HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

sábado, 10 de enero de 2015

OPERATIVO IMPUNIDAD, A TODO O NADA.


   Por Héctor M. Guyot/La Nación.- Primero fue Oyarbide . En aquellos años, un juez ligero de cascos y con una suerte infalible en los sorteos alcanzaba para neutralizar las causas que comprometían al Gobierno. Pero la vocación de riqueza y poder de los Kirchner y sus adláteres era mucha. Tanta, que la ley nunca representó un obstáculo. Por eso las causas se multiplicaron y el pobre Oyarbide, que no perdió la sonrisa ni la alegría de vivir, no daba abasto. Por suerte, había otros jueces de buena voluntad que sabían lo que les convenía. Pero los Kirchner sufren una extendida maldición: la de los que jamás están satisfechos con lo que tienen. La Presidenta lo reconoció en un rapto de sinceridad que fue, además, una síntesis insuperable del ADN del régimen: "Vamos por todo".
Con ese grito de guerra, y cuando ya había más causas y más cosas que ocultar, decidieron arreglar el asunto de raíz y se lanzaron al asalto sistemático del Poder Judicial. Ahí encontraron resistencia. Una cosa es conceder y otra muy distinta entregar el territorio y caer prisionero. La Corte Suprema impidió que los bárbaros asolaran los tribunales. Juzgó inconstitucional la llamada "ley de democratización de la Justicia" y restituyó así una necesaria cuota de dignidad a los jueces y al país todo. Aquello fue sólo una batalla. El Gobierno siempre va por más: si no hay rendición, si no puede conquistar por las buenas, lo hace por las malas. Eso explica el traicionero ariete lanzado desde adentro por la procuradora Gils Carbó, que cuando terminaba el año se inmoló en cumplimiento del deber. Los 16 fiscales militantes que nombró sin que le temblara el pulso abrieron la etapa más cruenta de la guerra. Que no se da entre dos concepciones de la Justicia, como dice el relato oficial. La guerra fue declarada en forma unilateral. 


Eso sí, hoy los jueces responden al embate de un gobierno debilitado y acosado por los escándalos de corrupción, al que sólo le importa asegurar su impunidad como sea. Este último dato habla a las claras de la cantidad y la gravedad de las causas judiciales que el kirchnerismo tiene en su haber. ¿Jamás reparó la Presidenta en que la agónica guerra a cielo abierto iniciada contra la Justicia puede representar para muchos un reconocimiento tácito e involuntario de culpabilidad? Si aspiran a recuperar el respeto de la ciudadanía y contribuir a la reparación de las maltrechas instituciones democráticas y republicanas, los jueces están obligados a investigar a fondo y a dictar las condenas que correspondan, incluso a ordenar la restitución de lo robado al país. En buena hora, la Asociación de Magistrados decidió no esperar hasta febrero y sacudió la feria judicial con la presentación del amparo para detener ya mismo el Operativo Impunidad. La reacción fue acompañada por un coro de agrupaciones empresarias que condenaron el nombramiento de los fiscales kirchneristas. Hubo que esperar hasta el ocaso del régimen para encontrar en los defensores de la república una respuesta acorde a la vehemencia de los Kirchner. Finalmente, prosperó un amparo que interpuso un diputado provincial y todo, por ahora, quedó en suspenso. 

¿Estaríamos como estamos si todos hubieran reaccionado con la misma decisión desde el principio, o al menos hace unos años? El kirchnerismo, como el dios Shiva, destruye lo que toca, y ahora desplegó ese atributo en su propia casa. Además de contra los jueces, la furia estival de la Presidenta apuntó también contra su candidato, y en consecuencia todos los otros precandidatos del FPV, meras extensiones de la voluntad de Cristina, le pegaron a Scioli por haber concurrido a un evento de Clarín. La Presidenta convirtió la interna kirchnerista en otro campo de batalla, aunque hay que admitir que se trató de un ataque previsible: ella nunca ha ocultado su desprecio por el gobernador. Lo ha maltratado y humillado cada vez que ha podido. En respuesta, Scioli, como si careciera de interioridad y de sentimientos, no pierde oportunidad de manifestarle su fidelidad incondicional. Extraño caso de sadomasoquismo político. La marca de Scioli parece ser la sumisión. Jamás, desde los tiempos en que era un protegido de Menem, se le ha escuchado una idea propia. Igual, siempre ha hecho su negocio. Probablemente, son más los votos que suma que los que resta con los ataques de Cristina.

¿Estará adivinando la Presidenta que la gente quiere más cambio que continuidad y habrá decidido ayudar a Scioli? En el peronismo, el territorio de lo posible excede los límites de la imaginación. Es un enero caliente. Otro juez levantó la feria para investigar a Gils Carbó, denunciada por incumplimiento de los deberes de funcionario público y abuso de autoridad. Enviciada, la procuradora acaba de integrar, con miembros de Justicia Legítima de su máxima confianza, los jurados que elegirían a los fiscales titulares. Entre ellos está el fiscal Gonella, acusado de proteger a Lázaro Báez. Una muestra de cuál sería la misión de la tropa en caso de lograr el desembarco en las fiscalías: desactivar la bomba de tiempo de investigaciones judiciales que harían estallar al Gobierno.

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