Dos días después del triunfo popular y democrático de las elecciones de 1973, donde se impusiera por más del 62% de los votos la fórmula Perón-Perón, José Ignacio Rucci muere alevosamente asesinado por el brazo militar de la organización Montoneros. Paloma Efrom, Blackie, no pudo disimular su conmoción al informar sobre la masacre. El país estupefacto, asistía a un claro atentado al corazón de Perón: la lealtad. Hubo muchos intentos de matar a Juan Domingo Perón en la larga historia de la resistencia peronista en el exilio y en el poder. Pero de todas ellas, se destacan dos por lo artero, al intentar producir en el propio líder un colapso emocional que no pudiera resistir. Uno fue la entrega del cadáver de Eva Perón profanado y lastimado en su residencia de Puerta de Hierro, España. El otro, la violentísima muerte de su dignísimo y fiel alumno, Rucci. Está pendiente el esclarecimiento de este crimen de lesa humanidad y seguramente lo es. Pero lo que no se puede hacer es sacarlo de contexto. Y aquel contexto explica claramente cual era el destino para la Argentina que nos tenían reservado los que odiaban a Perón y la Patria. Reclamar el esclarecimiento nos lleva directamente a las verdaderas causales aun vigentes. El golpe del 24 de marzo del `76 inauguraría la seguidilla de la destrucción nacional, que solamente cambiaría de versión y careta. Rucci también fue muerto porque resultaba insoportable, para la lógica perversa y cínica de sus asesinos, al ser poseedor de un valor poco frecuente en la época: lealtad a la verdad, incluso hasta ofrendar la vida por ella. A treinta y cinco años de su asesinato no podemos dejar de recordarlo junto a Perón aquel 17 de Noviembre de 1972 en Ezeiza. Una imagen para la historia nacional y sus valores.
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