HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

jueves, 29 de septiembre de 2011

TERMINA EL "PILOTO AUTOMÁTICO" EN LA ECONOMÍA Y EL GOBIERNO COMIENZA A PREPARARSE PARA UN VUELO CON TURBULENCIAS.


De ganar las elecciones, la prioridad del Ejecutivo será la de preservar los niveles de empleo pero manteniendo exacerbado el nivel de consumo como motor del crecimiento. 

Ante un escenario con menos dólares, la liquidez del sistema financiero es el último colchón que sostiene al modelo. En la extensa lista de críticas que los analistas le han hecho a la política económica oficial, una de las que escaló más posiciones en el ranking fue la de "manejar con piloto automático". Para quienes consideraban preocupante esa situación, hay una buena noticia: los días del piloto automático llegan a su fin, al terminar la campaña electoral y al amainar el "viento de cola". Y se viene un período de fuertes ajustes, no necesariamente del gusto de los analistas críticos, pero que sí evidencian que en el Gobierno existe una lectura sobre un cambio de contexto. Las pistas sobre cómo será ese vuelo en medio de la tormenta global aparecen en diferentes formas: desde declaraciones de la propia presidenta Cristina Kirchner hasta datos entrelíneas que se desprenden del proyecto de ley de Presupuesto para 2012.

Y todos apuntan en un mismo sentido: en caso de resultar triunfante en octubre, el objetivo será soportar el embate de una crisis internacional sin que empeoren los indicadores sociales.

El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, en la reciente reunión del G20 sobre temas laborales habló de "la importancia de que atendamos la crisis pero desde la perspectiva de cuidar el empleo".

A esta altura, ya queda claro que la moderación salarial será uno de los ejes de la política, en parte por convencimiento de que es una forma de preservar empleo, y también porque ya están agotadas las otras "anclas" contra la inflación (ver "En busca del ‘tercer ancla': tras tarifas y dólar, el Gobierno buscará moderar subas de salarios).

Una mitad de ortodoxia...
La palabra "ajuste" está vedada para la administración K. Es más, la Presidenta ha sido muy crítica sobre las propuestas recesivas para abordar la crisis europea.

"Aun hoy, en medio del fracaso más estrepitoso del que se tenga memoria, los responsables directos de ese fracaso de Argentina en 2001 y hoy en Europa y Estados Unidos pretenden darnos la misma medicina", disparó la mandataria.

El discurso oficial respecto de la nueva etapa de la economía, entonces, se define como la adopción de correcciones "para no minar las bases del desarrollo argentino".

Pero más allá de las valoraciones políticas, los empresarios dieron muestras de entender perfectamente cuál es el sentido de esas palabras.

Como lo deja en claro el titular de Fiat, Cristiano Rattazzi, quien en declaraciones periodísticas expresó su preocupación por la acelerada pérdida de competitividad.

"Hace dos meses, éramos perfectamente competitivos en la producción de autos con los salarios que teníamos", se alarma Rattazzi, quien alega haber visto encarecer sus exportaciones a Brasil un 18% en pocos días. Claro que inmediatamente aclara que no está reclamando un mayor ritmo devaluatorio.

Si no se puede tocar el tipo de cambio, ¿cuál es, entonces, la fórmula para preservar la competitividad? La medida preferida de los empresarios es adecuar la indexación salarial de forma tal que las remuneraciones se acerquen más a la evolución del dólar que a la de la inflación.

Un reporte del economista Miguel Bein apunta que, tras la segura reelección de octubre, y con el aval político que le da su respaldo electoral, el Gobierno debería aprovechar su primer año para "moderar la nominalidad de la economía (gasto público, expansión monetaria y masa salarial jubilatoria que hoy corren al 33%) y no seguir acumulando distorsiones en un contexto donde el sendero de las reservas es a la baja".

Por lo pronto, algo de estos reclamos se plasmó en el proyecto de ley de presupuesto, donde se prevé que la masa de remuneraciones crezca un 18 por ciento.

Mientras tanto, el gasto público subirá un 18%, un freno considerable tras un año con un crecimiento al 30 por ciento.

Incluso hay pautas sobre cuál puede ser la evolución de la inflación real. Al respecto, es elocuente la cifra prevista del 23% en la recaudación tributaria, un notorio descenso respecto del 32% que figuraba en el proyecto del año pasado.

Más allá de que muchos de estos números son considerados de difícil cumplimiento por parte de los analistas (ya que es conocida la tendencia oficial a subestimar la evolución de los indicadores), es palpable el intento del Gobierno por "bajar la nominalidad".

Así lo expresó con claridad el empresario Eduardo Eurnekian, quien cuando en un foro le preguntaron por la inflación respondió: "Me preocupa, pero a la Presidenta también: de otro modo no habría intervenido en la negociación por el salario mínimo".

Pero lo que más llama la atención es que el rubro destinado a subsidios tiene previsto un incremento de apenas 15%, es decir una caída en términos reales.

Ya varios funcionarios del Gobierno acusaron recibo de la crítica según la cual el actual esquema de subsidios beneficia, sobre todo, a los sectores de ingresos altos, que son los que reciben gas por cañería mientras en las zonas suburbanas se debe hacer uso de las garrafas a precio "de mercado".

Y en cuanto al transporte, el propio secretario Juan Pablo Schiavi admitió que habrá cambios en la política tarifaria, con la discriminación de usuarios según su capacidad de pago (señala que para el subte, un 89% de los pasajeros está en condiciones de absorber un incremento).

Otra mitad de heterodoxia
Hasta aquí, la mitad "ortodoxa" del modelo en versión 2012. Con los salarios como "ancla" de la inflación y un cambio en la política energética, el Gobierno da respuesta a los pedidos de los empresarios para "no minar las bases del modelo" y poder cumplir su parte de llevar la inversión a un nivel de 25% del PBI (los economistas privados no creen que se llegue a ese nivel, y hablan de 22%).

El otro punto al que prestarle atención es el fiscal. Los analistas reclaman más disciplina, no sólo para mantener la salud de las arcas estatales sino también como uno de los pocos antídotos eficaces ante la creciente fuga de capitales.

En este sentido, Jorge Vasconcelos, director del Ieral de la Fundación Mediterránea, recuerda que en la anterior crisis financiera de 2008, el Gobierno optó por una política fiscal expansiva, tras lo cual nunca recuperó el robusto superávit previo.

"El escenario internacional parece demandar una política fiscal más cautelosa. Tanto para frenar la inflación en dólares exportada por los Estados Unidos como para diferenciarnos positivamente de aquellos países agobiados por el endeudamiento", señala Vasconcelos.

Y enfatiza que, ante la pérdida del "colchón cambiario", un mejor resultado fiscal puede ayudar a financiar medidas de incentivo para los exportadores.

No todos creen, sin embargo, que en este plano la ortodoxia se mantenga. Un informe del Banco Ciudad señala que las expectativas oficiales no son realistas al proyectar un superávit de 2,5 por ciento.

"De acuerdo a nuestras proyecciones, con una pauta de gasto más realista (27%), el superávit primario de 2012 sería de sólo 0,4% del PIB, mientras que el resultado financiero arrojaría un rojo de 1,5% del PBI", sostiene el informe del banco presidido por Federico Sturzenegger.

Tampoco hay mucha ortodoxia en el plano cambiario y financiero. Lejos de las recomendaciones sobre una suba de tasas como forma de frenar la fuga de capitales, las señales van en el sentido opuesto.

Y en cuanto a la devaluación del peso, si bien la expectativa del mercado es que habrá un 14% de deslizamiento de la paridad, por ahora el Gobierno demostró que prefiere pagar el costo de perder competitividad (y reservas del Banco Central) antes que generar nerviosismo en los ahorristas (ver: "Laberinto verde: ¿Cuánto costaría el dólar si el Gobierno le soltara la mano?").

Esta actitud ha sido criticada por algunos expertos, como Juan José Llach, que la describió como "dejar irracionalmente a la caldera acumulando presión". Pero la mayoría admite que una devaluación traerá más inconvenientes que alivio.

Mientras tanto, en un contexto plagado de rumores sobre desdoblamientos en varios tipos de cambio, la reacción para proteger las industrias poco competitivas y frenar la fuga parece enfocarse a un mayor cierre comercial y a más controles cambiarios. Medidas heterodoxas, aunque todo un clásico en la historia económica argentina.

La apuesta sigue siendo el consumo
Pero donde la heterodoxia empieza a jugar su carta más fuerte es en la previsión del consumo.

El año próximo la economía crecería al 5%, lo cual supone una cifra alta para un año en el que mundo tiene previsiones de estancamiento.

¿Y cómo se llegará a ese crecimiento cuando los países socios dan señales de querer aminorar sus compras?

La respuesta es que el consumo interno, lejos de frenarse, pasará a tomar mayor protagonismo. Esto queda evidenciado, por ejemplo, con la actitud de la industria automotriz, ante el enfriamiento de Brasil (donde se dirige casi la mitad del millón de autos que se producen en el país).

Ante esa situación, la reacción de las automotrices fue enfocar más aun su producción hacia el mercado local (ver: "Por ‘efecto Brasil', automotrices apuran el lanzamiento de una docena de nuevos modelos en la Argentina").

La pregunta, entonces, es si después de dos años de récord se podrá sostener un ritmo caliente de consumo.

En este punto hay divergencias: los economistas son pesimistas (la consultora Finsoport proyecta un alza de 3,7%, casi la mitad de la actual tasa de 6,5%); pero los comerciantes y los bancos creen que sigue habiendo margen para crecer y que las familias están lejos de su tope de endeudamiento.

En todo caso, los analistas apuntan a que la variable clave es el empleo. Así, en 2009, ante una perspectiva de despidos en masa, la demanda se contrajo fuertemente.

En cambio, esta vez las cosas lucen mejores para los planes del Gobierno. No sólo porque la tasa de desempleo (de 8%) está ahora en su mínimo de una década. Sino porque, además, las encuestas de confianza del consumidor siguen marcando un fuerte optimismo.

Es elocuente que, en la medición de la Universidad Católica, el porcentaje de personas que opinaba que hay pocos puestos de trabajo llegó a su mínimo histórico, con un 28% de respuestas. En cambio, a mediados de 2009 había superado el 60 por ciento.

Será tal vez por estas cifras que el viceministro de Economía, Roberto Feletti, le quitó dramatismo al tema que hoy no deja dormir a los economistas: la fuga de capitales, que ya está en niveles cercanos a los u$s3.000 millones mensuales y no da signos de frenarse.

Para el viceministro, no hay motivos de preocupación en cuanto a decisiones de inversión y consumo de los argentinos. Y pronosticó que, luego de las elecciones, la gente que atesoró dólares los devolverá al circuito económico.

La duda sobre si estos planes son factibles o no pasan, sobre todo, por cómo impactará el menor ingreso de dólares a la economía si el Gobierno no encuentra una "caja alternativa". De todas formas, hay señales en el sentido de que si hay un freno, no será brusco.

En este sentido, Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica, destaca que aun cuando las divisas ya no abunden, no se debe subestimar la importancia del gran colchón del sistema bancario, que "no es otra cosa que superávit externo ahorrado".

En consecuencia, afirma, "la desaceleración económica vendrá después de usar la liquidez bancaria ahorrada, y no antes".

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