POISONVILLE

Todos imaginamos un sistema de chantajes desde la instrumentada justicia norteamericana. Sobre todo el proceso judicial en Miami, recae esa sospecha. Convengamos que no existe una justicia demasiado creíble ni acá ni en Norteamérica. Nada es serio realmente. Todo es funcional a determinadas necesidades políticas o ya francamente delictuales. El juicio, es en realidad acerca de la presencia del espionaje venezolano en territorio de los EE.UU. Pero es muy difícil convencer a cualquier persona, de que no hay una explotación colateral del misterio de las valijas y los dinerillos que transportaban con fines inconfesables hacia la Casa Rosada. Pero cada vez el delito, aunque más visible o alevoso, es un poco más invulnerable. Hace unos años, por mucho menos que eso y en menos tiempo, rodaban cabezas. Hoy asistimos a la institucionalización del delito en grado extremo. Para dar vuelta esta media, va a hacer falta reunir mucha energía y poder. “Ciudad envenenada” o “Ciudad venenosa” se podría traducir el nombre del lugar donde transcurren los acontecimientos de la novela “Cosecha roja” del magistral Dashiell Hammett: Poisonville. Como en la célebre novela negra, en la Argentina se ha delinquizado la política, la economía, la justicia y, paradójicamente, también la seguridad. También ya se ha extendido culturalmente la delincuencia y la violencia, hacia grandes capas de la sociedad. O se ha politizado el delito. Es normal, está permitido. Un alto grado de legalidad e impunidad rodean a estos hechos, que jamás serán legítimos. Agitar otros charcos menos policiales para que parezcan profundos y mucho ruido en varios frentes simultáneos, han sido las tácticas elegidas para distraer un poco.