Por V.Cordero/La Prensa.-
Al menos, en medio de este clima de amenazas con retornos a Fase 1 y pilas de muertos e insultos de los asesores presidenciales hacia los ciudadanos que quisieron disfrutar de unos minutos de sentirse totalmente libres, ahora ya sabemos que el señor presidente miente.
El caso de la expropiación de Vicentin deja definitivamente claro qpresa cerealera.
Dijo textualmente Alberto Fernández: "Este mismo tema se lo comenté a Cristina cuando cenó conmigo el jueves. Y le dije 'che, mirá que el fin de semana voy a hacer esto' y me dijo 'ah, mirá qué bien, lo entiendo', y ahí coincidimos en la mirada. Pero no es que le estoy preguntando a Cristina '¿qué te parece que haga?".
Pero resulta que la historia era exactamente al revés. Ahora se sabe que Cristuién gobierna y maneja los hilos de la política grande del país. Ante este caso el jefe de Estado negó varias veces ante los periodistas que su vice presidenta haya tenido alguna influencia en su decisión de intervenir la emina Fernández encargó a uno de sus hombres de confianza, Ricardo Echegaray, que estudiara el tema de Vicentin sobre todo porque en medio del tema económico habría una participación de Mauricio Macri en le cesión de créditos del Banco Nación a esa empresa.
El ex titular de la AFIP y procesado por corrupción, emitió un informe que le hizo llegar a la ex presidenta donde aconsejaba, según las fuentes que difundieron el documento, "Intervenir y expropiar Vicentin".
Este documento confidencial se filtró y salió a la luz pública dejando al presidente Fernández absolutamente debilitado. Para peor y como golpe de gracia, la senadora hiper kirchnerista, Anabel Fernández Sagasti, no dudó en afirmar en una conferencia de prensa sobre el tema Vicentin: "Le agradezco a Alberto que haya adherido a nuestra propuesta".
Para sumar en medio de esta tormenta, el presidente insistía en buscar soluciones para evitar la expropiación de la empresa, acusando el cacerolazo popular en contra de la medida. Otra vez, Cristina dejaba en ridículo a su elegido dándole otro golpe a su credibilidad. Está claro, ahora ya no puede dudarse, que el cristinismo busca debilitar la figura presidencial sea como sea. El conocimiento de la operación Echegaray no es casualidad.
Alberto intenta encontrar refugio en algunos gobernadores peronistas pero es poco o casi nada el apoyo que consigue. La Cámpora gana terreno y desde "El Patria", las órdenes serían muy claras, "tenemos que hacer la nuestra sí o sí". La pandemia que en principio parecía haberle dado al presidente unos altísimos índices de popularidad, en realidad lo está destruyendo. Mucho comité de científicos y nada, absolutamente nada, de política interna, de decisiones fuertes más allá del coronavirus. A Alberto ahora solo le queda hacerse fuerte en las advertencias sobre una tragedia que "está por venir", manejar la permanencia de la cuarentena hasta finales de agosto para ganar tiempo e intentar recomponer su situación interna, reagrupar a los aliados dispersos y plantarle cara al kirchnerismo duro. Tal vez ya sea demasiado tarde, pero no tiene otro camino, salvo el dejar el poder, algo que no está en los planes del presidente, eso sí que lo tiene claro. La batallas cotidianas siguen minando la capacidad del Ejecutivo, los hombre colocados por Cristina en el gobierno no dudan en golpear una y otra vez a los funcionarios albertistas.
Al ministro de Seguridad bonaerense, por poner un ejemplo, es cada vez más duro con su par Nacional, Sabina Frederik, a quien acusa de no darle de la más mínima colaboración para combatir la creciente ola de delincuencia que sufre el conurbano y remarcó que el gobierno nacional "no colabora en la pelea contra la inseguridad y no asiste al distrito con los recursos necesarios". Este mismo funcionario fue el que dijo hace unos días que la única que manda es Cristina y nadie más. Mientras tanto la vicepresidenta consigue que la Magistratura siga retrasando el comienzo de los juicios en su contra y gana tiempo para terminar de armar la trama de acusaciones contra el ex presidente Mauricio Macri. La idea es igualar peso en las acusaciones para pactar una tregua definitiva. A esta altura no hace falta saber que el presidente está al margen de esta movida que casi lo obliga a leer los diarios para saber qué pasa. Ya no puede asegurarse si el coronavirus ayuda o comienza a forjar la decadencia de un presidente que llegó con la promesa de cerrar la grieta y usar el diálogo como esencia política. Ya lo sabemos Alberto, ya lo sabemos.
