HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

sábado, 11 de abril de 2009

MURO

La caída del muro de Berlín, paradójicamente a lo creído y esperado por la humanidad, ha producido en forma generalizada su efecto contrario. En realidad nunca cayó, es decir se tiraron los ladrillos, pero no así los muros interiores que corroen a la civilización. En todo el mundo prolifera la construcción de barreras de separación y exclusión. Israel con la resistente Palestina. EE.UU. con Méjico inmigrante. Marruecos tiene una valla que recorre el desierto y se separa de los molestos habitantes del Frente Polisario. Nicosia en Chipre, se hiere con un tajo de enemistad perpetua. Los muros iraquíes, en varias zonas, entre los sectores musulmanes chiíta y sunnita. El telón de acero entre las dos Coreas, se mantiene desde hace décadas. Las barreras de España contra la odiada pobreza de África. En Belfast, recurrieron al mismo método para perpetuar la separación entre católicos y protestantes. La India construye dos muros: uno en la frontera de Cachemira con Paquistán y otro en los límites con Bangla Desh. Arabia sigue construyendo un muro con el Yemen. Pero lo más significativo es que se ha incorporado al muro, o se lo quiere promover, en la conciencia colectiva como solución y política de estado. A los terribles argumentos, ideológicos, militares, vengativos y ejemplares, que fundamentaron la existencia del Muro de Berlín, hoy se le suman supuestas razones de protección del trabajo local y la seguridad. Pensemos en los “recuerdos” que se repartían en aquella supuesta gesta en Alemania que parecía conjurar el odio nazi. Mientras estos souvenir recorrían el mundo, una persistente manipulación malvada logró apoderarse del corazón de millones de personas, y que lo que antes combatían, hoy justifican de manera canallesca. La libertad y la verdad no fueron ciertas en aquel entonces y tampoco ahora. La Argentina, como no podía ser de otra manera, también ha tenido su propio muro. Además de los cotidianos muros de la insolidaridad, injusticia y pobreza, también tuvimos el propio de ladrillos. Aunque este tuvo toda la pinta de un acontecimiento electoral, donde de un lado pretendían concentrar el voto de los “inseguros” y en el otro manipular políticamente y mal a la pobreza. Sepamos que al mosquito del dengue no lo para ningún muro, es plenamente solidario.

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