Por Andrés Olivera/La Prensa.-
Resulta llamativo observar cómo los políticos tratan de hacer creíble aquello que muestra que, en ocasiones, es necesario perder para después ganar. Como en una partida de ajedrez. Así lo entienden en el entorno íntimo del presidente Alberto Fernández.
En relación a las divergencias internas en el oficialismo, donde hasta ahora se impone el ala dura del kirchnerismo, el círculo más próximo al jefe de Estado señala que "no es malo evidenciar públicamente las diferencias entre Alberto y Cristina o La Cámpora". Creen que, de ese modo, tendrán la posibilidad, en el largo plazo, de construir una opción más amplia.
En el último tiempo, un ejemplo de estas presuntas diferencias se cristalizó a través de las declaraciones de la diputada camporista Fernanda Vallejos, quien se manifestó en contra de la decisión de que el Gobierno ayude a las grandes empresas ante la actual situación de crisis, y pidió que "si se las asiste económicamente, el Estado tenga una participación accionaria como contraprestación".
Hasta allí, no parecía más que una célula aislada del kirchnerismo duro que salía a incomodar al presidente. Lo curioso se dio algunos días más tarde, cuando dos ministros del riñón del primer mandatario apoyaron la iniciativa. Primero el de Trabajo, Claudio Moroni, y luego el de Educación, Nicolás Trotta. Desde Balcarce 50 indicaron que "esas declaraciones fueron a título personal de los ministros, pero no representan la voz del presidente en este tema". Días más tarde, Alberto Fernández tildó de "ideas locas" aquellas propuestas. Sin embargo, una semana después anunció -mediante un decreto de necesidad y urgencia- la intervención de Vicentín.
Parte de los argumentos de Fernández para tomar esta decisión se anclaron en lo antes descripto, y en buscar "lograr la soberanía alimentaria en la Argentina".
CONFLICTO ENTRE PODERES
El salvataje no es cuestionable desde la óptica del cuidado de las fuentes laborales y la preservación de una empresa nacional, sino más bien desde lo procedimental. En rigor, cuando una compañía está en quiebra es la justicia la que debe resolver su situación y designar un interventor. Asimismo, hubiese correspondido que, en tal caso, los dueños de la firma tuviesen un rescate consensuado con el Estado, pero se enteraron por la televisión. En simultáneo, el grupo accionario ya estaba en conversaciones con privados para resolver su deuda.
Si bien en una primera instancia habrá una transición mixta entre la intervención y la expropiación definitiva vía un proyecto de ley, no se entienden los motivos por los cuales Alberto pasó, en una semana, de considerar esta iniciativa como una ideas loca, a firmar un DNU para estatizar una de esas empresas en riesgo de extinción. ¿Ganó, una vez más, la pulseada el kirchnerismo duro? El propio Presidente atribuyó la iniciativa a la senadora camporista Anabel Fernández Sagasti, muy cercana a Cristina.
Si lo traspolamos al plano económico, a pesar de ser un punto en común dentro del Gobierno en relación a la estrategia que se lleva adelante en la renegociación de la deuda, en un modelo que se autopercibe intervencionista y que pone a la política por delante de cualquier decisión, los mensajes contrapuestos -en una coalición en la que la distribución de poder no es pareja y el presidente administra pero no conduce- pueden resultar determinantes en lo que hace a la falta de credibilidad y confianza que el mundo tiene sobre la Argentina.
Un diputado nacional del riñón macrista dijo a este diario en off the récord: "La crisis nos obliga a tener un silencio democrático y un accionar de colaboración, lo que no significa darle un cheque en blanco al gobierno. En cuestiones como la intervención de las empresas no nos vamos a callar. Ahí se agota la tregua. No vamos a permitir el avasallamiento. Lo de Vicentín es muy peligroso, y ya tenemos las experiencias de la estatización del Correo, AySA, Aerolíneas, YPF y la imprenta Ciccone, donde lamentablemente no sólo el funcionamiento de esas empresas no es bueno en cuanto a la prestación de sus servicios y deficitario en lo económico, sino que además muchas terminaron con juicios millonarios en perjuicio del Estado".
Así las cosas, las dificultades opositoras en pos de atributos que excedan la mera antinomia al peronismo obligan -una vez más- a los dirigentes enrolados en Cambiemos a aprovechar las contradicciones internas en el Frente de Todos para intentar reconstruirse desde una lógica lamentable que viene caracterizando a la clase política argentina desde hace largas décadas: "Otro vendrá que bueno me hará". El teorema Rajoy.