Por Sergio Crivelli/La Prensa.-
Siete días de política. La estrategia del gobierno tiene tres ejes: el temor a la vuelta de Cristina, la obra pública y la política internacional. CFK se borró. Alberto, ambiguo: visita a Lula, pero no a De Vido.
Con el arranque de la campaña el escenario político comenzó a definirse. El gobierno corre de atrás, pero tiene un par de ventajas comparativas que alimentan sus esperanzas aunque el clima imperante es de preocupación. Teme Macri, no sin razón, que si pierde las PASO por cinco puntos o más la economía y la gobernabilidad entren en estado de shock.
La primera de sus ventaja reside en que la economía tiende a estabilizarse. Todavía parece frágil, pero debido a las expectativas de una derrota electoral antes que al descontrol de las variables macro, que fueron alineadas por los dólares del FMI. El viernes los técnicos del organismo dieron luz verde a otro préstamo por 5.400 millones. Sin la calma del dólar cualquier intento de retener el poder fracasará.
La segunda ventaja es la cohesión. Macri consiguió cerrar filas con los jefes de sus dos principales distritos, CABA y la provincia de Buenos Aires, y todos usan el mismo libreto basado en tres premisas. La primera es la de sembrar el temor al regreso "K". La más clara en ese sentido fue el jueves pasado María Eugenia Vidal. "Esta es la elección más importante desde que volvió la democracia", dijo la gobernadora en el CCK ante el gabinete en pleno. Pero el mensaje no era para el macrismo, sino para los votantes del conurbano.
La economía podrá tardar en recuperarse, pero lo que está en juego es mucho más que la inflación decía ese mensaje. La corrupción policial y el desastre de la infraestructura que se empezó a revertir desde 2015 pueden volver con un triunfo opositor.
El segundo eje de la campaña es el de la obra pública. Además de las inauguraciones, una profusa campaña en las redes está poniendo en escena una renovación de la infraestructura como no se veía en décadas. El contraste con la desidia y la corrupción que imperaron durante la "década ganada" resulta tan manifiesta como inapelable.
El tercer eje es la política exterior. Con el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea y la condena al régimen Venezolano hecha por Michelle Bachelet (no por Trump o Bolsonaro) a causa del asesinato de miles de opositores Macri consiguió incluir la cuestión de la relaciones internacionales en la agenda de la campaña. Por su silencio ante esos crímenes del gobierno de Nicolás Maduro el presidente habló directamente de "complicidad" de la dirigencia kirchnerista.
Pero no fue esa la cuestión más incómoda que le planteó el gobierno al kirchnerismo.
La apertura de importantes mercados para los productos argentinos puso a los "K" ante el dilema de defender a los sectores hiperprotegidos del empresariado local o de defender al consumidor de a pie de los abusos del "capitalismo de amigos". Amigos que han financiado históricamente al peronismo para que le mantuviera el mercado aislado y cautivo.
El kirchnerismo, entretanto, va adelante en las encuestas y dispone de la ventaja de que la caída de la actividad se revierte con lentitud. Su problema es que debe arrastrar el peso de su heterogeneidad. Cristina Kirchner nombró a Alberto Fernández candidato, pero no le cedió poder. De allí que la campaña sea por lo menos bicéfala: el candidato trata de trasmitir moderación, mientras los kirchneristas insisten con oponerse a todo o prometen venganza.
Mandar fuera del país a CFK para no espantar al electorado moderado no alcanza si los kirchneristas que quedan no adecuan su discurso y sus conductas. Si insisten en perjudicar a miles de pasajeros que querían tomar un avión para hacer turismo el fin de semana largo. Decir que todo es un desastre y que el país está sumido en la peor crisis tampoco ayuda porque desalienta a los votantes. La tarea de un candidato es sembrar esperanza, no pesimismo, más aún si no ofrece ninguna solución creíble para el apocalipsis que describe y se limita a repartir culpas ignorando lo hecho hasta hace cuatro años. En pocas palabras, quedó a la vista que a la campaña "K" le falta cohesión, un discurso articulado y un liderazgo que lo baje a la tropa.