
Violentar la sociedad al extremo, parece ser el camino elegido para ensayar un mecanismo de justificación política y fundamentalmente económica. Pero también es una probable geografía de escape en un futuro no muy lejano. La mesa chica "inteligente" del poder político nacional nos tiene preparadas nuevas delicias "democráticas" para una debacle evidente no sólo de su autoridad y credibilidad, sino de una siquiera mediocre gobernabilidad. No queda practicamente ninguna buena noticia que anunciar o presentar en sociedad. Dibujar éxitos es como que ya no resiste ninguna tolerancia. Es más, aunque los anuncios fuesen reales, ya no los cree nadie. También los incidentes de ayer en Plaza de Mayo están delatando la metodología elegida para no sea ocupada por los verdaderamente indeseables: numerosos sectores populares hartos de la situación.
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