laxas sobre compraventa y exportación de armas.

Primero, porque son temas tangenciales tanto en la agenda nacional como en la de los candidatos presidenciales Barack Obama y Mitt Romney.
Segundo, porque el propósito de Sicilia de reclamar por un cambio de estrategia menos militar contra el narcotráfico se diluye cuando amplía su agenda más allá del pedido original.
No sólo pide que Obama restrinja el plan Mérida, por el que Felipe Calderón recibe millones para su estrategia antinarcóticos; también reclama por seguridad pública, migración y fraude electoral. Eso no invalida su lucha. Al menos invita a reflexionar a los estadounidenses acerca de que el consumo de drogas y la posesión de armas no son sólo libertades individuales, sino que tienen responsabilidades para terceros, incluso fuera de sus fronteras.
Más de 50 mil muertos, miles de desaparecidos y decenas de miles de desplazados en México, desde que Calderón asumió reducir al narcotráfico en 2006, demuestran que existe una responsabilidad compartida.
La frase de Sicilia “Estados Unidos nos ha creado una guerra, ahora le vamos a exigir que construya la paz”, no es una quijotada: también es sinónimo de una disputa en el seno del Congreso.
La semana pasada, los legisladores republicanos pidieron a un tribunal federal que ordene al secretario de Justicia, Eric Holder, desclasificar documentos oficiales sobre la operación “Rápido y furioso”, después de que se negó a informar y fuera declarado en desacato.
Deslindar responsabilidades por “Rápido y furioso” es importante. No se trata de un “ataque político” de parte de los republicanos, como argumenta el presidente Obama. El gobierno debe aceptar su negligencia en su política de introducir armas de alto calibre en México con el propósito de rastrearlas, pues miles permanecen desaparecidas y otras han sido decomisadas tras allanamientos y enfrentamientos mortíferos.
Ni esta discusión ni las masacres con armas de fuego en un cine de Aurora, Colorado, que provocó 12 muertos, y la de un templo Sij en Wisconsin, con siete víctimas mortales, lograrán que haya un cambio de política antiarmas en el país.
Un reciente sondeo del Centro Pew muestra que un 46 por ciento de los estadounidenses favorece el derecho a poseer armas, lo que comprueba que el principio a la defensa y seguridad personal como derecho constitucional prevalece sobre cualquier otro que pudiera implicar conductas irresponsables en el manejo de las armas.
Lo importante de la Caravana de la Paz de Sicilia es que, además de honrar la memoria de su hijo Juan Francisco, asesinado en marzo de 2011 por el crimen organizado, da voz a familiares de miles de víctimas que por muchos años se han mantenido en silencio por temor a mayores represalias.
A esa cultura de la denuncia ciudadana que motiva, sin quererlo, Sicilia suma otro objetivo convalidando lo que el presidente Calderón y muchos de sus colegas latinoamericanos reclaman cuando acusan a EE.UU. de no aceptar que debe compartir responsabilidades.
Los líderes en Washington deben entender que la política represiva contra los narcotraficantes no debería ser el único camino disuasivo y que el consumo de drogas es, en definitiva, el motor del problema.

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