La enorme renta petrolera, la geopolítica patagónica y la oportunidad, quizás inesperada, que Carlos Menem le puso en las manos por aquellos tiempos con la privatización de nuestro recurso energético, terminaron de afirmar todas las ambiciones de Néstor Kirchner. Cuenta se daba, como muchos, de lo lábil del poder político en la Argentina. Inteligencia, audacia y trabajo, pero sobre todo la ocasión, terminaron configurando en él un cóctel letal. En los tiempos del deterioro y declive que sufría el presidente riojano, se dispuso arrimarse disciplinado y solícito a lo que el consideraba el próximo presidente o gran elector: Eduardo Duhalde. No fue la única ficha jugada por aquellos entonces, pero hubo mucho ligue con suerte por ese lado y ante la nada reinante, bien valía la pena la jugada en ciernes. Los acontecimientos se precipitan con el gobierno de De la Rúa. Todo parecía converger a las manos patagónicas. Ya por aquellos entonces se hablaba del “tapado” que promocionaba Duhalde, con todo el poder que aún retenía en la decisoria provincia de Buenos Aires. “Siempre se va antes de las reuniones”, decía casi inocentemente el hombre de Banfield, quizás ponderando su esmerado trabajo como gobernador de Santa Cruz. Moldeado en la renta financiera, su lógica e ideología y berretín familiar por generaciones, en una Argentina desvastada por donde se la quiera mirar, no le hizo ni le hace asco a nada en la persecución de sus objetivos. ¿Cuáles serían estos a esta altura de los acontecimientos? Visto que su obra no tiene absolutamente nada que ver con la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, nos queda el tema del poder y su sostenimiento en el tiempo. También, y quizás sea el principal motivo, su incalculable enriquecimiento. El petróleo y los minerales los maneja Kirchner. Hasta que eso se consolide legal y empresarialmente, necesita tiempo y sobre todo no ir preso. En esa dirección, indudablemente va a realizar lo inimaginable para lograrlo.
HANNAH ARENDT
En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".
sábado, 10 de octubre de 2009
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