HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

miércoles, 2 de noviembre de 2016

EL KIRCHNERISMO SE HIZO DEMASIADO OBVIO.


     Por Eduardo van der Kooy/Clarín.- Después del paso de Cristina Fernández y Julio De Vido por Comodoro Py (faltan aún José López y Lázaro Báez) retumba más en la escena pública aquel palabrerío que, convertido ahora casi en involuntaria premonición, la ex presidente lanzó en octubre del 2014, un año exacto antes de su derrota. Abogó entonces por la necesidad de “reinvertar y reconvertir” aquello que ella definió siempre como un modelo. La deuda continúa intacta: la economía se agotó; la política sigue transitando la lógica de las épocas del auge kirchnerista. Es decir, atrasa de modo visible. Hace once meses que gobierna Mauricio Macri. El anacronismo tendría relación con casi todo. Los hechos y los discursos. Fue una novedad aquella del 13 de abril cuando Cristina se presentó por primera vez desde su salida del poder a declarar ante el juez Claudio Bonadio. Como tal, terminó redondeando un episodio de inocultable impacto político. Que incluso incomodó a un macrismo que todavía estaba en período de adaptación en la Casa Rosada. Pero la repetición mecánica deriva sin remedio en postales como las observadas el lunes: una mengua de concurrentes, una mengua de representación y, por ende, una pérdida de fortaleza política. La ex presidenta y su círculo deberían comenzar a imaginar para el futuro un formato nuevo.
La declinación, en ese campo, viene de lejos. Néstor Kirchner y Cristina reimpusieron, como rescate del peronismo tradicional, la idea de la sociedad movilizada. Funcionó, con claroscuros, hasta la reelección de la ex presidenta en el 2011. Luego prevaleció la tónica de las cadenas nacionales. Finalmente una ambición mucho más módica: arengas a los militantes en los patios interiores de la Casa Rosada. Una tendencia similar acompañó al relato. El kirchnerismo tuvo hallazgos discursivos que le produjeron réditos políticos notables. Uno fue la manera en que reinventó el concepto de inclusión social. Otro, el dominio maniqueo entre los presuntos buenos y malos de la política y la sociedad. Ambos mensajes empezaron a vaciarse de fiabilidad al mismo tiempo que se secaron las arcas del Estado. Con aquel maniqueísmo, los kirchneristas enfrentan ahora una dificultad. Macri ha sabido contraponer un discurso que ancla en la armonía colectiva y en un imaginario de la felicidad posible de ser alcanzado. Ofrece una ilusión que Cristina ya no parece capaz de transmitir. El Presidente hace esfuerzos por incluir a la mayoría en el paisaje. El Congreso es en ese aspecto un buen reflejo. Ha negociado proyectos de ley con todas las fuerzas. Haciendo concesiones difíciles de cumplir. Incluso alguna de ellas con los K. Quizás la excepción sea la izquierda dura. Su prédica de la armonía posee así algún soporte. Como contrapartida, el kirchnerismo ha elaborado desde la vereda opositora un libreto carente de atracción. Hasta ahora, demasiado obvio. Luego de sus declaraciones en Comodoro Py, Cristina y De Vido denunciaron una hipotética “persecución política”.


 ¿Quién no recurre a esa excusa cuando debe pararse ante un juez? Lo hizo también Báez e, incluso, dirigentes que terminaron presos en otro tiempo por distintos motivos. Por caso, los sindicalistas Juan José Zanola y José Pedraza. Quizás la única novedad entre tanto recurso conocido fue aportada por el ex ministro de Planificación. Denunció que el Gobierno y la Justicia buscarían la proscripción de Cristina. Estaría implícita en esa afirmación la chance de que la ex presidenta sea candidata en las legislativas del año próximo. Algo que nadie sabe. A lo mejor, ni siquiera ella. Un pequeño temblor fue perceptible en el peronismo tras la revelación. El PJ se empeña en construir una alternativa sin contar con la dama ni con los ultras. Alguna réplica pudo llegar además a las playas de Sergio Massa. No será igual su combate en Buenos Aires contra Cristina que sin ella. La invocación a un supuesto acto proscriptivo también denotaría el envejecimiento kirchnerista. Su recurrencia a buscar inspiración en historias obsoletas, que tuvieron épica y realismo mientras vivió Juan Perón. El general falleció hace nada menos que 42 años. Cristina sazona permanentemente ese menú. Antes de presentarse frente al juez Julián Ercolini –después también– se manifestó víctima de una persecución. Hizo comparaciones bien imprecisas con otros acontecimientos que ocurren en la región. Su única mención concreta suele ser Brasil. Tiene al menos la punta de una madeja que resulta compleja e indescifrable. Esa punta es el amañado juicio político mediante el cual fue destituida Dilma Rou-sseff cuando todavía no había cubierto los dos años de su reelección.

 Nunca Cristina tendrá en cuenta tres cosas. La enorme crisis económica que incubó el PT. Cuando pretendió paliarla con un ajuste terminó por empeorarla. Tampoco, la corrupción que perforó transversalmente el sistema partidario e institucional. Por último, la demolición de la alianza con la que Lula y Dilma pudieron gobernar trece años. Esa desarticulación brutal quedó estampada en los comicios municipales del último domingo. El PT se quedó sin ninguna alcaidía en el país. Supo controlar 26, varias de primera línea como San Pablo. Río de Janeiro ha terminado en manos de un obispo evangélico, Marcelo Crivella, propenso a las críticas contra la homosexualidad y el catolicismo. Así de peligroso acostumbra ser el péndulo. Cristina ha dejado de poner a Venezuela como ejemplo de las supuestas ofensivas contra el progresismo. Quizás porque ese desastre se torna indefendible. O porque ni siquiera, al menos todavía, parece haber arrojado frutos la intervención de Francisco que concedió una audiencia inesperada a Nicolás Maduro en el Vaticano. Sobre otros países no hay data de confabulaciones que describe la ex presidenta. Michelle Bachelet está en baja en Chile y Evo Morales en Bolivia. Pero sus pérdidas vienen ocurriendo únicamente en las urnas. Sin otras sombras. Uruguay camina con sobresaltos normales bajo la conducción del frenteamplista Tabaré Vázquez. 

 Tampoco está ausente en Cristina otra argumentación de libro. Aduce que todo el alboroto judicial en relación a causas por corrupción del kirchnerismo respondería a una artimaña del Gobierno para ocultar sus propios problemas. La ex presidenta sabe de esconder. Las estadísticas del Indec serían, en ese sentido, casi una cuestión menor. En 2012 alardeó con la recuperación de la soberanía cuando estatizó YPF para encubrir el descalabro energético. La compensación a Repsol, al final, le costó a la Argentina una verdadera millonada. Es verdad que el Gobierno posee muchos problemas. Aunque tiende a exhibirlos. Sus promesas de brotes verdes (metáfora de la reanimación económica) se marchitan cada día con los propios datos oficiales. En septiembre, la construcción y la industria volvieron a caer. Tal vez esté sucediendo exactamente lo contrario de aquello con que machaca Cristina. Su victimización tenaz apuntaría a esconder sus auténticos problemas: no tener explicación para la corrupción de su tiempo; tampoco recursos políticos para reinventar al kirchnerismo. Reducido ahora sólo a una facción del principal partido opositor.

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