Desde su reasunción del mando el 24 de enero, CFK llevó adelante una intensa ofensiva para mantener la iniciativa política y relegar a segundo plano la creciente crisis económica. Un primer balance muestra éxitos importantes del gobierno, pero también serias dudas sobre el futuro inmediato. Para empezar, el gobierno estaría conforme porque las primeras encuestas sobre la malvinización en marcha indican que la política oficial cuenta con un 60% de apoyo, prácticamente el mismo número que la aprobación a la gestión presidencial.
Como rédito extra, en el tema Malvinas y el ataque a las petroleras, el cristinismo consiguió apabullar a la oposición que, una vez más, se limitó a acompañar al oficialismo sin mostrar capacidad para diferenciarse. Otra victoria K: el vicepresidente Amado Boudou fue denunciado por supuesta violación de los deberes de funcionario público, negociaciones incompatibles con la función pública y malversación de caudales, debido a su supuesta relación con la empresa Ciccone Calcográfica, pero el impacto del tema en la opinión pública es poco significativo. Esta indiferencia prueba una vez más que la sociedad sigue mirando con indulgencia los escándalos de corrupción. Por último -y como era previsible- el gobierno consiguió debilitar la autoridad de Hugo Moyano como líder de la CGT, mediante el protagonismo de la UOM, SMATA, UOCRA y un nutrido grupo de sindicatos grandes que están fracturando de facto a la central obrera. Sin embargo, el líder camionero conserva intacta su capacidad de presión al controlar los sindicatos del transporte.
Las malas señales
En este claroscuro, no faltan tampoco las señales de alarma para el oficialismo. La escalada mediática sobre Malvinas, para no diluirse, exige cada vez platos más fuertes, lo que no es fácil. En fuentes de inteligencia se habla de la posibilidad de que se produzca -en aguas de las Malvinas- algún incidente en torno a la presencia de pesqueros de bandera argentina. Lo cierto es que la Casa Rosada cuenta con muy poco espacio como para instalar la crisis en la agenda internacional. La actual debacle en Siria y Egipto, sumada a la tensión creciente con Irán, haría que el Departamento de Estado tenga escasa tolerancia hacia cualquier Estado que promueva un nuevo foco de tensión. Y más aún si éste involucra al principal aliado militar de Washington.
Mientras tanto, las movilizaciones contra la explotación minera en Famatina y Tinogasta, con graves incidentes en esta última, evidencian un despertar del activismo social, que bien podría extenderse a las movilizaciones contra el ajuste que están preparando la CTA de Pablo Micheli y varios partidos de izquierda. En el actual contexto, la CGT ya no es confiable como factor de contención del conflicto social, lo que dejaría al gobierno seriamente expuesto a perder el control de la calle, que difícilmente pueda recuperar con las huestes universitarias de La Cámpora.
Como telón de fondo está el 30% de pedido de aumento que se iría extendiendo a casi todas las paritarias, casi el doble del 18% que necesita el gobierno para que las cuentas del 2012 le cierren.
A todo esto, el ajuste en grageas sigue -esta semana fue el anuncio del aumento del 30% de las tarifas de los vuelos de cabotaje- y su impacto negativo en el humor social parece inevitable. A primera vista, las tendencias que se están marcando harían que al cristinismo le resulte cada vez más difícil -y costoso- mantenerse triunfante en el centro del ring.