HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

sábado, 26 de mayo de 2012

NI TANTO NI TAN POCO.

“Jamás pertenecería
a un club que
me acepte como socio”
Groucho Marx
No es ridículo enviar misiones comerciales a países como ese. El África subsahariana está entre las regiones favorecidas por el mundo que tiene a China como gran protagonista.

“Jamás pertenecería a un club que me acepte como socio”. El Gobierno parece hablarle al Mercosur con las palabras de Groucho Marx, porque mientras toma medidas que perjudican a sus vecinos y dejan en coma a la sociedad regional, se abraza eufórico al régimen de Angola, como si fuera un aliado indispensable para alcanzar el desarrollo económico. El mismo gobierno que debilita el Mercosur envía aparatosas misiones comerciales, encabezadas por la propia presidenta Cristina Fernández, a un país incapaz de convertir en desarrollo económico y social los oceánicos ingresos que le deja el petróleo.

El contraste entre el esfuerzo por conquistar Angola y la desidia con sus propios socios plantea interrogantes. Si la Argentina enviara de manera regular misiones comerciales a distintos puntos del planeta, en búsqueda de nuevos mercados para sus productos, la estridente misión a Angola sería lógica y normal. Pero no es así. VER MÁS

Aunque tampoco es el primer caso. Un acercamiento similar se ensayó con Azerbaiján, ex Estado soviético con mucho petróleo en el mar Caspio. Quizá sea sólo casual que en ese país centroasiático viva la poderosa familia de Tatiana Kukanova, la esposa azerí del presidente angoleño José Eduardo do Santos.
Como fuere, tiene lógica que un país con crisis energética, como la Argentina, estreche vínculos económicos con países petroleros. Para eso vino, tiempo atrás, el dictador guineano Teodoro Obiang N’gema, de cuyas sanguinarias tropelías Cristina se enteró recién cuando ya lo tenía como huésped.
Críticas arteras. La crítica del antikirchnerismo contra la misión a Angola fue desmesurada y, en algunos casos, artera. No es ridículo enviar misiones comerciales a países como ése. El África subsahariana está entre las regiones favorecidas por el mundo que tiene a China como gran protagonista.
Además, la larga década de precios internacionales del crudo en niveles estratosféricos dio al Estado angoleño un importante poder de compra. Y como ni en los años de socialismo ni en lo que lleva de post socialismo desarrolló autoabastecimiento alimenticio ni capacidad industrial, se trata de un país con necesidades de importación; es, por lo tanto, un mercado significativo para muchos productos argentinos.
Por otra parte, cuestionarle al gobierno forjar lazos comerciales con un régimen autoritario que comete violaciones a los derechos humanos es injusto y arbitrario. Al fin de cuentas, la misma lógica invalidaría el comercio con China, las monarquías absolutistas del Golfo Pérsico y muchos otros países donde no rige el Estado de Derecho.
Cuando en una conferencia de prensa se le preguntó a Héctor Timerman cómo caracterizaba al régimen angoleño, el canciller no supo responder, pero podría haber explicado que no le corresponde a él realizar tal caracterización, mucho menos estando en Luanda y en plena misión oficial. Hubiera tenido razón.
También exageran los que describen al presidente angoleño como un típico dictador africano. Do Santos no es el ugandés Idi Amín ni el congolés Mobutu Sese Seko. Sus enemigos en la guerra civil, tanto la guerrilla norteña sostenida por el antiguo dictador del Zaire, como Jonás Zabimbi, brutal líder de Unita, la poderosa milicia que traficaba diamantes y recibía armas del régimen racista que imperaba en Sudáfrica, cometieron tantos crímenes aberrantes como los que cometió el ejército del régimen, al que apoyaban efectivos cubanos.
Además, sus páginas de gloria no son pocas. Incluyen haber sido la mano derecha de Agostinho Neto, líder de la lucha contra el colonialismo portugués que desembocó en la independencia, cuando la “Revolución de los Claveles” derribó el salazarismo. También haber colaborado con la liberación de Namibia, largamente ocupada por el ejército sudafricano.
Sus páginas más oscuras están en Cabinda, un territorio petrolero que posee Angola dentro del mapa congoleño, donde los independentistas son tratados del mismo modo que los belgas y sus esbirros trataron a Patrice Lumumba.
Contradicciones. Personajes como el que llegó al poder en 1979 siempre dividirán bibliotecas. En todo caso, la cuestión no es lo bueno y lo malo de Do Santos, sino que la Presidenta haya planteado una “identidad política” con un déspota que lleva 32 años al frente de ese régimen, que controla prensa y justicia porque no quiere ser controlado.
Un liderazgo patrimonialista que en la década de 1990, tras la debacle del comunismo soviético, desmanteló el Estado socialista, en lo que constituyó una impúdica repartija de bienes públicos entre familiares y amigos del gobernante.
Autoritarismo y corrupción, además del lacerante infradesarrollo social de un país al que le sobran riquezas en petróleo y diamantes, no constituyen impedimentos a la hora de las relaciones comerciales. En todo caso, resaltan la desmesura del rango que el gobierno da a su nuevo vínculo exterior, sellado con el eufórico viaje de la entusiasmada Presidenta.
Es por eso que el análisis de la misión a Angola implica inevitables contradicciones. Las críticas fueron tan exageradas como la categoría que se dio al evento, al incluir a la propia Cristina Fernández.
Es importante buscar mercados en países que no figuran en los catálogos habituales. Angola es un buen punto para ese fin. Lo que no se entiende es que configure un hecho casi aislado. También que se lo sobredimensione justo cuando se debilita, por acciones propias, el espacio común en la región.
La Argentina busca negocios en un lugar donde, por ausencia de controles, son posibles los negociados, al mismo tiempo que parece mostrarle al Mercosur, como emulando a Groucho Marx, su falta de interés por pertenecer a un club que todavía la acepta entre sus socios.

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