La usura, suelo nutricio del capitalismo más salvaje y que acompaña a la humanidad desde siempre, en su eterna intención de velarse, ha invertido inteligencia y mucho dinero en promover pensamientos y acciones en todo aquello que parezca diametralmente opuesto a su esencia. Necesita velar su condición antinatural y antihumana, para poder operar entre los mortales. Debe construir siempre razones loables por izquierda, asociándolas cínicamente a lo popular. Su naturaleza absolutamente pendular, logra reclutar huestes que golpean por izquierda y al regresar en el balanceo, descargan efectivo por derecha. Aspira siempre a generar pacífica confianza entre sus víctimas, que venimos a ser todos, y que luego es negada por el carácter finalmente criminal de sus determinaciones. La historia universal nos educa al respecto. Por el entorno de Juan Calvino, monje católico devenido en protestante a mediados del siglo XVI, en nombre de la pureza y la moral se construyó la ética del capitalismo. Todavía hoy sufrimos sus consecuencias. La historia de los últimos imperios anglosajones han hecho suficiente gala de aquella teología herética que terminó siendo, como no podía ser de otra manera, la justificación ad eternum del enriquecimiento obsceno e ilimitado. Los enemigos declarados de la usura son: las naciones, los pueblos y la fe. Por lo tanto, modela políticas que suelen presentarse como nacionalistas, populares y hasta religiosas. Es decir su propio signo contrario, un verdadero montaje de larga data. Se han apropiado de los derechos del hombre y los han manipulado perversamente. Paladines de la libertad individual, nos condenan a esclavitudes colectivas. Hoy, el progresismo es la versión de la modernidad de esta metodología ya milenaria. La mano izquierda levanta el discurso progresista y la derecha cierra el puño sobre los billetes mal habidos. La masonería, por nombrar una variante orgánica aunque quizás no la más importante, supo ser una resultante de la necesidad de cuadros políticos de la usura en el mundo. ¿No se reconoce fácilmente aquél péndulo, hoy en la Argentina? No es desatinado ni casual, oponer políticamente el trabajo y la producción, a la usura.
HANNAH ARENDT
En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".
martes, 30 de septiembre de 2008
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