En Tucumán nuevamente se hace gala, parece que fuera por algún extraño y oculto contrato, de la ya ahistórica irreligiosidad gubernamental. ¿No es ya ofensivo al extremo? No nos referimos a alguna esporádica confesión mediática de una individualista -contradictoria por lo tanto- y apartada pertenencia a la fe católica. ¿Puede este ser un testimonio presidencial esperado por la mayoría católica de nuestra patria? ¿Y el tantas veces invocado respeto a las mayorías? ¿No es un nuevo fraude de marca cañón? ¿Porqué han jurado esta gente al asumir presidencia de la Nación? Se trata de honrar como mínimo, entre otras cuestiones fundacionales y prexistentes de nuestra nacionalidad, a nuestros patriotas de Tucumán que recordemos, más de un treinta por ciento de aquellos constituyentes de 1816, eran sacerdotes católicos. ¿A que innombrables requerimientos estarán respondiendo estas actitudes que se repiten tan irrespetuosamente e injustificadamente a lo largo de estos cinco años?
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